Evidentemente existen muchas más de diez razones para visitar la Ciudad Eterna, uno de los destinos imprescindibles para cualquier viajero en todo el mundo. Aquí vamos a resumir algunas de las más evidentes junto a otras propuestas más originales y atrevidas.
1. Roma antigua
Casi cualquier rincón del casco antiguo romano conserva un trozo de muro o una columna perteneciente a los antiguos monumentos históricos, destruidos en su mayor parte a mazazos por la intransigencia religiosa, para convertirlos en cal dentro de hornos a lo largo de todo el medievo. Un placer añadido a nuestro viaje es ir descubriendo estos restos olvidados mientras paseamos por las bulliciosas calles de la ciudad.
2. Villa Borghese
Seguramente hay pocos otros lugares con semejante acumulación de belleza por metro cuadrado como el palacio del cardenal Scipione Borghese, en la villa del mismo nombre. Las obras de arte romanas, renacentistas y barrocas se acumulan salón tras salón y no sabe uno hacia dónde mirar. El Apolo y Dafne, de Bernini, y el retrato sedente de Paulina Bonaparte, de Canova, son dos de las estatuas más bellas que existen sobre la tierra.
3. Los Foros
En torno a este espacio histórico, rescatado por Mussolini en los años treinta, se acumulan los monumentos romanos más espectaculares: el templo de Mitra, bajo la basílica de San Clemente, el Coliseo, el arco de Constantino, el Foro Romano, el arco de Tito, el monte Palatino, el Aventino, la columna, el Foro y los mercados de Trajano, el Foro de Augusto, la estatua ecuestre de Marco Aurelio, el teatro de Marcelo o el Circo Máximo.
4. El Renacimiento
Aunque en su mayor parte está representado por basílicas de dudoso gusto, no podemos olvidar el magnífico palacio Farnese, Campo dei Fiori, y obras maestras del arte como los frescos de Rafael en el Vaticano, o la Basílica de San Pedro, con su innovadora cúpula, las pinturas murales de la Capilla Sixtina, el Moisés, la Piedad o la plaza del Capitolio; pinturas, esculturas y arquitecturas que debemos todas al genio del mismísimo Miguel Ángel.
5. Domus Aurea
La leyenda pretende que el emperador Nerón fue un déspota enamorado de sí mismo y de sus más que dudosas dotes artísticas, famoso por haber ordenado el incendio de Roma ante una perentoria necesidad de inspiración poética. La moderna arqueología parece desmentirlo. Una evidencia de ello es la llamada Domus Aurea, una espectacular construcción cubierta de oro, ahora subterránea, dedicada a todas las artes. Una visita realmente evocadora.
6. El Panteón
El emperador Adriano quiso honrar al eclecticismo religioso romano elevando un edificio espectacular a mayor gloria de todos los dioses: el pantheos o Panteón. Se trata de un edificio, de arquitectura revolucionaria y proporciones inmensas, que lleva en pie mil novecientos años. Despojado de su decoración original y convertido en iglesia para el Dios único de los cristianos, su cúpula abierta al cielo y decorada de casetones sigue siendo un hito difícil de superar.
7. Museos Vaticanos
Una de las concentraciones de tesoros mayores que existen, junto a la Capilla Sixtina y la Biblioteca del Vaticano. Podemos admirar el Museo Egipcio, aunque casi todas las piezas sean romanas, el Museo Pío Clementino de escultura, en el que destacan el Apolo Belvedere y el legendario Laocoonte, hallado en 1506 cerca de la Domus Aurea, y el Museo Gregoriano Etrusco, con algunos de los mejores objetos etruscos del mundo.
8. Trastevere
Una de las zonas más pobres de la ciudad en el siglo XIX, este populoso barrio situado tras el Tíber, que le da nombre, es una de las zonas más encantadoras y auténticamente romanas, con sus restaurantes y su animada vida nocturna. Desde aquí es fácil una escapadita a la isla Tiberina, un remanso de paz dedicado a Esculapio y a las facultades curativas desde tiempos inmemoriales.
9. Catacumbas
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto se extienden las galerías que existen por toda Roma como una segunda ciudad subterránea, aunque algunos afirman que son más de ochocientos kilómetros. Veneradas por el cristianismo como asentamiento de los primeros devotos perseguidos, su utilización original era de cementerio para los antiguos romanos. Las más famosas y extensas son las de San Calixto, a las que se accede por la vía Appia Antica.
10. La cocina italiana
Aunque comer en Roma puede ser una de las actividades más gravosas a las que nuestro bolsillo puede enfrentarse, no deja de ser un placer sentarse a la mesa para saborear la mejor cocina italiana que existe. Evidentemente toda clase de pasta, pero tampoco hay que olvidar los antipasti, las sopas, el rissoto, y los platos fuertes, como el abbacchio o el capretto. Para postre, el famoso gelato, de todos los sabores, el ricotta o dulces como el delicioso tiramisú.