Libros — 1 de diciembre de 2012 at 00:00

«El ejercicio según Marco Aurelio», de Maite Larrauri

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Un anhelo profundo recorre nuestra sociedad: encontrar respuestas a nuestras incertidumbres, que cada día son más. Para ello han ido apareciendo toda una legión de libros, mezcla de divulgación y autoayuda, donde nos acercan los arcanos de la filosofía a un lenguaje accesible al lector medio. Pero no solo eso, sino el aceptar tácitamente que los filósofos clásicos siguen siendo un firme pilar donde apoyarse en momentos dubitativos.

Para mí ha sido una sorpresa leer este librito de apenas noventa páginas. Lo he disfrutado como pocos, pues habla de uno de mis filósofos favoritos, Marco Aurelio. Su título es confuso, cierto. De qué ejercicio habla… pensé en el deportivo… y al abrirlo me veo con una sencilla y genial introducción al núcleo esencial del pensamiento del emperador filósofo. Las ilustraciones son acertadas, pues ponen en dibujo, a la manera de una tira de cómic, algunos de los ejercicios filosóficos propuestos por nuestro autor.

El ejercicio al que se hace referencia es la traducción de una palabra latina: “ascesis”. Cabe matizar un detalle de vital importancia: se llamaba filósofo en la Antigüedad a aquel que llevaba una vida filosófica, no el que sólo hablaba de filosofía. Si eras estoico, debías comportarte como un estoico, que tu vida fuese un fiel reflejo de tu pensamiento. No importaban tanto las sutilezas intelectuales, que también, sino si tu vida se transformaba positivamente a través de los principios de la filosofía estoica, puestos a prueba día a día. Algo que parece tan fácil, pero que no debía de resultarlo tanto. Lo demuestra los pocos filósofos prácticos que en la historia ha habido. Pero la cantidad no debe engañarnos por la cualidad. Con solo un Marco Aurelio nos basta. Él, que tuvo todo el poder del mundo civilizado en sus manos, por las noches, cuando apartaba de sí las pesadas responsabilidades de su cargo, entre guerras, rebeliones y alguna que otra conspiración, encontraba un momento para ponerse a prueba ante sí mismo. Su única obra es, por decirlo de alguna manera, el diario de sus esfuerzos, el continuo recordarse los principios (dogmata) filosóficos por los que se hacía guiar. Asistir así, a la intimidad de ese esfuerzo, resulta conmovedor. Confieso que cada vez que releo su pensamiento, siento una especie de pudor, como si furtivamente estuviese hojeando algo que no debiera. Pero ese fue su legado y el destino ha querido que disfrutemos de una obra inmortal e inspiradora.

Maite Larrauri ha conseguido, en este breve ensayo, introducirnos correcta y amenamente en la filosofía práctica a la manera estoica. Tiene la virtud de traducir y adaptar al lector común, sin necesidad de mucha especialización, de hacernos cercano lo que supone realizar ese esfuerzo cotidiano por conocernos mejor, que es el principio de todo camino filosófico. Por ejemplo, las continuas referencias que Marco Aurelio hace del concepto “discurso”, o sea, la interpretación que damos a los acontecimientos que el destino nos presenta. No es lo que nos sucede lo negativo, sino la interpretación que le damos, el ánimo con el que afrontamos cualquier golpe de la fortuna.

Destacable y sorprendente es la mención al Daimon. Misterioso concepto que la autora considera fundamental. El Daimon o nuestro yo mismo más esencial, también llamado “hegemonikón” como núcleo de la experiencia del yo soy, sobre la que podemos fundamentar y construir una nueva vida más noble y luminosa si nos la proponemos.

Dice nuestro sabio emperador: “La inteligencia libre de pasiones es una acrópolis (ciudad-alta)”… casi ná.

TEXTO: MAITE LARRARURI   ILUSTRACIONES: MAX
EDITORIAL TANDEM. COLECCIÓN FILOSOFÍA PARA PROFANOS.

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