Historia — 28 de febrero de 2015 at 23:00

Las mujeres y la Primera Guerra Mundial

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Algunos hechos de la Historia quedan en un segundo plano y solo escarbando un poco conocemos algunos episodios dignos de ser tenidos en cuenta. Por lo general, los que se refieren a las mujeres son los más propensos a quedarse en la oscuridad. Es el caso del papel desempeñado por la mujer en la Primera Guerra Mundial.

A veces nos preguntamos qué criterios tienen quienes escriben la Historia, a qué acontecimientos conceden mayor importancia, por qué silencian determinados episodios, o someten a la oscuridad a determinados nombres que, sin embargo, dejaron su huella. Con frecuencia, son las mujeres las silenciadas, invisibles, olvidadas, como si no fueran sujetos de la Historia, solo destinadas al ámbito de lo privado y doméstico. Estos meses, en que se conmemora el centenario del comienzo de la Primera gran Guerra Mundial, de devastadoras consecuencias, que causó 22 millones de muertos en toda Europa, de nuevo las mujeres son las marginadas; apenas si se habla del importante papel que desempeñaron y cómo estuvieron a la altura de las circunstancias. Una investigación realizada por Javier Rodríguez, de la Universidad de Castilla-La Mancha, y Graciela Padilla, de la Universidad Complutense, ha tratado de subsanar ese error, estudiando cómo se vieron afectadas las mujeres por una de las más sangrientas contiendas de la Historia.

En la retaguardia

Más de 65 millones de soldados fueron movilizados por los Ejércitos enfrentados, con lo cual quedaron vacantes una gran cantidad de puestos de trabajo en las fábricas, las oficinas, los hospitales, que fueron ocupados por mujeres que hasta entonces no tenían más horizonte que el trabajo doméstico, salvo algunas excepciones. Apenas si se habían puesto en marcha los movimientos sufragistas para lograr el voto femenino y tuvo que ser un conflicto bélico la causa de la primera incorporación masiva de las mujeres al mundo del trabajo. 430.000 mujeres francesas y 800.000 inglesas lo hicieron, aunque los cálculos difieren. La presencia femenina se hizo especialmente visible en el comercio y la industria, con diferencia con respecto a los transportes y la agricultura, aunque empezaron a verse conductoras de autobuses y guardias de tráfico.

Otras muchas se enrolaron en los Ejércitos, llevando a cabo tareas de apoyo, como avituallamiento, depósitos de municiones, etc., cerca de los frentes de batalla, pues se crearon en varios Ejércitos cuerpos femeninos auxiliares. En Rusia sí hubo un batallón de mujeres combatientes, donde participaron unas dos mil.

Se calcula que el 40% de la producción en los países contendientes estaba a cargo de mujeres. Hay que tener en cuenta que muchas de ellas habían perdido a maridos, novios, padres, hermanos, amigos, añadiendo este factor emocional al reto de enfrentarse a un tipo nuevo de vida y a oficios para los que carecían de preparación.

Merecen especial mención las que desempeñaron tareas de asistencia sanitaria como enfermeras, la mayoría voluntarias, aparte de que el 90% de los empleados en los hospitales eran mujeres. No hay que olvidar que una mujer británica, Florence Nightingale, había diseñado el oficio de la enfermería precisamente durante otra guerra, la de Crimea, en 1855, y después en la Guerra de Secesión Americana. En la primera Gran Guerra, podemos citar a la duquesa de Sutherland, quien desarrolló una labor trascendente organizando el transporte de heridos y su asistencia en hospitales de campaña.

Cambios sociales

mujeres 1 GM 3Estas nuevas actividades tuvieron su repercusión en otros aspectos de la vida de las mujeres, como por ejemplo en su indumentaria. Adoptaron prendas como los pantalones o las chaquetas, hasta entonces limitadas al armario masculino, buscando comodidad y funcionalidad con preferencia sobre los criterios meramente estéticos o seductores.

El cambio más importante se produjo en la mentalidad de las sociedades europeas: se empezó a admitir que las mujeres podían desarrollar tareas hasta el momento asignadas a los hombres en exclusiva y desempeñar funciones con eficacia y competencia.

En contrapartida, esta participación activa femenina en la vida social tendía a considerarse como una situación temporal, o de emergencia, mientras la guerra durase, porque la opinión general era que su lugar natural estaba en su casa, cuidando a los suyos, sin olvidar el hecho de que por ser mujeres los salarios eran siempre inferiores a los de los hombres. Al finalizar la contienda, muchos hombres recuperaron sus puestos de trabajo, con el consiguiente incremento del desempleo femenino, de tal manera que en Inglaterra, por ejemplo, en 1919, 650.000 mujeres habían perdido su empleo.

Aun con algunos inconvenientes, este acceso a los diversos oficios estimuló a las mujeres para continuar luchando por su derecho al voto, una cuestión que había quedado aplazada por la guerra. Tal derecho se consiguió en Inglaterra en 1918; se reconoció el derecho al voto a las mujeres mayores de 30 años, y diez años después, en 1928, a las mayores de 21.

Padilla, G. y Rodríguez J. (2013):

La I Guerra Mundial en la retaguardia: la mujer protagonista

. Historia y Comunicación Social. Vol. 18. 191-206

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