Filosofía — 5 de marzo de 2008 at 21:37

Lazos universales

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Son cinco mujeres valientes, decididas, y con un gran ímpetu vital. Proceden de lejos, pero las siento muy cerca.

Minutos antes de dormirme, reparé en lo que me había aportado el día y lo que le había otorgado yo. Es un ejercicio de autoobservación muy efectivo para ahondar en ti y en tus relaciones. Lo primero que vino a mi mente fue lo impensable e inusual que hubiera sido, hace sólo unos años, poder dialogar en unas horas, en un tramo de no más de 50 m, con cuatro mujeres excepcionales de cuatro nacionalidades diferentes, con gran espíritu emprendedor y muy seguras de sus capacidades. En una sola calle, en un solo día, en un pueblo de no más de 5.000 habitantes, había intercambiado impresiones sobre aspectos cotidianos, pero también profundos, con cuatro mujeres de bandera, separadas por distintos continentes, pero unidas por la energía de la integridad, de la totalidad.

A primera hora de la mañana me paré a visitar a Rocío, mexicana, mujer resuelta, que extrae lo mejor de cualquier circunstancia, que valora lo que tiene y que sabe muy bien hacia dónde se dirige. Su tienda de prensa y dulces no es su primera experiencia laboral en nuestro país. Allá donde va deja la huella de la positividad. En su local flotan palabras de actualidad de los diarios, pero también de metafísica, de aspiraciones y sueños. Me habla de la importancia de entablar conversación con las personas que se acercan a su negocio para afianzar las relaciones, y me describe sus planes, cómo visualiza serenamente su futuro, mientras vive plenamente su presente. Nos pisamos las palabras; las ideas y las emociones se trenzan de tal manera que difícilmente se distingue a quién corresponden. Nos maravillamos de la sincronía y similitud de nuestros pensamientos. De tan lejos, y tan cerca.

Unos metros más abajo, Ana, una vital dominicana, alegre y expresiva, con una mirada tierna y limpia, me cuenta sus proyectos, el futuro brillante que desea y planea para su hija, mientras da la orden a una máquina para que prepare una mezcla de pintura; cuida con esmero su negocio, que mantiene limpio y ordenado hasta el extremo. Cada cosa en su lugar y que nada falte. Nuestra conversación deriva también hacia el mundo de las sensaciones y los sentimientos. Sin darnos cuenta del paso del tiempo, nos enredamos en una amena plática a la que nos cuesta poner punto final. Las obligaciones cotidianas me obligan a marcharme, pero lo hago con una inmensa sonrisa. A lo largo del encuentro repetimos esa gráfica frase, que surge cuando algo se mueve por dentro: “Se me pone el vello de punta”.

lazosuniversales1.jpgPasando sólo una bocacalle, tan sólo a una “cuadra”, Anabel, una argentina perfeccionista y cumplidora, que recibe a la clientela de su peluquería con voz dulce y tono educado. Muy profesional y cercana, atiende con dedicación, sin reparar en el tiempo que invierte en cada uno de sus clientes. Paso a paso, se ha ido ganando a un público fijo, que repite asiduamente la sesión de autoestima en su local. Sales guapa por fuera y por dentro. Posee una energía especial que atrae a un tipo de clientes también singulares. En su peluquería no se habla de prensa rosa ni amarilla. Allí confluyen personas interesadas en aspectos que van más allá de lo trivial, de lo conocido, de lo tristemente tratado hasta la saciedad. La amenidad y el calado de los encuentros que tienen lugar en su local contribuyen, sin duda, al enriquecimiento personal.

Y, con ella, una angelical joven rubia, de procedencia polaca, Ágata, una polaca con nombre de tango argentino, que debió actuar como elemento de atracción hacia ese negocio. Su mirada azul cielo denota la limpieza de su espíritu. Es una persona hecha a sí misma, como consecuencia de los avatares de la vida, que no le han impedido que se muestre abierta y espontánea, que deje ver lo mejor de sí, que ofrezca su propia luz. Es activa y tiene ansias de aprender; atiende minuciosamente a las explicaciones de Anabel, porque sabe muy bien que su felicidad dependerá de sus propias elecciones y de las ganas que le ponga a la vida. Con rostro de niña, destila madurez por todos los poros de su piel.

Ellas me han confirmado mi propia convicción de que “querer es poder”, de que si uno cree en sí mismo y persigue sus sueños, poniendo esa cota de inteligencia y sentido común necesaria para que todo salga a flote, pueden llevarse a cabo.

A través de ellas se reafirma también en mí la certeza de que somos únicos e irrepetibles, pero, a la vez, tan similares a nuestros semejantes que los proyectos vitales se confunden y entrelazan, y las palabras y los sentimientos son ecos del mundo que han decidido dejar de vibrar para fundirse.

Ellas me han enseñado que nuestros átomos, nuestra constitución biológica y existencial no es la de ciudadanos de aquí y de allá, ni nuestra identidad la que figura en los registros, sino que todos, sin excepción, somos seres humanos, plenos de experiencias por desarrollar y compartir.

Concha Barbero de Dompablo es Licenciada en Filología Hispánica.
Desarrolla su actividad profesional, como redactora y documentalista, en CESVIMAP, empresa del grupo MAPFRE, ubicada en Ávila, dedicada a la investigación y formación en el campo de la automoción.
Colabora con diversas revistas y es autora del libro Palabras para el Bienestar, publicado por Ediciones Obelisco en 2007. Ganó, el pasado año 2006, el segundo premio de relatos cortos, convocado por MAPFRE, con la publicación “De pueblo, en cuatro estaciones”.
En la actualidad, está preparando su segundo libro, que aborda cuestiones relacionadas con el talento y la creatividad.

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