Editorial — 1 de septiembre de 2013 at 00:00

Mirar al interior

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Crece el interés por conocer el interior de los seres humanos, paralelamente al auge que van adquiriendo las neurociencias, con aportaciones muy sofisticadas sobre el funcionamiento de nuestro sistema nervioso, tan enigmático en muchos aspectos. Cada día se difunden nuevas investigaciones y hallazgos sobre nuestras capacidades cognitivas y se va comprobando que, tal como nos transmiten las antiguas disciplinas y los estudios sobre el alma, hay en el ser humano una gran riqueza de posibilidades de saber y de sentir, de comunicarse con los demás y comprenderse a sí mismo. Vuelven a la actualidad las explicaciones junguianas sobre la “psicología de las profundidades”, el papel de la imaginación y de la intuición, el mundo de los sentimientos y pasiones, que tanto han interesado desde siempre a los filósofos.
Este interés por el yo, o de la psique, como dirían los clásicos, es una novedad en el mundo occidental, bastante poco interesado en profundizar sobre los secretos del yo interior, o por lo menos no en la misma medida en que lo hicieron las sabidurías de Oriente, con sus disciplinas de efectividad contrastada, como el yoga físico o la meditación. Si bien es cierto que muchas de las investigaciones que se difunden adolecen de un exceso de fisicalismo, es decir, insisten en que todo parte del cerebro, como órgano físico, sin indagar en otras dimensiones del ser humano, quizá más complejas y difíciles de someter a la disciplina científica física, desde el punto de vista filosófico nos parece muy saludable que se fomente este nuevo debate que suscitan las neurociencias y sus nuevos paradigmas. Al fin y al cabo siempre es estimulante buscar explicaciones para nuestras experiencias vitales y todavía más hacerlo con mente abierta, sin encerrarse en supuestos o enfoques materialistas ya superados hace tiempo.

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