No es fácil erradicar la envidia de nuestro mundo pero no sería tan complicado poner coto a las acciones de los envidiosos perversos si nos pusiéramos a ello.
El mobbing es la agresión de un grupo sobre un individuo al que se pretende eliminar. Es el proceso por el que una persona que sufre un conflicto laboral ordinario es objeto de acoso psicológico o moral por parte de otro que moviliza al grupo al que pertenecen, consiguiendo que todos o algunos de sus miembros participen de las actitudes agresivas que pueden llegar a propiciar la eliminación de la víctima.
LA CAUSA
Pandemia imparable. El virus de la envidia y sus consecuencias se enseñorean de nuestros lugares de trabajo. Es, de todos, el elemento más perturbador de la paz laboral. Por la envida entró la muerte en el mundo, y gracias a ella y a otros elementos colaboradores, nace el tan traído y llevado mobbing. La mano de la envidia prende el incendio del hostigamiento laboral que crece alimentándose de la amoralidad, de la desorganización, del abandono; y acaba arrasando nuestros más apacibles y frondosos bosques laborales.
El envidioso patológico, el narcisista perverso que cualquiera puede tener sentado a su lado en la oficina no se conforma con desear el daño al envidiado: necesita su destrucción. Su presencia y hasta su recuerdo destrozan su prepotente y falsa representación de si mismo. Pero van más allá; el hostigador envidioso que maltrata a un vecino laboral lo hace con la secreta esperanza de incorporar los valores del otro hacia su persona. Algunos expertos hablan de vampirismo psicológico para describir cómo este maltrato pretende devorar emocionalmente al envidiado para, emulando a Idi Amin Dada que comía el hígado de sus adversarios, incorporar a sí mismo las cualidades y valores de su enemigo.
Conviene que sepamos que algún envidioso con el que compartamos mundo laboral puede, si le dejan, mandarnos a la baja médica, al paro, o a la tumba si consigue desquiciarnos lo suficiente.
ALGO MÁS QUE UN ACOSADOR
Para que se produzca el mobbing, es necesario algo más que un hostigador sistemático; los acosadores son sólo el principio, proporcionan al cóctel el móvil del mobbing: la envidia. Pero otros elementos son necesarios como los testigos mudos, la desorganización funcional, las prebendas, los favores debidos, los amiguismos y ese corporativismo al que sólo quienes comparten casta llaman «compañerismo». Todo contribuye pero de todos uno es el elemento central: el padre de todo acoso múltiple.
Cuando un hostigado/acosado consigue levantar su voz para reclamar su legítimo derecho a una vida digna y en paz, el/la directivo/a con autoridad, superior del acosador, decide que la buena marcha del sistema exige una solución rápida al que ya ahora se califica de conflicto y no de acoso, y que cuesta menos sacrificar al uno, víctima, sola y enferma (… desagradable) que enfrentarse con el Séptimo de Caballería a la carga. Y así lo despiden, expedientan o trasladan.
Pero no conviene engañarse, estos directivos que tienen la última palabra no son malos de película, feos, torpes y patosos, no. Son gente guapa, zapato de charol o camisa de rayas a la última. Pero además, así como al acosador su patología narcisista y perversa le obliga a la agresión, ellos carecen de atenuante.
Nada les induce a dañar; nada distinto de su interés coyuntural. Entre defender la razón, el orden y la verdad, o ceder a las presiones y cohesiones internas, optan por apuntillar al reo. Pero, curiosamente, no se encuentra resto alguno de sangre en las manos de quien manda matar al mensajero. Si algo le caracteriza es precisamente lo limpio de sus maneras. Si hay una técnica que dominar para crucificar limpiamente a alguien es precisamente la técnica de lavarse las manos y de asegurarse que la sentencia, sanción, despido o destierro, parezca dictada por el populacho.
LAS VÍCTIMAS
Las víctimas suelen ser precisamente personas íntegras. Aquellos que son más capaces de vivir como piensan. Los más autoexigentes. Los que se han convertido sin pretenderlo en referencias de cómo hay que hacer las cosas; traducido al mundo laboral: los mejores y más brillantes trabajadores. Hay un libro muy antiguo que ya habla de los perfiles de estas personas, sus personajes se llaman Caín y Abel.
Lo habitual es que cuando las víctimas se dan cuenta del verdadero origen de su problema ya se han producido graves daños tanto para su salud como en sus entornos laboral, social y familiar. Y aún en estos casos, cuando se abren los ojos, suele ser producto de la intervención de alguien no contaminado por la atmósfera laboral tóxica que se ha generado a su alrededor; por alguien con «ojos limpios» que todavía es capaz de ver lo que otros no pueden permitirse ver.
El acosado no entiende nada. Hay que tener en cuenta que las técnicas de acoso psicológico son extremadamente sutiles y que basan su eficacia en la prolongación en el tiempo. La víctima además carece de la referencia real de las consecuencias de la envidia. Con toda probabilidad ya habrá sido envidiado antes pero no ha llegado a identificar como agresor al envidioso por la sencilla razón de que ninguno le ha conseguido hacer daño hasta entonces. La víctima desconoce el potencial dañino de un envidioso perverso y no lo reconoce, porque no lo ha conocido antes, de ahí esa aparente ingenuidad de las víctimas que son las ultimas en enterarse de que van «a por ellas».
Cuando el proceso está ya avanzado la sensación de la víctima es la de encontrarse inmerso en una película de terror, todo a su alrededor provoca pánico y además carece por completo de ninguna capacidad de influir en su entorno. La película sigue inexorablemente el desarrollo de su guión haga lo que haga para intentar impedirlo.
EL PAPEL DE LA SOCIEDAD
Lo primero que la sociedad debe hacer es admitir que este problema existe, que la innumerable cifra de depresiones, de bajas laborales y suicidios que todos tenemos que soportar responden a lo que los científicos y estudiosos nos describen como ambientes laborales tóxicos. Reconocerse enferma es lo primero que ha de hacer nuestra sociedad, después, usando de la legalidad, perseguir a los delincuentes que hoy se amparan en la oscuridad.
Imaginemos un mundo en que algunos delincuentes asesinaran a sus víctimas por un procedimiento simple y nuevo para esa sociedad, clavándoles un cuchillo en el pecho. Imaginemos que allí a la policía y para ese tipo de delito sólo se le permite investigar a los muertos y heridos, nada más, no a los sospechosos, y que además la denuncia tenga que venir de las víctimas porque no sea perseguible de oficio. Que las víctimas pagaran las investigaciones y obtuvieran las pruebas necesarias. No sería fácil que los muertos denunciaran, ¿verdad?; a los que quedaran trastornados por el ataque ya no se les tendría en cuenta; finalmente los que quedaran menos perjudicados harían la denuncia pero, ¿Cómo descubrir al culpable sin investigar a los sospechosos?
SABER QUÉ HA OCURRIDO
La investigación teórica, la puesta en contacto con una asociación o el intento de acreditación de una situación de mobbing no son útiles únicamente para la fundamentación de un informe de investigación o denuncia desde un punto de vista legal, sino que además es útil cuando es elaborado por la persona acosada, para llegar al verdadero esclarecimiento del por qué su deterioro ha llegado a ser tan importante, pues sus vivencias laborales encajan perfectamente con las descripciones que los estudiosos de este fenómeno hacen de los actos de acoso y de los perfiles de sus protagonistas. Y este entendimiento es fundamental para la desculpabilización tan necesaria del acosado que no entiende (por eso llega a ser acosado) el que haya una explicación lógica que justifique el haber llegado a su situación personal. Esta labor de estudio, de análisis, de objetivación de los hechos por comparación con los descritos con expertos fiables posibilita el milagro de hacer la luz en la condicionada mente de la víctima que así puede llegar a entender lo que le ha venido sucediendo, ya no desde su responsabilidad, desde su culpa, sino desde la verdadera raíz del problema.
Para la víctima de mobbing quizá pueda ser una buena forma de desarrollarse a sí mismo el buscar logros de orden superior en un plano diferente al de la oficina, en el campo de la ayuda a los afectados de acoso psicológico podría, por ejemplo, encontrar un buen terreno para desarrollar todas sus iniciativas buscando no ya una carrera profesional sino una progresión personal a la que quizás de una manera fortuita, el mobbing y su acosador le han abocado sin querer. El arte, la literatura, un negocio con gente de fiar donde se pueda laborar a favor de algo, sinérgicamente y no en contra de alguien, son otras ideas a poner en práctica.
Enlaces de interés:
http://mobbingopinion.bpweb.net/artman/publish/article_1550.shtml
http://www.unizar.es/gine/MB/fases.htm
http://www.mobbingmadrid.com/
http://www.acosomoral.org/EntrevPAccino.htm