Editorial — 31 de octubre de 2014 at 23:00

Enseñar a pensar

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El comienzo de curso trae a la actualidad el enorme esfuerzo que se reanuda en estos días, en todos los niveles educativos, sometidos a cambios y revisiones constantes. No se salvan de esas alteraciones ni las centenarias universidades, en plena fase de recomposición de sus planes de estudio. Las reglas que rigen tales vicisitudes, con sus declaraciones de intenciones y los criterios que las presiden, producen efectos que solo se verán pasados bastantes años, cuando resulten casi inevitables.

Muy a menudo reflexionamos sobre lo que sucede a nuestro alrededor y concluimos que una mejor educación, en la casa, en la calle, en las escuelas, evitaría que se produjeran hechos tan execrables como los asesinatos de mujeres o esas otras manifestaciones de violencia extrema y gratuita que nos espantan y que indican que hay algo que no estamos haciendo bien en nuestra sociedad.

Ya dijeron los olvidados clásicos que educar significa ayudar a que lo mejor de cada ser humano, que se encuentra latente, o dormido, pueda manifestarse y entrar en acción; enseñar a conseguir que los impulsos ciegos no supongan un obstáculo para el ejercicio de la razón; en definitiva, educar sería enseñar a pensar, a crear, a realizarse como ser humano.

Sin embargo, observamos que las materias que están más relacionadas con el desarrollo interior de cada uno son las que van siendo relegadas a la categoría de lo prescindible, de lo secundario, como las que desarrollan la creatividad, por la vía de las artes, o el conocimiento de la cultura clásica. La exclusión más perniciosa es la que padece la Filosofía, que enseña a pensar, a hacer y hacerse preguntas, a ejercer sanamente la crítica y mirar por detrás de las apariencias de las cosas y la gente.

La Filosofía, que nos pone a salvo de los fanatismos, se considera inútil, comparada con lo que puede servir saber algo de economía o del medio natural, tal es el sinsentido que se ha perpetrado impunemente. Habrá que tomar conciencia del grave descuido que supone dejar de enseñar a pensar por sí mismos, que es lo que hacen las personas libres y educadas. Y habrá que remediar algún día este grave error, de consecuencias incalculables.

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