En esta ocasión Sofía Coppola nos trae de la mano el retrato de una mujer bastante controvertida en su época. Es la historia de María Antonieta, reina de Francia,
la cual fue decapitada en un momento histórico en que la sociedad entera se convulsionaba en uno de los momentos más críticos que ha sufrido. Esta reina fue acusada por sus excesos en fiestas y extravagancias interminables mientras el pueblo moría de hambre.
Parece que esta cinta a unos les desengaña definitivamente, el talento de director no se hereda, y les parece superficial y frívola tal como la reina en su momento. No tiene ningún mensaje, no aporta nada, y es un espectáculo de luces y colores definitivamente llamativo pero insulso y efímero. Para otros, obra original y fascinante como ninguna.
Con una estética colorista y fantasiosa a golpe de guitarra eléctrica, lo único que podemos decir desde aquí, es que cuando vayamos al cine, vayamos a ver una actriz, una dirección, e incluso un buen guión, pero no a María Antonieta. Sobre todo porque no nos resultará creíble, la figura que se nos presenta lo hará desde un anacronismo imposible.
Pero más allá de las formas, aquel que sepa y quiera ver por encima de los defectos estéticos, adentrándose en las profundidad de aquello que Coppola nos quiere transmitir, más que una biografía o retrato psicológico, pensamos que es una excusa para un canto a la belleza de la juventud, los sueños cumplidos, sentir erróneamente que se está tocando el cielo porque no se puede llegar más alto, la locura momentánea de quien piensa que todo es posible porque en su mano tiene todo el poder, sometido a la vanidad femenina.
Hay un vacío vital que Coppola nos presenta alrededor de esta figura, que se vuelca en esta vorágine egoísta que la arrastra hasta un inevitable y crudo contacto con la realidad. Tal vez no está tan lejos el ver multitud de personas con los mismos síntomas, encumbrados y envueltos en esta misma espiral, mientras la gran masa hambrienta de seres humanos que malviven en la otra parte del mundo los contemplan a través de un desvencijado televisor.
Tal vez sea eso lo que Sofía Coppola nos quiera mostrar, el éxito social y sus peligros para quien fue demasiado joven para asumirlo. Vayamos pues al cine de puntillas y reflexivamente, disfrutemos del frenesí del espectáculo pero no dejemos de sacarle partido a la historia. Se lo debemos a María Antonieta.