Libros — 30 de noviembre de 2014 at 23:00

«Legado en los huesos», de Dolores Redondo

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Temo repetirme, a juzgar por los miles de comentarios leídos sobre la segunda parte de la trilogía de Dolores Redondo, donde todo son halagos y felicitaciones por Legado en los huesos tras El guardián invisible. Pero lo voy a hacer: es una novela trepidante, fascinante, que te envuelve para no dejarte hasta el final, donde la intriga y los episodios puntuales de terror sobrecogen como ejemplo de lectura excitante.

A punto de dar a luz, la inspectora Salazar vuelve al mágico mundo del valle del Baztán, totalmente entregada a la vida que está por llegar. Y cuando la tranquilidad parece estar instalándose a su alrededor, llega un caso del que no podrá escapar, porque el mensaje del acusado de un caso de violencia machista está dirigido a ella. Antes de suicidarse, el supuesto asesino ha dejado escrita una palabra: Tarttalo. Un personaje de la mitología vasca, que tanto atrae a Dolores Redondo, como a todos los que nos dejamos arrastrar por estas leyendas donde realidad y ficción se funden para dejarnos con una duda que intriga hasta el infinito.

Como este suicidio, se producen otros, de supuestos autores de casos de muertes de mujeres, todas originarias del valle del Baztán, que muestran una etiqueta tan inconfundible como macabra: a los cadáveres les falta un brazo. Y en esos escenarios se repite la palabra que hará temblar las piernas al lector que se deje engatusar por la historia de Redondo: Tarttalo.

La trama salpica tanto a la inspectora Salazar que regresaremos de nuevo a su entorno familiar, al de sus traumas, centrados en la figura de su maquiavélica madre, Rosario, que a los pies de la cama de Salazar, durante su infancia le repetía al oído: «Duerme pequeña zorra, la ama no te comerá esta noche». Entonces empezaremos a dudar: ¿la mente de Rosario está enferma o simplemente es un ejemplo literal de maldad digna de una estupenda tesis en psiquiatría? Y es que la persecución emocional que practica con su hija –la supuesta fría y racional Salazar cuando está enfundada en su papel de inspectora– se eleva por sí misma a la categoría de subtrama básica en Legado en los huesos, haciendo que el lector se convierta, sin quererlo y sin pensarlo, en un aficionado a ratos a la psiquiatría.

Si este escenario te atrapa, llegarás a sufrir el insomnio y la escasez de sueño que caracteriza el día a día de la inspectora Salazar en su recorrido por Legado en los huesos, viviendo sin aliento el paso de los capítulos, mientras la trama se complica con casos de profanaciones en iglesias.

La emoción es tan desbordante y los momentos de intriga tan superlativos que siento la tentación de seguir desgranando el contexto en el que se desarrolla la historia, pero no puedo ni debo destrozar la investigación que protagoniza y arrastra a Salazar, para que todos tengan la oportunidad de descubrir por sí mismos la excitación que pueden provocar varios cientos de páginas reunidos en un libro (de papel, claro está, para los que somos incondicionales a ese material).
Junto al contenido, Dolores Redondo sigue en la línea de El guardián invisible, con prosa rápida, sencilla, ágil, que tanto ayuda a deslizarte por las líneas, casi a marchas forzadas, obligando a volver atrás en determinados momentos, porque tienes la sensación de que has bebido en vez de leído todas sus palabras.

Hay algunas pequeñas piezas «sin encaje». Me refiero a personajes y situaciones que provocan dudas, que no son concluyentes para la historia pero que sí parecen interesantes a la autora. Son pasajes breves que te hacen consultar con otro lector que haya caído en las garras de Legado en los huesos, por si hay algo que no has entendido o que se te haya escapado. Pero no diré cuáles son. Ya me prometí a mí misma hace tan solo unas líneas que no iba a continuar destrozando el contenido de esta historia.
Si han llegado hasta este punto de la reseña, sobra decir que la novela es altamente recomendable. Pero, por si les ha quedado alguna duda, insisto: sí, es MUY RECOMENDABLE. Y sí, como muchos de los miles de fans que le están saliendo a Dolores Redondo, también lo repito: ¡quiero la tercera parte ya!

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