Culturas — 1 de julio de 2024 at 00:00

Nasrudín y Las mil y una noches

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Nasrudín y Las mil y una noches

He leído por fin Las mil y una noches, una delicia, y me he quedado muy impresionado de que apareciesen historias de Nasrudín, en su nombre de Hodja, que en la versión leída llaman Goha.

Esta traducción es la de Ediciones 29, traducida por Jacinto León Ignacio de la versión francesa, ya clásica de J. C. Mardhus (1899-1904) directamente del árabe.

La historia de las traducciones de Las mil y una noches es un auténtico laberinto (en algunas no aparece la historia de Ali Babá ni la de la lámpara mágica de Aladino, aunque hay una muy semejante); y como tal lo presentó Jorge Luis Borges en su ensayo Los traductores de las 1001 noches, aparecido en el libro Historia de la eternidad. Un tema también recurrente en sus conferencias, como vemos aquí1.

Pero lo que me ha llamado la atención es que nadie, al parecer, se ha dado cuenta de que figuran historias de Nasrudín en esta obra colosal. En internet, por lo menos, no aparece ninguna correlación, quizás porque en Las mil y una noches aparece como Goha, pero es él indudablemente.

El gran divulgador en Occidente, en 1966, de las aventuras del filósofo humorista Nasrudín fue Idries Shah, con una recopilación de entre sus miles de historias y cuentos asociados que lo ha convertido en uno de los personajes-bandera de Turquía, e incluso se muestra una lápida en la ciudad de Aksehir, y en dicha ciudad se celebra un festival internacional entre el 5 y el 10 de julio de cada año.

Las historias narrativas de este personaje semilegendario, que ha llegado a ser considerado como un Quijote islámico, se han convertido en patrimonio inmaterial de la UNESCO. Muchos países reclaman su nacimiento y sus historias se extienden hasta la China, y se supone que vivió en torno al siglo XIII.

Nasrudin mil y una noches

Veamos entonces lo que dicen Las 1001 noches sobre Goha:

«Algunas gracias y teorías del amo de los chistes y de la risa: En los anales y libros de los sabios antiguos que hasta nosotros han llegado, se cuenta que, en la ciudad de El Cairo, mansión de la gracia y del chiste, vivía un hombre de apariencia estúpida, quien, bajo su exterior de bufón extravagante, ocultaba un fondo sin igual en fineza, sabiduría, inteligencia y sagacidad, aparte de que era el hombre más amable, instruido y espiritual de su tiempo. Se llamaba Goha y carecía de oficio, aunque se le había ocurrido ejercer el de predicador en las mezquitas».

Y a continuación viene toda una serie de historias que incluyen ocho de las noches de las mil y una. Voy a seleccionar unas pocas, y dejaremos algunas que son un poco rudas o de un erotismo subido.

Una de estas historias hace referencia a ser un cisne y no un patito feo:

«Cierto día sus amigos le dijeron:

¡Goha! ¿No te avergüenza pasar la vida en la holgazanería y no usar los diez dedos de tus manos más que para llevarte algo a la boca? ¿No crees que ya es hora de que acabes esa vida de vagabundo y te amoldes a los usos de todo el mundo?

Nada respondió a todo esto, pero otro día, en que atrapó una cigüeña muy grande y hermosa, de alas magníficas, que le permitían volar muy alto en el cielo, de pico prodigioso, que era el terror de las demás aves, y de patas como tallos de lirio, subió a la terraza y, en presencia de ellos, que le habían reprochado su vida, le recortó las plumas de las alas con un cuchillo, así como el prodigioso pico y las encantadoras patas finas. Luego, arrojándola al vacío, le gritó:

¡Vuela, vuela!

Sus amigos, escandalizados, le dijeron:

¡Goha! ¡Que Alá te maldiga! ¿Por qué cometes esa locura?

Y él les respondió:

¡Me fastidiaba esa cigüeña porque no era igual a los otros pájaros! Ahora he conseguido que se les parezca».

Otra divertida:

«Otro día, un amigo llamó a la puerta de Goha y le dijo:

¡Por la amistad que nos une, préstame tu asno, pues debo hacer un viaje urgente!

Goha, que confiaba poco en aquel amigo, le respondió:

Bien quisiera prestártelo, pero ya no lo tengo, pues lo he vendido.

En aquel preciso instante el asno comenzó a rebuznar en el establo, y el amigo, al oírlo, dijo:

¡Tu asno está ahí!

Muy ofendido, le respondió Goha:

Así que crees al asno y no me crees a mí! ¡Vete, que no te quiero ver más!».

Y una última:

«Cierto día, Timur Lank, que además de cojo con un pie de hierro, era tuerto y horriblemente feo, se entretenía conversando acerca de varias cosas con Goha. Llegó el barbero de Timur y, tras rasurarle la cabeza, le ofreció un espejo para que se viera. Timur rompió a llorar y, contagiado, Goha se deshizo en lágrimas, suspiros y gemidos durante tres horas. Hacía ya tiempo que Timur se había serenado y no por eso se lamentaba menos Goha. Asombrado, el tártaro le preguntó:

¿Qué te ocurre? Si yo lloraba, era porque al mirarme en el espejo de este maldito barbero me he encontrado feo de veras. Pero ¿qué motivos tienes tú para verter tantas lágrimas y lamentarte de ese modo?

Goha replicó:

Con el debido respeto a mi soberano, tú te has visto un momento en el espejo y ha sido suficiente para que llorases durante dos horas. ¿Qué tiene de extraño que tu esclavo, que te ve durante todo el día, llore más tiempo aún?».

En realidad, la mayor parte de las historias recogidas en esta edición no son destacables salvo las escritas, y cinco o seis son zafias y obscenas. A diferencia de otros países, las memorias conservadas o historias atribuidas en la misma no tienen la categoría moral ni el genio paradójico o de violentas metáforas y enseñanzas que hallamos en otras versiones.

Sin embargo, sirva para probar que también dejaron una huella en esta colección de cuentos las aventuras del filósofo humorista.

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