Sociedad — 1 de enero de 2007 at 08:27

Globalización y evolución

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Existe un Ideal de Unión que los seres humanos venimos tratando de conquistar desde el fondo de los tiempos. Un ideal de fraternidad, de respeto, de justicia, equidad, igualdad , dignidad…. todos alguna vez hemos soñado con que nuestro Mundo no sea un mundo de guerra, dolor, injusticia, corrupción y hemos tratado de buscar y encontrar las soluciones para que los pueblos puedan

llegar a armonizarse, unirse y respetarse más allá de todas las diferencias culturales, religiosas, sociales, económicas…

Hoy, ese Ideal se ha convertido en lo que llamamos Globalización. Toda idea tiene un inicio y una conclusión; todo Ideal debe tener unos principios y fines claros. ¿Cuáles son los principios de la Globalización?

Éste término fue utilizado por primera vez en 1985 por Theodore Levitt para describir las transformaciones que venía sufriendo la economía internacional desde mediados de la década de los 60. Toni Comín define este proceso como “un proceso fundamentalmente económico que consiste en la creciente integración de las distintas economías nacionales en un único mercado capitalista mundial”.

Así los modos de producción y de movimientos de capital se configuran a escala planetaria. En los ámbitos económicos empresariales, el término se utiliza para referirse casi exclusivamente a los efectos mundiales del comercio internacional y los flujos de capital, y particularmente a los efectos de liberalización y desregulación del comercio y las inversiones, lo que a su vez suele denominarse como “libre comercio”.

La OMC (Organización Mundial del Comercio) es considerada la principal institución del proceso de globalización juntamente con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial. Y es que el terreno en el que la globalización más ha avanzado es en el de la economía. No existe una globalización política, ni de los derechos humanos, ni de la justicia, ni de la ecología… Es decir, el dinero no tiene fronteras, las mercancías algunas y los hombres muchas. Y es una globalización mutilada porque hay amplias zonas del planeta a las que no llegan sus efectos positivos: por ejemplo, la mayor parte de África.

Sí, es cierto que existe una Globalización, que ayudada por el avance en los sistemas de comunicación, hace que se den interrelaciones entre unos lugares y otros más allá de las distancias y barreras… pero estas relaciones tienen su fundamento en el desarrollo global del capital y no en el desarrollo global del Ser Humano. La ética se ve sometida al asedio del mercado.

He aquí la principal finalidad de la Globalización tal y como lo estamos viviendo en nuestros días: el enriquecimiento económico. La globalización incrementa la desigualdad, debería ser un motivo para nuestra inquietud; el medio ambiente se deteriora con rapidez, se subordinan las más esenciales necesidades humanas, los valores, la convivencia, la educación, la sanidad, a medida que crecen y se desarrollan los capitales.

En nuestra vida cotidiana todo este proceso se manifiesta en el sentido que muchas veces le damos a nuestras vidas: “Compro, por lo tanto existo”. Una característica de este consumismo en el que estamos sumergidos es el ofrecer a los consumidores objetos baratos, a veces absolutamente inútiles, para que se gasten rápidamente, sean rechazados y sustituidos de nuevo. Los consumidores se engañan pensando que acumular objetos quiere decir tener un buen nivel de vida.
Esta sociedad de consumo de “usar y tirar” ha conseguido una seguridad alimenticia y social para una minoría (el 20% de la población mundial del hemisferio norte) y ha mantenido a 1/5 parte de la humanidad en la pobreza. Todo esto a costa de una destrucción de recursos planetarios sin precedentes.

Es un modelo sin futuro, insostenible, teniendo en cuenta las elevadas demandas de recursos y múltiples costos que su funcionamiento comporta.

El 80% de la población cuenta con menos del 20% de los ingresos, pero es que, además, los pueblos que mantenían cierta calidad de vida sin apenas necesidad de dinero (campesinos autosuficientes, indígenas…) están perdiendo sus modos de vida, expulsados de sus tierras por grandes empresas o por las necesidades del mercado.
800 millones de personas pasan hambre.

No nos engañemos. Debemos conocer el mundo en el que vivimos. No para desalentarnos ante las injusticias, sino para comprender las causas que las originan. Y ante la comprensión, el conocimiento del por qué, debemos día a día buscar los caminos que nos lleven a corregir el rumbo de nuestros pasos.

Tenemos que construir para el futuro y es responsabilidad de cada uno de nosotros. Comencemos por Globalizarnos a nosotros mismos, por vivir coherentemente con nosotros mismos, vivir nuestros ideales en lo personal. Aprendamos a convivir, respetar, fraternizar con nuestro vecino, con nuestros compañeros de trabajo, con nuestra familia. Desarrollemos en medio de una sociedad que fomenta la competitividad, el egoísmo, la envidia… la generosidad, el valor, la honestidad, el amor… protejamos la justicia con nuestros propios actos. Quizá éste sea otro de los difíciles retos de nuestro mundo. Sabemos que económicamente podemos evolucionar, lo hemos demostrado, pero la evolución no puede ser tan sólo económica, tecnológica. Toda evolución auténtica parte de la raíz profunda del ser humano, de sus más elevados principios vitales, éticos, espirituales y quizá deberíamos empezar por alimentar nuestras raíces. Recuperemos nuestros valores y empecemos por globalizarlos. Reunamos los valores de la humanidad, sus más altos principios, aquellos principios universales que se encuentran en todos los pueblos y culturas y que viven en el corazón de cada hombre y mujer. Y con éste legado que es nuestra mayor riqueza mundial, tratemos de reorientar nuestro presente para poder realmente construir un futuro digno y seguro para los que vendrán.

 

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