ARQUITECTURA DE VANGUARDIA
El Guggenheim de Bilbao, nunca se planteó como una edificación sin más. Es una operación de regeneración urbana que se gesta con la aparición de una arquitectura deslumbrante, que alberga la sede de una de las instituciones más emblemáticas de la cultura contemporánea.
Existen un sinnúmero de decisiones previas a la construcción de un edificio así, insertado en el corazón de la ciudad. El arquitecto no es el único responsable de la intervención, él es el responsable del aspecto arquitectónico (valga la redundancia), pero en el proceso intervienen también aspectos sociales, culturales, políticos, económicos y todos los que el ser humano desarrolla en la urbe. Estos elementos tienen sus propios motores que el arquitecto no controla, pero que tiene la misión de relacionar, organizar y sintetizar todos ellos en una forma que resuelva esta conjunción de necesidades.
Es evidente que este edificio es mucho más que 11000 m2 de espacio expositivo. Para que éste se construyera fueron necesarias: una decisión política y una aceptación social, seguidas de una consecuente inversión de esfuerzo y capital. Cuando se hace una propuesta así de atrevida e innovadora, se necesita una estrategia clara y una intención firme para llegar a vencer todos los obstáculos y oposiciones que se presentan, y si bien, Frank Gehry lo diseñó, la comunidad de Bilbao lo aceptó y promovió, no sin desacuerdos ni debates.
Aldo Rossi afirma que «la historia de la ciudad es también la historia de la arquitectura; pero la historia de la arquitectura es a lo sumo un punto de vista con el que considerar la ciudad». Si estudiamos detalladamente el edificio, no comprenderíamos necesariamente a Bilbao. Sin embargo, si lográsemos entender el momento del Bilbao que construyó el Guggenheim, veríamos claramente justificada su aparición, más allá de juzgarla acertada o no.
La relación entre la arquitectura y la ciudad, se muestra, salvando las diferencias, análoga a la simbiosis que existe entre un organismo vivo y su entorno. Así como una especie solo puede sobrevivir en un medio distinto, si adapta sus condiciones internas; el mismo edificio en otra ciudad, tendría que tener otra forma, otro tamaño, otras proporciones e incluso otros materiales para producir un efecto similar. Por lo tanto la relación que se establece entre el objeto arquitectónico y el lugar es única e irrepetible.
Este edificio, ubicado en una de las entradas principales de Bilbao, demuestra un espíritu emprendedor y audaz, que es capaz de transformar una zona industrial abandonada, en un punto hacia donde el mundo dirige su mirada. Y es a todas luces, el valor fundamental de esta intervención que, buscando una máxima innovación, fue diseñada y construida en base a tecnología y materiales de punta, como un programa informático utilizado para el diseño aeroespacial, las placas de titanio que cubren su fachada y los complejos cortes en las piedras que se adaptan al contorno ondulante.
Sobre cómo se gestó y desarrolló el proyecto y su construcción, los aspectos técnicos e incluso anecdóticos del proceso, existe una bibliografía muy extensa y los propios comentarios de su autor quien continúa trabajando y en el 2009 cumplirá 80 años.
Después de verlo desde este punto de vista, podríamos considerar el fenómeno arquitectónico como resultado de un proceso humano que incluye los aspectos individuales, sociales e históricos. Esto amplía el marco de referencia sobre el que podemos valorar y apreciar una obra arquitectónica, así no veremos simplemente una forma que nos «gusta» o no, sino una respuesta a una necesidad muy compleja. Y el Guggenheim de Bilbao es un buen ejemplo de ello, de un acierto comprobado por la efectiva regeneración física, económica y social que se produjo luego de su aparición al margen de la ría vasca.
Bibliografía:
Aldo Rossi, La Arquitectura de la Ciudad, Editorial Gustavo Pili, SA, Barcelona, 1999.
El Croquis, Frank Gerhy, de la A a la Z, ,El Croquis Editorial, Madrid. 2003.
http://www.guggenheim-bilbao.es/secciones/el_museo/el_edificio.php?idioma=es