Filosofía — 11 de noviembre de 2008 at 00:20

El Alma en la Filosofía Neoplatónica (II)

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El retorno del Alma o la finalidad del Hombre

A la bajada o descenso del alma ha de seguir un camino de ascenso o retorno hasta su fuente, una huida de la materia a la que Plotino identifica como el mal, causa de todos los vicios y males por cuanto adormece y mata al alma amalgamada con ella.

«…Muere, pues, el alma como puede un alma morir: la muerte para ella, cuando está todavía inmersa en el cuerpo, consiste en hundirse en la materia y atestarse de ella, y, una vez salida del cuerpo, en yacer en ella, hasta que se dé a la fuga y quite la vista, de algún modo, del cenagal. Y esto quiere decir lo de ir al Hades y volver a dormirse allá.» (26)

La huida es un sendero de ascenso al origen que necesariamente el hombre tendrá que hacer en varias etapas o niveles: de lo sensitivo a lo racional primero, de lo racional a lo intelectivo después y de allí a la unidad del Bien.

«Ahora bien, el alma, una vez salida, pasa a ser aquello que fue preponderante. Por eso hay que huir hacia lo de arriba, a fin de que huyamos no al alma sensitiva, yendo en pos de los simulacros sensibles, ni a la vegetativa, yendo en pos del deseo de engendrar y de la gula en el comer, sino a la parte intelectiva, a la Inteligencia y a Dios». (27)

» ¿ Y cuál es el modo? ¿Uno solo y el mismo para todos éstos o uno para cada uno? Pues bien, las etapas del viaje son dos para todos, sea que estén subiendo, sea que hayan llegado arriba: la primera arranca de las cosas de acá abajo; la segunda es para aquellos a los que, habiendo arribado ya al mundo inteligible y como posado su planta en ella, les es preciso seguir caminando hasta que lleguen a lo último de esa región, que coincide precisamente con el final del viaje». (28)

Es el gran viaje, la gran aventura representada en el regreso de Ulises que tiene que superar las numerosas ocasiones en las que se le invita a sumergirse en el deseo y olvidarse de Penélope, quien le espera pacientemente. Es, cómo no, el mito de la caverna.

«Huyamos, pues, a la patria querida, podría exhortarnos alguien con mayor verdad.
-¿Y qué huida es ésa? ¿Y cómo es?
-Zarparemos como cuenta el poeta (con enigmática expresión, creo yo) que lo hizo Ulises abandonando a la maga Circe o a Calipso, disgustado de haberse quedado pese a los placeres de que disfrutaba a través de la vista y a la gran belleza sensible con que se unía. Pues bien, la patria nuestra es aquella de la que partimos, y nuestro Padre está allá.
-¿Y qué viaje es ese? ¿Qué huida es esa?
-No hay que realizarla a pie: los pies nos llevan siempre de una tierra a otra. Tampoco debes aprestarte un carruaje de caballos o una embarcación, sino que debes prescindir de todos esos medios y no poner la mirada en ellos, antes bien, como cerrando los ojos, debes trocar esta vista por otra y despertar la que todos tienen pero pocos usan.»
(29)

«Hay que volver, pues, a subir hasta el Bien, que es el objeto de los deseos de toda Alma..» (30)

En la iconografía de las tres Gracias, éstas siempre están entrelazadas por sus brazos, como reuniéndose en un círculo en movimiento. Pues bien, Plotino deja claro cómo el alma, en ese camino de huida, asciende toda ella, no separando sus diferentes partes, sino reuniéndose el alma inferior con la racional primero, para luego ir en pos de la intelectiva; como si desde arriba fuesen traccionadas y, citando a Platón, insiste en la analogía de cómo el ojo no puede dejar la oscuridad para dirigirse a la luz con una parte de nosotros, sin la totalidad del cuerpo:

«Mas -observé-, la discusión que sostenemos nos hace ver que esta facultad del alma de cada uno y el órgano con el que aprende, a semejanza de lo que ocurre con el ojo que no puede volverse de las tinieblas a la luz como no sea moviendo la totalidad del cuerpo, han de acompasarse con el alma toda y apartarse de lo que nace en pos de alcanzar la contemplación del ser y de la parte más luminosa de éste. (31)
-¿Entonces esa parte está siempre en el cuerpo?
¡Oh, no! Si nosotros nos damos la vuelta, también ella se vuelve con nosotros (32)
(Y es que, una vez que ésta se haya apartado del todo, también la que es un destello de ella se marcha en su compañía.)»
33

Cómo subir

«¿Qué arte, qué método, qué práctica nos sube a donde debemos encaminarnos? Que la meta adonde debemos dirigirnos es el Bien y el Principio supremo». (34)

En este proceso son imprescindibles: la virtud como purificación, diferenciar los inteligibles de las cosas participadas por ellos y la imaginación.
La purificación es el primer paso en cuanto constituye el medio por el cual el alma se despoja del cieno de la materia.

«… Es como si uno se metiese en el barro o en el cieno: ya no pondría de manifiesto la belleza que tenía; lo que se vería es esa capa pegada que tomó del barro o del cieno. A ése, pues, la fealdad le sobrevino por añadidura de lo ajeno; y si quiere volver a ser bello, su tarea consistirá en lavarse y limpiarse y ser así lo que era.
…Pues del mismo modo también el alma, una vez aislada de los apetitos que tiene a través del cuerpo porque trataba con él en demasía, desembarazada de las demás pasiones y purificada de lo que tiene por haberse corporalizado, una vez que quedó a solas, depone toda la fealdad, que trae su origen de la otra naturaleza.»
(35)

Y la purificación se logra por el desarrollo de las virtudes:

«…Y es que, según la doctrina antigua, la morigeración, la valentía y toda virtud es purificación, y la sabiduría misma lo es. Y por eso los ritos mistéricos tienen razón al decir, con misterioso sentido, que quien no esté purificado, yendo al Hades, yacerá en el cieno.
…Porque la verdadera morigeración, ¿en qué puede consistir sino en no tener trato con los placeres del cuerpo, antes bien, rehuirlos como impuros e impropios del puro? La valentía consiste en no temer a la muerte; mas ésta, la muerte, consiste en que el alma esté separada del cuerpo. Ahora bien, esta separación no la teme quien gusta de quedarse a solas. La magnanimidad consiste en el desdén por las cosas de acá; y la sabiduría, en la intelección, que vuelve la espalda a las cosas de abajo y conduce el alma a las de arriba.
Una vez, pues, que el alma se ha purificado, se hace forma y razón, se vuelve totalmente incorpórea e intelectiva y se integra toda ella en lo divino… «.
(36)

«He aquí la meta verdadera del alma: el tocar aquella luz y contemplarla con esa misma luz; no con luz de otro, sino contemplar la misma luz por la que ve. Porque la luz por la que fue iluminada, es la luz que debe contemplar, ya que ni siquiera al sol lo vemos con luz ajena.
– Y esto ¿cómo se puede lograr?
¡Despójate de todo!
(37)
El alma purificada no confundirá, entonces, el objeto que refleja la belleza con la Belleza.
«Efectivamente, hay una especie de foco central y, bordeando a éste, un círculo que refulge con luz venida de aquél; bordeando a éstos, hay otro círculo que es luz de luz; pero hay otro círculo por fuera de éstos, y ese ya no es luminoso, sino que está necesitado de resplandor ajeno por falta de luz propia.»
(38)
«El Alma, en cambio, es bella por la Inteligencia, mientras que las demás cosas son ya bellas por obra del Alma, porque las conforma…»
(39)

Se habrá hecho similar, como en el mito de Acteón, al objeto que persigue, condición indispensable para poder «verlo».

«Porque el vidente debe aplicarse a la contemplación no sin antes haberse hecho afín y parecido al objeto de la visión… Pues tampoco puede un alma ver la Belleza sin haberse hecho bella.» (40)

La imaginación será el reflejo en la mente calmada de las especies reales del mundo inteligible cuando esta mente (alma racional) mira hacia arriba y es capaz de reflejar.

«Nuestro yo es la actividad del intelecto, de suerte que, si él esta activo, nuestro yo estará activo.
… Y parece que la percepción consciente se da y se origina cuando el pensamiento reflexiona, o sea, cuando el principio que actúa según la vida propia del alma es rebotado, por así decirlo, cual en la superficie lisa, bruñida y en calma de un espejo. Del mismo modo, pues, que la imagen se produce en las superficies de este tipo cuando está presente un espejo, pero, cuando no está presente o no esta en ese estado, aún entonces está presente en acto el objeto cuya imagen sería posible, así también, cuando está en calma en el alma lo que en nosotros es como un espejo en que se reflejan las especies de la razón y de la inteligencia, esas especies aparecen reflejadas, y se conoce de modo cuasi sensible, junto con la cognición anterior, que la inteligencia y la razón están actuando. Pero si, por la perturbación de la armonía del cuerpo se rompe ese espejo, la razón y la inteligencia piensan sin imagen, y entonces el pensamiento tiene lugar sin representación imaginativa.
De donde cabe colegir lo siguiente: que el pensamiento suele ir acompañado de una representación imaginativa, sin que el pensamiento sea una representación imaginativa.»
(41)

Quienes son los destinados a la subida

«He aquí, pues, los destinados a la subida: El filósofo nato, el músico y el enamoradizo.» (42)

El Papel del Amor

A menudo aparece representado junto a las Gracias o identificado con alguna de las tres.
El Amor es hijo del Alma del universo que mira al Uno-Bien, es la fuerza que le hace al Alma tender a unirse al origen del que proviene. Análogamente, el alma proyectada, por niveles, hasta la materia, tendrá igualmente, en su medida, la misma tendencia, la misma aspiración. De ahí el papel del amor como intermediario, daimon o cemento de unión entre lo inferior y lo inmediatamente superior.

«El amor es un deseo de disfrutar de la belleza» (43)

«…Yendo, pues, en pos de Crono – o si se prefiere, en pos de Urano, padre de Crono-, el Alma centra su actividad en él; y enamorándose de él, engendra el Amor y, con ayuda de éste, dirige su mirada a aquél; y este acto del Alma es el que produce una realidad sustancial.
…Pero como también debía haber un Alma propia de este universo, por eso, junto a ella, vino también a la existencia el otro Amor como un ojo…
-Entonces, ¿también cada alma particular tiene un amor similar con existencia real y sustancial?
-Sí. ¿Por qué el Alma total y el Alma del universo han de tener un amor sustancial y no ha de tenerlo, en cambio, el alma de cada uno de nosotros y, por añadidura, la de todos los animales restantes?
…Pero es de creer que en el universo habrá también una multiplicidad de Afroditas (Almas) que nacieron en él como daimones con su respectivo amor, emanadas de una Afrodita universal; una multiplicidad de Afroditas particulares que, con sus amores individuales, dependen de aquella, toda vez que el Alma es madre del Amor, que Afrodita es Alma y que el Amor es la actividad del Alma tendiendo al Bien. Por consiguiente, como este amor es el que conduce a cada alma particular hacia la naturaleza del Bien, síguese que el amor del alma superior será un Dios, un dios que mantiene al alma en perpetuo contacto con aquél, mientras que el del alma mezclada será un demón.»
(44)

A manera de síntesis: la Primavera de Botticelli.

A la luz de los textos citados es posible interpretar la Primavera como la imagen gráfica del alma que:

1. Baja hasta embutirse en la materia que ella misma conforma.
Es la imagen de la derecha del cuadro – mirándolo de frente -, en la que vemos a Cloris descendiendo, traída por Céfiro, al tiempo que va recubriéndose de materia, la naturaleza, representada por las flores que salen de su aliento, y que termina conformando un cuerpo. La imagen ha de verse en movimiento. Flora es la naturaleza, las viviendas hechas por el Alma para que habiten las almas.
«…recibieron su lote de cuerpo cuando ya había cuerpo, porque la otra, que es como un Alma hermana (el Alma del universo), tomó la iniciativa preparándoles previamente una especie de viviendas» (45)
«…la entrada del Alma y la animación del universo se produce de hecho. En realidad no hubo un tiempo en que este universo no estuviese animado, ni hubo un tiempo en que el cuerpo subsistiese en ausencia del Alma ni un tiempo en que la materia estuviese desordenada.
…Pero si el Alma ha de proceder adelante, habrá de crearse un lugar para sí misma, y, en consecuencia, también un cuerpo.»
(46)

2. Tratan de huir, reuniéndose, las tres almas – las tres Gracias- que son una – Venus – para ascender, espoleadas por la flecha de amor, hacia la unidad del Bien que les señala Mercurio.

Notas
26 Plotino. Ob. cit. E I 8, 13- 10
27 Plotino. Ob. cit. E III 4,2- 10
28 Plotino. Ob. cit. E I, 3, 1- 10,15
29 Plotino. Ob. cit. E I, 6, 8- 15 a 25
30 Plotino. Ob. cit. E I, 6, 7
31 Platón. Obras completas. Ed. Aguilar. Madrid 1979. La República, 518 c.
32 Plotino. Ob. cit. E III, 4, 3- 20, 25
33 Plotino. Ob. cit. E I, 1, 10 – 5
34 Plotino. Ob. cit. E I ,1
35 Plotino. Ob. cit. E I, 6,5-40 y 5-55
36 Plotino. Ob. cit. E I 6, 5- 40 a 55 y 6- 5 a 15
37 Plotino. Enéadas V-VI. Ed. Gredos. Madrid 1998. E V, 3, 17-35
38 Plotino. Ob. cit. E IV 3,17- 12,16
39 Plotino. Ob. cit. E I, 6,6- 25
40 Plotino. Ob. cit. E I, 6, 9- 30
41 Plotino. Ob. cit. E I, 4,9-30 y 10- 5 y 20
42 Plotino. Ob. cit. E I, 3,1- 10
43 Marsilio Ficino. «De Amore». Ed. Tecnos. Madrid 1989. Pag.47
44 Plotino. Ob. cit. E III, 5, (E III 5,2-30,35; 3-25,30 y 4-1,5 y 15, 20, 25) .
45 Plotino. Ob. cit. E IV, 3, 6- 15
46 Plotino. Ob. cit. E IV, 3,9-15, 20

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