Los proyectos de voluntariado frecuentemente se encuentran inmersos en situaciones donde la tensión cobra un protagonismo destacado, no buscado e indeseable. A los problemas propios de la situación objeto de la colaboración y a las complicaciones derivadas de la frecuente inexperiencia de los voluntarios, se une la tensión de ambiente, que actúa como un componente que precipita un desenlace inesperado o prolonga situaciones estancadas.
Aprender a reducir la tensión
La tensión la pueden generar las víctimas de la situación negativa que se pretende abordar mediante la colaboración. Personas que padecen enfermedad, injusticia, hambre y miseria o pérdida de la dignidad, personas que sufren, en definitiva, pueden fácil y comprensiblemente generar y potenciar la tensión de la situación. De igual manera, el voluntario puede también ser fuente de tensión, cuando se enfrenta a una situación que le desborda, que no puede controlar y que despierta en él miedos y parálisis. Y casi siempre, la propia situación que requiere la colaboración de los voluntarios es de por sí tensa y angustiosa.
Por lo tanto, es necesario dotar a la persona que presta su ayuda de manera voluntaria, de las herramientas necesarias, no sólo para poder desempeñar bien su labor desde un punto de vista técnico y humano, sino también para poder anular y prevenir la tensión.
Son muchos los conocimientos de psicología y de inteligencia emocional que se enseñan para dominar el efecto de la tensión en el voluntario.
Pero lo que hace falta, no es sólo la práctica que permita al voluntario no dejar que le afecten las situaciones tensas, sino reducir además el grado de tensión de un momento. Y para ello, la cortesía, o las buenas formas, o las maneras educadas, o como quiera que queramos denominar a esta forma de comportamiento, son una herramienta eficaz para el voluntario.
No nos referimos a la impostura de actitudes hipócritas, ni a posturas trasnochadas y afectadas, sino a las formas e intenciones que ayudan a desactivar los impulsos irracionales.
La cortesía dentro de la identidad del ser humano
El ser humano tiene dos vertientes que conforman su propia identidad; por un lado, somos un pequeño bichito, irracional, irresponsable, pasional, egoísta e impulsivo, donde surgen todas las emociones, sensaciones y sentimientos; por otro lado, somos el ser pensante, racional, reflexivo, capaz de escoger lo mejor de entre las posibilidades ante un dilema. Cuando estas dos partes se conjugan y orientan según las propias cualidades, surge el individuo pleno y armónico. El yo-animal aporta la fuerza, el impulso y el deseo. El yo-humano aporta el discernimiento y la orientación.
La cortesía es el método más pulido de relación entre el ser humano y el resto de su entorno (seres humanos, resto de seres vivos, cosas, etc), puesto que permite dar a entender los sentimientos sin las aristas cortantes y repelentes que estos pudieran tener para el interlocutor u otros terceros. Es como el especiero que ayuda a distribuir las especias sin llegar a producir sabores o aromas imposibles. De igual manera, un sentimiento sin matizar mediante el comportamiento cortés, sin ser negativo, puede infundir confusión y miedo y repeler a la otra persona.
En otra opción, la cortesía ayuda a evitar que la parte de nosotros que contacta con el interlocutor, sea un estado de ánimo negativo, contraproducente o claramente agresivo o egoísta, que no ayudaría ciertamente a establecer una buena comunicación.
El único inconveniente que tiene la cortesía es la confusión que hay en torno a ella, al confundirla con normas de conducta vacías y poco fiables, o con ademanes pasados de moda. Despojada de esta confusión, la cortesía debe ser el elemento formal de comunicación que lleva el mensaje inequívoco de respeto, buena disposición y tolerancia. Evidentemente, los actos y palabras posteriores deben acompañar ese mensaje. De nada sirve si los hechos son contrapuestos. Pero esto no ocurriría con la actuación del voluntario, que se prevé desinteresada y honesta.
Por lo tanto, ante el encontronazo con una situación difícil, cuando se inicia la colaboración con los procedimientos y protocolos que correspondan, si el voluntario exhibe y mantiene un comportamiento cortés desde el principio, está reafirmando su propia dignidad y la de la persona afectada o víctima de la situación, beneficiaria del voluntario, y ayuda a controlar una situación que, en otra circunstancia, podría adquirir unos derroteros indeseables
La cortesía es como un artefacto que se pone al inicio, durante y al final del contacto y la acción, para modular la expresión de nuestros sentimientos. Cuando la expresión de esa parte irracional se encuentra modulada y matizada, es más fácil que la parte reflexiva, racional e imaginativa pueda cobrar el protagonismo que se necesita en una situación como la que afronta el voluntario.
La cortesía en sí no vale más que cualquier otro elemento formal, la importancia que tiene es por lo que puede evitar, por el dominio que puede facilitar del yo-animal. No es lo mismo dirigirse a otra persona a golpe de estado de ánimo, que con fórmulas que ponen de manifiesto nuestro reconocimiento hacia la otra persona.
Por lo tanto, creemos que es importante, a la par que formar en el autocontrol y en los principios de la inteligencia emocional y social, el ir rescatando las fórmulas y aptitudes corteses que garantizan que, el mensaje de unidad y solidaridad con el que nos acercamos a un afectado o víctima, no sea vea enturbiado por un estado de ánimo incontrolado e inconveniente.