La presencia de estos hombres venidos de Oriente es un misterio que se repite cada año en el mundo. Por ello, hemos salido a la calle, micrófono en mano, y les hemos preguntado a los peques sobre sus mejores deseos en el día de Reyes. Para los niños son seres reales, bajados de las estrellas, que los visitan en sus casas y les dejan regalos. En esta ocasión les escriben una carta especial.
Su carta a los Reyes Magos está llena de tachones, de nombres de regalos que se montan sobre otros regalos como un árbol de navidad, y en medio de ese remolino de peticiones se distingue un gusano de 10 letras que dice ‘Telescopio’. “Lo quiero para ver las estrellas y la luna”, dice Andreu, un niño de 6 años, mientras toma de la mano a su madre, con quien quiere compartir los misterios celestes.
Él ha oído que hace muchísimos años, en un territorio lejano, tres Reyes Magos también miraron las estrellas, le dieron de beber a sus camellos y atravesaron cientos de kilómetros hasta donde estaba el niño Jesús con su madre, como Andreu con la suya, para adorarlo y entregarle sus regalos. Por eso sabe que a la puerta de su casa también llegarán ellos con su telescopio y otros juguetes.
¿Y si en lugar de juguetes dijeran que sólo te pueden traer amor, paz, felicidad, amistad y así otras cosas? “Les pediría el telescopio porque por él podemos mirar todos en la familia”, insiste.
Natalia, de 7 años, escoge la paz. “Hoy nos dijeron en clase que hay muchas personas que trabajan y sufren mucho”, dice a la salida de su colegio rodeada de sus compañeritos. La interrumpe Sara, de 8 años, quien contesta la pregunta, ¿por qué la paz? “Porque el mundo es mejor en paz”, dice con esa sentencia sencilla y clara de los niños. “No me gusta la guerra, las he visto muchas veces”, complementa Helena, de 7 años. Ella conoce a los Reyes Magos, le parecen viejos, altos y feos, con barba.
“Ésos son los de mentira, los que salen a la calle”, dice Julia, de su misma edad, “los de verdad son los que aparecen en mi casa en la noche con los regalos”, añade. Ella está acostumbrada al ritual: antes de acostarse el 5 de enero les deja agua, turrones y para los camellos un poco de pasto y leche. Al otro día la emoción es muy grande. Falta un pedazo de turrón, la taza de leche está casi vacía y del pasto queda muy poco.
Algunos adultos le han dicho que los Reyes Magos son una invención, un engaño de los mayores, ella no lo cree en absoluto. Un día descubrió la capa de un rey mago, sólo recuerda que era muy bella, cubierta de adornos y estrellas, y que cuando la quiso tocar desapareció ante sus ojos. “Hay muchas cosas en las que creemos que no vemos”, dice otro niño con cara de saber muchas cosas. Él mismo explica con cierto aire científico que los Reyes Magos vienen de Orión. No tiene muy claro cómo descienden a la tierra pero sí que les pediría amistad “porque me gusta tener el cariño de las personas y de los reyes”, afirma. “Yo pido amistad porque puedo estar más tranquilo con mis amigos y familia”, dice a su lado Juan, aunque hace énfasis en que también quiere su bicicleta.
“Yo les pido que mi familia sea feliz y que los pobres puedan comer”, dice Susana, de 9 años. Como el personaje de la historieta de Mafalda, quiere lo mejor para el mundo aunque los adultos le parecen muy complicados, tal vez por eso piensa que no comprenden a los Reyes Magos, están cerrados al misterio, a la magia, al maravilloso cielo que revela un movimiento infinito de estrellas que anuncian la venida de seres especiales como Jesús, Buda, Mahoma y tantos otros iluminados o no tan iluminados, simplemente seres con amor y sabiduría como estos tres venidos de Oriente con su cargamento de regalos.
Los tres Reyes Magos visitan por igual a niños y adultos. Traen juguetes y obsequios a la medida de cada uno. Los niños abren con inocencia su corazón, por ello entienden mejor su misterio, el secreto de su venida y de sus regalos, de esa paz y amor que rodea su presencia cada vez que el cielo anuncia, una vez más, su paso por la Tierra.