¿Qué nos hace humanos? Blade Runner 25 Aniversario
¿Cuánto hay en nosotros de robot? ¿Cuánto de humanos?
Mucho se ha escrito sobre esta película, y más desde que estamos en su 25 Aniversario, pero quizá no tanto sobre la inquietud existencial que inspiró la obra original “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Philip K. Dick. Nos referimos al factor humano, a la eterna cuestión de qué es lo que nos hace humanos, el origen al que hace referencia la película con sus anagramas de neón, aquello que siempre nos distinguirá de los androides por muy perfectos que sean. Y al contrario, también se plantea el problema de cuándo dejamos de ser humanos para convertirnos en máquinas programables, sin criterio propio y capaces de arrebatar la vida de otro ser humano sin pestañear; de ejemplos está nuestra historia, presente y pasada, llena.
La película plantea eso y otras muchas cosas más, sólo hay que ponerse en el lugar de los androides, los replicantes modelo Nexus-6 “más humanos que los humanos” según la intención de sus creadores, la Tyrell Corporation. También nosotros llevamos una vida de trabajo a menudo desagradable, también tenemos fecha de caducidad aunque esta sea mayor de 4 años y lo llamemos con el eufemismo de “expectativa de vida”, también nosotros desconocemos al “creador” y nos es casi imposible llegar a él, también necesitamos de recuerdos que nos den una identidad, etc., etc. Hecha la identificación y sembrada la duda, el dramatismo, la intensidad y la belleza del tema está servido.
Esta preocupación reflejada en máquinas con “alma” (o inteligencia artificial) no es nueva, ya en 1968 se estreno “2001: Una odisea del espacio”, dirigida por Stanley Kubrick. En ella el ordenador HAL 9000 parece tener vida y criterio propio; en un momento dado se equivoca y, para disimular (algo muy humano), se carga a varios tripulantes. También tenemos “Engendro mecánico”, pelí¬cula de 1977 dirigida por Donald Cammell. En ella un superordenador se niega a decir cómo sacar petróleo del fondo del océano para no perjudicar la vida marina, y luego se las arregla para renacer en un ser de carne y hueso. Luego “Blade Runner”, dirigida por Ridley Scoutt, se estrenaría en 1982. Luego vendrían películas menores como: “Yo, Robot” de Alex Proyas, protagonizada por Will Smith, y donde el robot NS-5 desarrolla simpatías y hasta tienen psicólogos de robots; “El hombre bicentenario”, protagonizada por Robin Williams y dirigida por Chris Columbus también entraría en este tipo de obras, las de androides casi humanos, en esta ocasión un alma de artista surge en Andrew, un autómata de serie.
De esta manera nuestras simpatías para con los protagonistas entra en conflicto, pues en la película que nos ocupa, un dubitativo detective casi retirado tiene que acabar con ellos. Harrison Ford hace el papel de Deckard, el blade runner que es obligado a hacer su antiguo y sucio trabajo, retirar “pellejudos” sublevados. El personaje parece intuir esta extraña e inesperada vida propia que han tomado los Nexus-6, y a veces observa horrorizado la agonía de sus víctimas. De esa forma no hay buenos ni malos, en todo caso un sistema que no está preparado para aceptar que sus máquinas puedan desarrollar una conciencia casi humana, y cuya única solución o respuesta al tema es limitar la vida de los Nexus-6 a cuatro años, y todo para prevenir el peligro de su “desarrollo emocional” inestable. Como si los humanos de verdad fuéramos perfectamente estables.
El paralelismo con nuestra propia vida se hace patente. También en la historia de la humanidad, cada época tiene su puñado de hombres incomprendidos que tratan de ser escuchados y cambiar las cosas, y siempre hay un sistema represor que los rechaza, véase por ejemplo las revoluciones, la abolición de la esclavitud, o la lucha sindical. El nivel de libertades y justicia que hoy disfrutamos se lo debemos a esos pioneros que tenían una nueva conciencia y lucharon por ella. En “Blade Runner” los replicantes sólo quieren vivir más, y de alguna forma ser aceptados, pues se sienten ciudadanos de segunda. Véase si no el disgusto de Rachel, secretaria en la Tyrell Corporation y replicante que no sabe que lo es, cuando Deckard descubre con ayuda de la máquina Voight-Kampff que, efectivamente, es una Nexus-6 a la que le han implantado recuerdos para darle estabilidad emocional. Incluso escapándose, hace una visita a Deckard para demostrarle que es humana, pero al descubrir que sus recuerdos son artificiales huye llorano. Más tarde acaban enamorándose…
Roy, el líder de los replicantes, consigue atravesar todas las barreras de seguridad de la Tyrell C. y estar cara a cara con su creador (volver al origen). Le pide más vida, pero ante la imposibilidad de ello Roy acaba dando muerte a su creador. Este personaje está magistralmente interpretado por Rutger Hauer, actor que aportó las últimas y sublimes palabras que Roy dice antes de morir, y que supo desde el principio la envergadura de la película que estaban rodando, algo que no todos los actores pueden decir.
Roy, de alguna forma, y al igual que sus compañeros replicantes, ha desarrollado conciencia de estar vivo, y no entiende por qué ha de morir. ¿Acaso lo entendemos nosotros los humanos? Y reacciona con violencia vengativa al principio, pero al ver cómo se le escapa el tiempo, esos cuatro años, su amor por la vida le hace amar todas las vidas, y paloma en mano salva a Deckard cuando éste se precipitaba ya al vacío… entonces, sentado en la postura del loto, en una azotea oscura, mugrienta y mojada por la lluvia, y ante la incrédula mirada de Harrison Ford, pronuncia Roy sus poéticas y últimas palabras que le otorgan la categoría de humano, más humano que muchos humanos:
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves ardiendo más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos… esos momentos… se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
Roy muere y una paloma huye volando hacia el cielo.
Sin duda alguna este tipo de argumentos tienen algo que nos atrapa, por eso no podemos dejar de emocionarnos cuando uno de estos androides, de manera inexplicable, rompe con las cadenas de su automatismo, o de aquello que lo tenga apresado, y se transforma en… «algo más que una máquina», quizá en un ser humano.