Si hoy paseamos por las calles de la industrial Atenas, o del puerto comercial de Alejandría, nos daremos cuenta que ya no queda nada de aquel paisaje, de aquellas gentes, de aquellos grupos de sacerdotes egipcios o de soldados romanos o de comerciantes sirios o de marineros fenicios o aristócratas griegos que paseaban por sus calles. Ya no queda nada de esas ciudades, punto de encuentro de matemáticos, geómetras, físicos que consiguieron, por ejemplo, que el hombre de hoy se haya lanzado a la conquista del espacio. Pero nosotros somos herederos de ese gran legado griego, un legado que nos viene desde lo más profundo de la historia.
Si estudiamos el origen de la cultura técnica en Grecia es extraño percatarse de que todo surge no en la Grecia continental, sino en una serie de islas y ensenadas en la costa oriental del mar Mediterráneo, la costa jónica. Pero lo cierto es que hace 2500 años ciudades de allí como Mileto y Samos fueron un punto de encuentro de diferentes culturas: Babilonia, India, los más exóticos países de Oriente y Egipto. Los griegos de colonias eran un pueblo viajero, un pueblo interesado en conocer cosas nuevas, un pueblo joven, curioso por el mundo que le rodeaba y que aprendieron una cultura técnica de sus vecinos. De los egipcios aprendieron los sistemas de pesas y medidas, el calendario egipcio considerado como uno de los más inteligentes de la historia. De los babilonios aprendieron la astronomía. Los grandes astrónomos babilonios habían cambiado el sistema de numeración que nosotros conocemos como decimal por un sistema hexadecimal, que les permitía una métrica en dimensiones mayores como las que hay en el espacio. De los magos caldeos aprendieron la capacidad para predecir eclipses, sequías o inundaciones para el beneficio de la comunidad agrícola.
En el siglo VI a.C. surge en Jonia ese ramillete de pensadores clásicos, esos grandes observadores de la naturaleza, que hoy se conoce como la «Escuela de los ANAX». Esta escuela estaba formada principalmente por hijos de artesanos, agricultores, comerciantes, gente acostumbrada a trabajar con las manos. Y con las manos el constructor griego dio vida a monumentos tales como el coloso de Rodas de más de 33 m de altura o el famoso faro de Alejandría, debe su nombre a que lo erigieron en la isla de Faros, de unos 178 m, con un gran fuego que ardía constantemente y unos espejos que giraban de manera circular para que los barcos a más de 35 km de distancia pudiesen vislumbrarlo. Con las manos los griegos construyeron esa famosa Acrópolis en Atenas y otros monumentos que han sido antorchas para la humanidad durante muchos siglos, y lo seguirán siendo. Hay que reconocer que los griegos eran un pueblo especial, un pueblo ansioso por conocer y por pensar en las cosas que les rodeaban. Ellos se hacían preguntas, muchas preguntas e intentaron obtener respuestas a las mismas. Hicieron del arte de preguntarse una ciencia.
LOS PRECURSORES
El primero de nuestros pensadores será el gran Tales, natural de Mileto, uno se los siete sabios de Grecia. Cuentan de él que viajó por todo el mundo conocido, visitó muchos países, Egipto, India, Babilonia. Y en esa gran variedad vio la maravillosa diversidad de la naturaleza y del hombre que era capaz de plasmar cosas tan diferentes siendo el ingenio humano el mismo. Percibió que todo estaba sujeto a transformaciones, nada permanecía eternamente, todo cambiaba y estaba en continuo movimiento en el reino de la naturaleza, fue quizá uno de los primeros evolucionistas. Tales se interesó por los problemas geométricos y se dedicó en un apartado de su vida a calcular la altura de determinadas figuras geométricas, como por ejemplo la gran pirámide. Determinó la altura de la pirámide midiendo la sombra de la misma, que es un método hoy se usa para medir la altura de las montañas. También se cuenta de Tales que fue capaz de desviar el curso de un río mediante una serie de compuertas y exclusas. La gente le reprochaba que viviese en una extremada pobreza, y echaban la culpa de ello a la filosofía, diciendo que hacía a un hombre tan sabio como Tales incapaz de vivir dignamente con las comodidades de un ciudadano normal, pero Tales quiso darles una lección. Como era un buen meteorólogo predijo que en el invierno del siguiente año habría una gran cosecha de aceitunas, después de unos años de malas cosechas. Como contaba con algo de dinero alquiló en usufructo todas las prensas de aceite del lugar. La cosecha fue excelente, pero como la gente se había descuidado creyendo que la cosecha sería otra vez pésima tuvo que alquilarle a Tales las prensas a elevados precios, con lo que Tales obtuvo una gran riqueza mostrando así a los habitantes de Mileto que él no era pobre por necesidad, sino porque sus energías las volcaba en la investigación de la naturaleza. Tales es el primero de la «Escuela de los ANAX», su discípulo fue Anaximandro, al que se le debe la construcción del primer plano del mundo conocido y de una esfera circular donde proyectó todas las constelaciones conocidas a las que Anaximandro llamaba los infinitos mundos: hablaba de la existencia de miles de vidas en el Universo.
El discípulo se Anaximandro fue Anaxímenes. A Anaxímenes se le atribuye la creación del primer reloj de sol, la medición de distancias entre planetas, etc. Le sucede Anaxágoras. Este era un gran cosmólogo, un gran pensador. Decía que el origen del Universo fue un Caos primordial del que surgió la vida y el orden. Planteó los principios de conservación de la materia y de la energía que siglos después servirían para que Lavoisier fundase la química moderna. Se le atribuye a Anaxágoras el famoso dicho «Si reducimos un hueso a polvo, éste seguirá conservando las propiedades del hueso», con lo que planteó también las primeras bases de la medicina homeopática (esta terapia consiste en seccionar un medicamento, un antibiótico, por ejemplo, en muchísimas partes mediante técnicas de centrifugado y diluirlas en agua o suero, con esto se intenta demostrar que esa parte disuelta en el agua continua conservando las propiedades que tenía el medicamento originalmente).
Mención especial daremos a Serófilo, rey de Siracusa, por ser un gran mecenas, protector de artistas y hombres de ciencia. Rodeó su ciudad con una gran muralla para protegerse de los piratas que continuamente invadían las costas. Sólo había un problema, necesitaba abastecer de agua su ciudad, así que mandó construir un túnel de más de 1 km de longitud para llevar el agua. Lo que ocurrió es que ese túnel debía atravesar una montaña. Fue el ingeniero Eupalino el que tuvo que echar mano de las matemáticas, en este caso de la trigonometría, para hacer dos catas en los dos lados de la montaña, proyectar dos túneles por ambos lados a la vez y hacerlos coincidir perfectamente. Este gran túnel abovedado todavía lo podemos contemplar hoy en día y es una de las mayores obras de arte de la ingeniería civil griega.
Siguiendo con nuestro periplo de investigadores tenemos al gran Demócrito de Abdera. Abdera era una ciudad al norte de Grecia, era una especie de ciudad chiste. Cuando alguien contaba alguna historia de Abdera las carcajadas estaban aseguradas, era como hoy en día el Lepe en España. El mismo Demócrito escribió un tratado sobre el entusiasmo y nos decía que «una vida sin entusiasmo es como un largo camino sin una posada». El Universo de Demócrito se componía de átomos y vacío. Los átomos se combinan de millones de maneras junto con el vacío porque los átomos son inmortales y eternos, y eso dará como resultado los infinitos cuerpos que existen en la naturaleza. También Demócrito se interesó sobremanera en la matemática y calculó el volumen de determinadas figuras geométricas, como la esfera, el cilindro, la pirámide. Su técnica era sencilla, consistía en coger una serie de laminillas muy finas de apenas espesor e ir sumándolas una encima de la otra para conformar la figura geométrica y calcular así el volumen de la misma. Así, con este método, Demócrito precedió en muchos siglos al moderno cálculo diferencial e integral una de las principales bases del análisis matemático moderno. También a Demócrito le debemos la hipótesis de que la vida surgió a partir de un caldo primordial en constante ebullición. Siendo así un profeta de los trabajos de Stanley Miller, que allá por los años 50 del s. XX, logró sintetizar los primeros aminoácidos en laboratorio.
Mencionar al gran ingeniero Aristarco, al que se le atribuye la regla, el nivel, el torno de alfarero, aunque en realidad los griegos copiaron en esto a los egipcios, como ocurrió con el artista Teodoro, que trajo de Egipto las grandes fundiciones de bronce, así muchas de las estatuas colosales que vemos hoy día en Grecia, están construidas con moldes. Tambíen fue Teodoro el artista que instaló la primera calefacción central en el templo de Diana en Efeso.
UN GERMEN PARA EL FUTURO
Grecia fue pues el modelo occidental en el que bebieron innumerables movimientos científicos, artísticos, filosóficos o políticos a lo largo de los siglos. El gran ejemplo lo tenemos en el renacimiento europeo. Leonardo se inspiró en ingenieros como Arquitas de Talento o Arquímedes; Colón en geógrafos como Estrabón; Copérnico y Giordano Bruno se inspiraron en el sistema heliocéntrico de Aristarco de Samos y en la concepción de que las estrellas eran soles distantes. Por estas cosas no sólo fueron perseguidos un Galileo o un Bruno, sino que el mismo Aristarco ya sufrió la persecución de las mentes retrógradas de su tiempo.
El desarrollo más exquisito lo alcanzan los pitagóricos. Para ellos el universo es dual, el número es la raíz y el origen de todo el universo. Entendamos número como armonía o proporción. Ellos fueron los primeros que introdujeron la palabra «Cosmos». Los pitagóricos nos hablaban de la esfericidad de los mundos, quizá viendo la sombra proyectada de la tierra sobre la luna cuando se producía un eclipse lunar. También introdujeron el concepto de números irracionales, como la raíz cuadrada de dos que consta de infinitas cifras decimales. Estos números para los pitagóricos eran inconmensurables, porque formaban parte de la misma naturaleza. También hicieron sus pinitos en la medicina. Hablaron de la doble circulación sanguínea y también de la circulación pulmonar. De que el cerebro era el asiento del sistema nervioso. Introdujeron también el concepto del infinito, un concepto extraño pero muy hermoso. Queda bien reflejado con la paradoja de Aquiles y la tortuga: «Aquiles se ha quedado dormido debajo de un almendro, pues es verano, hace calor y el tiempo invita a ello. Despierta y de repente se acuerda de que ha hecho una apuesta para ver si es capaz de alcanzar a una tortuga que salió antes que él, el tiempo que Aquiles lleva durmiendo. La apuesta parece ganada, es evidente, pero cuidado las cosas no son lo que parecen, pues cuando Aquiles ha recorrido la mitad del camino que lo separa de la tortuga ésta se ha desplazado un poquito más. Cuando Aquiles vuelve a recorrer de nuevo la mitad del camino que lo separa de la tortuga, ésta se ha vuelto a desplazar un poquito más. Cuando Aquiles de nuevo vuelve a recorrer esa mitad de camino que ahora es menor la tortuga se ha vuelto a desplazar otro poquito más. Aquiles siempre estará a un tris de coger a la tortuga, pero nunca lo hará, porque siempre quedará una mitad de camino por recorrer. Sólo en el intervalo infinito coincidiría Aquiles con la tortuga. Y con esta paradoja los griegos quisieron explicarnos ese concepto de infinito, ese concepto difícilmente apreciable con nuestra mente. Un concepto que forma parte de la misma naturaleza, y que ellos lo aplicaron en su número de oro o proporción aúrica, que fue la base de sus construcciones geométricas, o en ese número pi que era la relación entre el la longitud de una circunferencia y el diámetro de la misma.
Y aquí los griegos llegaron a un cruce de caminos. Necesitaban nuevos elementos matemáticos para poder resolver problemas tan famosos como el de la cuadratura del círculo que consistía en encontrar un cuadrado que tuviese la misma área que un círculo dado. Lo pudieron resolver con los elementos aritméticos que estudió Diofanto allá por el s. III d. C. Y que siglos después permitiría a los árabes extraer su famosa álgebra. También resolvieron problemas como el de la duplicación del cubo. Cuentan que el oráculo de Delos pidió a los habitantes de la ciudad que duplicaran uno de sus altares. Este era de forma cúbica, tenían que conseguir otro altar que tuviese el doble de volumen. Los habitantes tuvieron que recurrir a la academia para poder resolver el difícil problema. Y el problema de las dimensiones del nuevo altar se resolvió al introducir las ecuaciones de segundo y tercer grado. Los pitagóricos eran partidarios de demostrar la verdad sobre todas las cosas. Para ellos lo falso nunca podía triunfar. Utilizaron para ello fieros razonamientos, como el conocido método de demostración por reducción al absurdo, un razonamiento que consiste en poner como primera proposición algo que es completamente falso, completamente irracional y llegar con ello a una contradicción, con lo que se demuestra la falsedad del primer aserto.
Si por ejemplo decimos: «En un pueblo sólo hay un barbero, y el barbero es aquel que afeita a todos aquellos que no se afeitan a sí mismos», hemos establecido una ley, la de que el barbero afeita a aquellos que no se afeitan a sí mismos. Establecemos la pregunta: ¿quién afeita al barbero? Y ahora estableceremos la primera proposición absurda, «el barbero se afeita a sí mismo». Pero esta proposición es falsa, porque la ley establece que el barbero es el que afeita a todos aquellos que no se afeitan a sí mismos, por tanto el barbero no se puede afeitar a sí mismo. Esta es una demostración por reducción al absurdo, y la conclusión es sencilla, el barbero lleva barba. Esta lógica la introdujeron los pitagóricos y de esa escuela presocrática surgieron las grandes escuelas filosóficas griegas.
Entre ellos Sócrates, con su teoría del auto conocimiento, del educir o sacar de dentro lo mejor de uno mismo, y su discípulo Platón. Platón era un gran enamorado de las matemáticas. Lo sensible, el círculo que trazaba un artesano era imperfecto. Lo inteligible, el círculo como idea era perfecto. Su teoría del conocimiento perfecto reside en el mundo de los arquetipos a alcanzar, ¿cómo? A través de la reminiscencia, del volver a recordar, ¿quién? nuestra alma inmortal que habitó en ese mundo. Su sistema de conocimiento es a través de la inducción. Sistema muy querido por científicos de la talla de Einstein, para quien la teoría de la relatividad supuso la búsqueda de un absoluto quizá en ese mundo de lo inteligible, ya que en el mundo de lo sensible no existen absolutos, no existen sistemas de referencia privilegiados.
Aristóteles, discípulo de Platón, quería conocer las cosas a través de la observación, a través de la experiencia, y luego extraer leyes. Otra forma de conocimiento, la deducción. Si para Platón era necesario aprender matemáticas para poder entrar en la Academia, para Aristóteles eran las ciencias naturales la base necesaria para poder entrar en el Liceo. Platón y Aristóteles nunca se enfrentaron, Aristóteles admiraba a su maestro. Bien mirando las cosas de la vida son intuitivas y son deductivas. Las cosas pertenecen al mundo de las ideas pero también pertenecen al mundo sensible. Rafael lo reflejó en su monumental cuadro «La Escuela de Atenas», vemos a un Platón y a un Aristóteles paseando amigablemente, Platón señalando a los cielos porque las ideas parten del mundo inteligible, y Aristóteles señalando hacia la tierra, porque las ideas parten de la larga observación de las criaturas de la naturaleza, de la capacidad de admirarse ante lo que se ve.
UNA CIENCIA VISIBLE
Los griegos no era un pueblo que desconociese la técnica. En el siglo VI a. C. Comenzaron las obras de la apertura del canal de Corintio para la navegación de barcos. Para estas magnas obras hicieron uso del conocimiento de los multiplicadores de fuerzas, como las poleas, las agrupaciones de poleas, los polipastros, las grúas con sus complicados sistemas de engranajes, tornillos y rodamientos de bolas, que tan magistralmente retrató Leonardo casi 2.000 años después. Conocían también el método de la soldadura de hierro.
Los griegos por tanto tenían bastantes elementos para ese desarrollo técnico, lo que pasa es que para el griego ciencia y técnica estaban unidas. Para ellos no había esa separación que nosotros vemos hoy en día entre un técnico y un científico. Esa unión entre ciencia y técnica fue un reto que lanzaron las grandes escuelas de filosofía griegas y que recogieron los técnicos griegos del s. IV a.C. y que alcanza su cumbre con el genial Arquímedes de Siracusa el sabio más insigne de toda la antigüedad, el matemático más fino hasta la época del Renacimiento, el mejor ingeniero hasta nuestros días, un talento equiparable a un Newton o un Einstein.
Arquímedes tenía un gran conocimiento sobre los problemas de la física. Para empezar estableció un centro de gravedad para todos los cuerpos físicos. A él se le atribuye la frase famosa «dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». Inventó y recopiló ingenios que quizá realizaron otras personas. La tradición nos presenta a Arquímedes como el inventor del reloj de agua, de la balanza, de polipastros que podían arrastrar barcos encallados en la playa.,su famoso tornillo extractor de líquidos. Aquellos que han estudiado su técnica quedan sorprendidos de su gran avance. Realizó excelentes estudios geométricos sobre el problema de las cónicas: hipérbolas, parábolas, elipses,… A él se le atribuyen los primeros estudios en la dinámica de fluidos, la hidrostática. Se cuenta que el rey Heron de Siracusa había mandado a un orfebre que construyese una corona en honor de los dioses inmortales. Le facilitó mucho oro para su construcción, pero cuando el orfebre le entregó la corona al rey, éste sospechó del orfebre, tenía el presentimiento de que todo el oro ofrecido no lo había invertido en la corona sino en su propio enriquecimiento, pero ¿cómo demostrarlo? En cargó dicha misión al gran Arquímedes. Este estaba un buen día bañándose en una bañera de los baños públicos cuando observó que sus extremidades experimentaban en el agua un empuje proporcional al peso de las mismas. Es decir, que todo cuerpo sumergido en un fluido recibe un empuje o fuerza hacia arriba que es proporcional al peso del volumen del fluido desalojado. Por tanto, cuál sería la sorpresa del orfebre cuando Arquímedes tras exclamar su universal Eureka se atrevió a comparar el peso de la corona fabricada por el orfebre con un peso de oro equivalente al que le había dado el rey, con lo cual demostró exactamente la cantidad de plata y otros metales innobles que había mezclado el orfebre en la construcción de la misma. Había nacido la hidrostática.
Pero también es famoso Arquímedes como constructor de armamento. Siracusa había entrado en conflicto con Roma. El general romano Marcelo sitió la ciudad durante tres años y el encargado de la defensa de la misma fue el gran Arquímedes. Arquímedes construyó una serie de objetos impresionantes,una especie de manos mecánicas que sobresalían de las murallas y cogían los velámenes de los barcos levantándolos al aire y destrozándolos contra el suelo. Enormes espejos metálicos que a más de 300 metros de longitud proyectaban un haz de luz sobre las velas de los barcos y lograban incendiarlos. Ruedas que hacían girar de manera rapidísima para desviar los proyectiles lanzados por el enemigo. Pero finalmente Siracusa cae en poder de Roma, y entonces Marcelo, conocedor de la obra de Arquímedes manda un legionario romano que fuese a su encuentro para que fuese a entrevistarse con Marcelo. Cuenta la historia que Arquímedes le respondió, «con mucho gusto, pero tu general tendrá que esperar pues ahora tengo que resolver un difícil problema matemático, luego me reuniré con él». Pero el legionario entró en cólera y dicen que lo atravesó fulminantemente. Arquímedes cayó muerto. Marcelo lamentó profundamente este suceso y mandó construir sobre su tumba una esfera y un cono, un epitafio geométrico que, muchos siglos después, cuenta Cicerón, vio en la ciudad de Siracusa.
Pero el tiempo que todo lo consume, también lo hizo con el esplendor de Atenas y las colonias griegas. Es entonces cuando surge la inconmensurable Alejandría. Alejandría fue la gran patria de la cultura griega desde el s. II a.C. hasta el s. IV d.C. En Alejandría, una ciudad construida y diseñada por el propio Alejandro sobre un antiguo pueblo de pescadores en la desembocadura del Nilo, sus sucesores, los Ptolomeos, una especie de príncipes ilustrados, reunieron la flor y nata de todos los grandes sabios de la Grecia.Y allí en ese caldo de cultivo se cuajó una cantera de pensadores, técnicos y constructores en todas las ramas del saber humano.
ALEJANDRÍA
Alejandría tenía amplias avenidas de más de 30 metros de ancho con estatuas a ambos lados donde la gente paseaba tranquila,pensaba y reflexionaba. Su emblema era ese famoso faro que podían contemplar más de 3oo.ooo habitantes de la ciudad. Su famosa biblioteca albergaba más de 7oo.ooo volumenes. Muchos de éstos volúmenes estaban editados sobre pergamino incandescente, lo cual evitó que a pesar de los incendios que sufrió la biblioteca ante las hordas de fanáticos con que desgraciadamente la historia nos regala de vez en cuando muchos de ellos sobreviviesen. La biblioteca contaba con 10 salas, cada una dedicada a un tipo de investigación. Poseía un jardín botánico, un zoológico y un observatorio astronómico. En el observatorio había un reloj que cada hora iba dando uno de los doce trabajos de Hércules. En la biblioteca se acumuló todo el saber humano acumulado hasta la fecha por los griegos en sus largos viajes. Incluso se llegó a crear un cuerpo de buscadores de libros extraños y se llegaron a pagar grandes sumas por los mismos.Se hicieron viajes por todo el mundo para encontrar nuevos conocimientos. Como Pitias de Marsella, que atravesando las columnas de Hércules cruzó el Atlántico hacia el norte llegando al círculo polar ártico, o griegos macedónicos que atravesaron el ´´Atlántico y llegaron a Brasil, según parece por unas inscripciones griegas que se encontraron hace poco en una pueblo costero de Brasil. O griegos que dieron la vuelta al continente africano y llegaron a las proximidades de Australia., por ese mapa alejandrino encontrado y en el cual aparecen dibujados todos los continentes incluida la Antártida, del cual el mapa de Piri-Reis en Estambul se cree es una copia.
Grandes sabios alejandrinos fueron:
El gran matemático Euclides que recopiló los grandes avances hechos en este terreno en la India, Babilonia o Egipto. Le debemos un tratado donde planteó sus famosos axiomas. Los axiomas de Euclides son una de las mayores empresas intelectuales que le debemosa los griegos. En sus axiomas nos habla de proporciones, relaciones numéricas, qué es un número primo y cómo obtenerlos, todas esas cosas con que nos iniciamos en los colegios cuando estudiamos geometría o aritmética, quizá ahora nos parecen sencillas, pero la grandeza de Euclides estriba en ser el primer visionario que la clarificó y les dio el tratamiento ordenado. En concreto su quinto axioma: «por un punto exterior a una recta sólo podemos trazar una recta paralela a la misma y que pase por dicho punto», fue el impulsor para que Riemman o Lovachevsky introdujesen nuevas geometrías en más dimensiones y para que A. Einstein, con su espacio tiempo curvo, sacase rectas paralelas que se cortan en algún punto con lo que el quinto axioma quedaría rebasado.
Apolonio de Pérgamo: Hizo el mejor tratado de la época acerca de las cónicas. Las cónicas son una serie de curvas como la elipse, la hipérbola, la parábola, la circunferencia,….Apolonio entendió que formaban parte de una familia, pues todas procedían de las diferentes maneras en que podíamos seccionar un cono.También Apolonio realizó estudios acerca de las longitudes, áreas y volúmenes de algunas figuras geométricas.
El gran médico Herófilo que estudió la circulación pulmonar de la sangre. Su máxima era que antes que ser un buen médico había que ser un gran psicólogo, pues como buen discípulo de Hipócrates afirmaba que no había enfermedades, sino enfermos que sufren una enfermedad. Sus terapias estaban basadas principalmente en la dietética y la prevención, pues como decían la cirugía era el fracaso de la medicina, cuando ya no había remedio, se podría haber evitado.
Estratón de Lampsaco, un físico que estudió los centros de gravedad y la masa de los cuerpos. Estableciendo como hicieron posteriormente Newton o Galileo que masa y peso son dos conceptos distintos.
El gran astrónomo Hiparco. Creó un instrumentopara poder medir longitudes, como los diámetros de los planetas, el sol, la luna. Este aparato era una especie de teodolito, como los que utilizan los ingenieros de las carreteras para medir distancias. Hiparco estableció una cartografía de la Tierra muy similar a la actual, dividiéndola en meridianos que atravesaban los polos, para ello se basó en la idea de la Tierra como una esfera. Tuvo el ingenio de aplicar el sistema babilónico, así que dividió el círculo en 60º, cada grado en 60 minutos y cada minuto en 60 segundos.
Ptolomeo el sabio, que creó la biblia de los astrónomos, el Almagesto, cuya utilidad duró hasta la gran revolución copernicana. En este tratado establece una especie de catálogo con más de mil estrellas observadas aplicando clasificaciones según su brillo. Su sistema es geocéntrico,aunque meramente como un útil de trabajo, pues Ptolomeo no desconoce los trabajos de Aristarco de Samos, que estableció el sistema heliocéntrico,y fue el primero en calcular la circunferencia de la tierra esférica con su famoso experimento de las sombras proyectadas en el equinoccio de verano en dos lugares diferentes de Egipto por un mismo objeto.
Otro apartado lo merece el estudio de la cultura técnica en Alejandría. Así, por ejemplo, mencionar a Ctesibio. Se le atribuye el primer órgano hidráulico. Su descubrimiento se basó en la idea deque el agua es un material incomprensible y que el aire es elástico. Mediante la presión del agua sobre el aire conseguían acumular bolsas de aire en una especie de tubos con lenguetas, así apretando una serie de pedales que permitían ejercer esta presión hidráulica obtenían una serie de sonidos. Ctesibio también diseñó un reloj de agua. Consistía en una cisterna en la que caia un chorro de agua de manera uniforme, siempre la misma cantidad. El agua iba ascendiendo por la cisterna y a su vez empujando una especie de émbolo. Ese mecanismo se traducía en una especie de movimiento circular que se proyectaba sobre una tabla, y en esa tabla había una serie de divisiones que correspondían a las horas del día, así se iba trazando el transcurso de las horas del día. Pero los alejandrinos fueron complicando todavía más estos relojes de agua. Los griegos dividían el día en veinticuatro horas, doce de día y doce de noche,c on el mecanismo simple del reloj las horas siempre tendrían la misma duración, pero con sistemas de engranajes hicieron relojes capaces de determinar las horas de diurnas y nocturnas en las diferentes estaciones del año, pues para ellos, por ejemplo, la hora sexta de verano no duraba lo mismo que la hora sexta de invierno.
Herón de Alejandría creó instrumentos que servían para medir kilometrajes y para saber las distancias a las que se desplazaban los carromatos. También construyó los famosos autómatas, palomas voladoras que en medio de una representación teatral derramaban flores sobre el público, sirvientes capaces de escanciar vino,etc. Realizó estudios termodinámicos acerca de la fuerza del vapor para mover máquinas, de hecho en Alejandría se construyeron grandes calderas de vapor, pero se usaron para otros fines,como hacer mediante estos mecanismos que en las barberías de Alejandría los barberos pudiesen en cualquier momento hacer bajar desde el techo platillos con su navaja,o con su loción o con lo que necesitasen en ese momento. De hecho, en la milenaria China, hace más de 2.000 años, el vapor lo utilizaban para mover las grandes hélices de los barcos.
EL LEGADO
Claro que los griegos, como recolectores de la sabiduría de los pueblos antiguos, poseían una ciencia y una técnica desarrollada, lo que ocurre es que cada civilización pone su punto de interés en determinados aspectos de la cultura. Para los griegos, lo más importante no era la técnica, para ellos lo más importante era esa libertad interior, la belleza que querían ver plasmada en todas las cosas. Sus hogares estaban llenos de objetos bellos; alrededor de eso se movían sus vidas. Se recreaban en un trabajo bien realizado, en un bello gesto, en unas bellas palabras y pensamientos, esa era su filosofía de la vida, su leitmotiv.Y claro que tenían grandes máquinas, lo que ocurre es que eran muy aparatosas.Trabajaban con paciencia, les gustaba la belleza, las cosas bien hechas. Buscaban la perdurabilidad, que sus máquinas durasen mucho tiempo. Al no estar presionados por la competitividad no necesitaban producir en demasía. Buscaban la elegancia, si no miremos esa famosa calculadora de Anthikitera, o un mapa estelar del que todavía no se ha determinado con exactitud la gran cantidad de detalles y motivos decorativos que posee.
Lo que si valía la pena era encontrar respuesta a esas preguntas que todos y cada uno de nostros nos hacemos alguna vez, ¿quién soy? ¿cuál es mi destino? ¿existen los dioses? Esas preguntas que fueron eliminadas de la sociedad moderna por esa mentalidad «ilustrada» de la Revolución francesa. Pero en realidad esas preguntas son siempre las que han motivado los grandes descubrimientos. Así lo hemos visto en el mundo clásico, su búsqueda filosófica les llevó a sus grandes descubrimientos de las leyes de la naturaleza, lo mismo que motivó a un Newton o a un Leonardo o a un Einstein y así un largo etcétera.
De nosotros,de nuestra civilización tecnológica no quede quizá ni la mitad de cosas que han quedado de ese reducto de la historia tan pequeño geográficamente, pero tan grande humanamente. No estaría entonces de más aprender una lección de historia de nuestros padres culturales. Ellos siempre colocaban en el espolón de sus barcos una estatua llamada Nike, que hoy traduciríamos por «Victoria». Aparentemente puede pasarnos desapercibido, pero es un símbolo, tiene una interpretación. Transitar los caminos de la vida, las olas de la que la empujan, las dificultades con espíritu de victoria, de generosidad, dando lo mejor de nosotros, pero siempre viajar, siempre transitar, siempre descubrir nuevos horizontes, que quizá no estén tan alejados como suponemos, tal vez están cerca, muy cerca.