Cuando comenzó la crisis, ya dijimos que iba a ser un período donde iban a surgir oportunidades y nuevos paradigmas de interpretación de la realidad. Hemos comprobado también que no se trataba solo de una crisis económica, provocada por la caída de los sistemas financieros, sino una profunda crisis de valores, que nos obligaba a ponernos frente a nosotros mismos y hacernos preguntas. Si la crisis se situaba en el terreno de los valores, las soluciones deberían venir también en ese campo, tal era la conclusión que se extraía. No iba a ser suficiente con las medidas que tomaran los gobernantes, era necesario algo más profundo y sutil, aunque sus efectos serían pronto visibles y comprobables.
Ahora empiezan a notarse algunos síntomas que nos avisan de que hay gente que está aprovechando ese fuerte ritmo de cambios para abrir nuevos caminos, nuevas propuestas que ayuden a superar los errores del pasado. Gente que se pregunta por el sentido de la vida, que busca nuevas maneras de relacionarse con los demás, más sinceras y auténticas.
Hemos tratado de recoger algunos ejemplos de estas novedades estimulantes, para dar visibilidad a los esfuerzos de quienes se están empeñando en aplicar en la práctica los valores éticos universalmente reconocidos por las diferentes culturas y tradiciones.
Y animamos a nuestros lectores a que colaboren con nosotros haciéndonos llegar sus descubrimientos en este sentido.
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