Filosofía — 3 de noviembre de 2009 at 17:48

Epicuro y la vida feliz

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Epicuro de Atenas no fue el primer filósofo al que le preocupó el tema de la felicidad. Pero sí es uno de los pocos filósofos que ha enseñado de forma práctica cómo alcanzar la verdadera felicidad.

Nació en el 341 a.C. en la isla de Samos, donde había emigrado su familia proveniente de Atenas y donde él se educó. Cuentan que cómo su maestro de retórica no supo responderle a cuál era la causa del Caos del que hablaban las obras de Homero y Hesíodo, abandonó los estudios literarios para dedicarse a la filosofía y así poder obtener respuestas a sus preguntas. A los 18 años viaja a Atenas para cumplir con el servicio militar que duraba dos años. Viajó luego a la isla de Colofón y entre sus viajes pudo recibir clases de los más insignes filósofos platónicos y de los discípulos de Demócrito. Es en esta isla que comienza a tener forma su propia filosofía que se basaba en que los hombres vuelvan a tener confianza en los hombres.

Bien pronto se despierta en él su vocación pedagógica y junto con su hermano abren una escuela. El mismo Epicuro era el Jefe de la comunidad. Los discípulos podían ser hombres o mujeres, jóvenes o ancianos, incluso se admitían niños, pero no todos eran residentes. Los residentes adultos se llamaban compañeros-estudiantes de la filosofía; las clases elementales se sucedían durante todo el día en cualquier rincón disponible del Jardín. Todos los adscritos al movimiento juraban previamente: «Seré leal a Epicuro con quien yo he escogido vivir». Su economía era de ayuda mutua. Epicuro era enemigo de imponer cualquier clase de contribución que pudiera destruir el principio de voluntariedad. Los miembros aportaban lo que tenían o podían, y el sistema, o según se mire, la ausencia del mismo, parece que dio resultado.

Epicuro fue siempre un filósofo de conducta intachable, sencillo en sus costumbres y de carácter afable y paciente. En el Jardín, jamás se llevó un tipo de vida semejante a lo que hoy puede entenderse por «epicúrea»; por el contrario, se vivía muy humildemente, en base a los aportes de los miembros acomodados.

Para alcanzar la felicidad, que es el objetivo de la Filosofía, es necesario poseer algunas ideas y meditar sobre ellas con frecuencia. La primera es la creencia en la inmortalidad y en Dios. En segundo lugar, es necesario superar el miedo a la muerte. Para que la vida resulte agradable es necesaria salud física y equilibrio espiritual, siendo ésta última la condición más importante. Respecto al dolor y a la enfermedad, es posible fortalecerse en la lucha contra ellas por medio de la reflexión. Todo placer es bueno, pero esto no quiere decir que se deban desear todos. Por lo general, lo que es necesario es fácil de alcanzar, y lo inútil suele resultar costoso. Haría falta, entonces, acostumbrarse a una vida moderada para disfrutar de perfecta salud.

Lo que se suele entender por vida placentera es la liberación de dolor en el cuerpo y de la angustia en el espíritu. Esto se consigue con el uso de la razón, por una paciente búsqueda de los motivos que impulsan al ser humano a elegir o rechazar, y zafándose de las falsas opiniones que sólo sirven para turbar su paz de espíritu. Existe el placer de la perfección de la propia naturaleza humana, es un placer que dura muchísimo más y a la vez torna mejores a las personas.

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