Filosofía — 5 de julio de 2010 at 19:35

Eugenio Trías Sagnier, un platónico de nuestro tiempo

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Por Maria Angustias Carrillo de Albornoz

Puede decirse que ha abordado prácticamente casi todos los campos del conocimiento, pero sus preferencias han sido siempre la filosofía del arte y la estética, por una parte, y la filosofía de la religión por otra. Su obra está considerada como uno de los hitos filosóficos más relevantes del pensamiento español  de la actualidad.

Biografía breve

Eugenio Trías Sagnier nace en Barcelona (España) el 31 de Agosto de 1942. Comienza sus estudios de Filosofía en esta Universidad, prosiguiéndolos después en las de Navarra, Madrid, Bonn y Colonia. En 1964 presenta su tesis de licenciatura “Alma y Bien según Platón” lo que le permite acceder, de 1965 hasta 1970, al puesto de profesor adjunto de Filosofía en las Universidades Central y Autónoma de Barcelona. En 1979 escribe un ensayo sobre Hegel titulado “El lenguaje del perdón” que le sirve para presentar su tesis doctoral, largamente aplazada. Profesor y catedrático de Estética y Composición en la Escuela Superior de Arquitectura durante 17 años, es, actualmente, catedrático de Historia de las Ideas en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y Director del Curso de Doctorado del Instituto Universitario de Cultura de esta Universidad, además de colaborador habitual en varios diarios y publicaciones.

El periodo académico 1972-1973 lo vive entre Brasil y Argentina, en cuya capital, Buenos Aires, imparte diversos cursos y conferencias. Este viaje marca una nueva etapa en su vida, al punto que duda si volver a España, atrapado por ese crisol de culturas que era entonces la ciudad porteña. Veinticinco años más tarde, en 1999, volverá a viajar a Argentina para otro ciclo de conferencias en Buenos Aires, y el ayuntamiento le otorga la medalla de la ciudad: “Fue una ceremonia de gran sobriedad y sencillez, casi íntima, pero me llegó al fondo del corazón”, comenta agradecido en sus memorias.

En 1969 publica “La Filosofía y su sombra” y a partir de ahí, su fecundidad como escritor y ensayista no ha conocido descanso, siendo autor de más de treinta libros, entre los que destacan los siguientes títulos: “Teoría de las ideologías”(1970), “Metodología del pensamiento mágico” (1971), “Drama e identidad” (1973), por el que obtuvo el premio “Nueva Crítica” de Ensayo; “El artista y la ciudad” (1975), por el que le otorgaron el premio “Anagrama” de Ensayo; “Tratado de la pasión” (1978);  “Lo bello y lo siniestro”, (1981), que le hizo ganar el Premio Nacional de Ensayo;  “Filosofía del futuro” (1984), en la que se despliega una propuesta de fundamentación ontológica, que toma como pauta o modelo central la dinámica de lo estético y elabora los primeros planteamientos de lo que luego va a denominar la “filosofía del límite”, su gran aportación. “La aventura filosófica” (1987), “Lógica del límite” (1991), “La edad del espíritu” (1994), por el que obtuvo el premio “Ciudad de Barcelona”; “Pensar la religión” (1997), “La razón fronteriza” (1999), “Ciudad sobre ciudad” (2001), “El árbol de la vida” (Memorias, 2003), “Etica y condición humana” (2003), “El hilo de la verdad” (2004), “La política y su sombra” (2005), “Prefacio a Goethe” (2006), y “El canto de las sirenas: argumentos musicales” (2007), su última obra publicada.

En 1995 obtuvo el prestigioso Premio Internacional Friedrich Nietzsche, por el conjunto de su producción y por su trayectoria filosófica.

Es destacable también su presencia en la prensa, con numerosos artículos de opinión en los periódicos españoles de mayor tirada, y su actividad como conferenciante y director de cursos por Europa y América.  Ha dirigido numerosas tesis doctorales y sus obras han sido traducidas a diversos idiomas.

Actualmente es Vicepresidente del Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y Presidente del Consejo Asesor del Instituto de Filosofía del Centro Superior de Investigaciones Científicas de España.

La filosofía del límite

Su concepción de la filosofía es unitaria y enciclopédica. Un rasgo siempre presente en su obra es el rechazo a los reduccionismos filosóficos, ya se trate del que se advierte en los metafísicos dogmáticos o del que caracteriza a los distintos positivismos, sobre todo en lo referente a la ética, a la reflexión cívico-política, la estética, la filosofía de la religión, la reflexión histórico-filosófica, la ontología y el arte. Puede decirse que ha abordado prácticamente casi todos los campos del conocimiento, pero sus preferencias han sido siempre la filosofía del arte y la estética, por una parte, y la filosofía de la religión por otra. De todos modos ha procurado que todo ello derivara de una concepción propia y personal de la filosofía, de orientación ontológica, que él identifica y reconoce como “filosofía del límite”. Su obra está considerada como uno de los hitos filosóficos más relevantes del pensamiento español  de la actualidad y es ponderada por la crítica por la riqueza de su escritura y su peculiar estilo, en el que el pensamiento filosófico se manifiesta portador de una gran poesía y erudición. Sus libros y publicaciones constituyen un amplio despliegue literario que va a quedar como uno de los más sólidos ejercicios de su generación en el terreno de la literatura filosófica, o de la “escritura orientada hacia el conocimiento”.

Eugenio Trías se define como un “exorcista ilustrado” que somete la razón filosófica a un permanente diálogo con sus sombras. Pero el aspecto más relevante de su filosofía tiene lugar a partir de los años ochenta, cuando descubre el concepto angular que, a partir de entonces, orientará toda su reflexión: el concepto de “límite”. En el límite entre la razón y sus sombras halla Trías el ámbito de exploración de una filosofía que, desde entonces ha dado en llamar “filosofía del límite”. Propone, a este respecto, una antropología en la que se concibe al hombre como “habitante de la frontera”, como “ser fronterizo”; el hombre se halla siempre referido a ese límite que tiene, para Trías, clara significación ontológica. En sus últimos libros acuña, a este respecto, la expresión “ser del límite”.

En su obra se despliega un amplísimo arsenal de referencias y reflexiones en el que circulan todas las artes –desde la arquitectura a la música, de la literatura al cine, de la escultura a la pintura- y también toda suerte de referencias religioso-espirituales y de reflexiones histórico-filosóficas, donde sobre todo destacan sus grandes maestros históricos, que son Platón, Hegel y Nietzsche, sin dejar de referirse también a Pico della Mirándola, Kant, Wittgenstein o Heidegger, como también a Calderón, Goethe y Hölderlin. Destaca en general un impulso abiertamente crítico con las tendencias nihilistas actualmente vigentes y un intento de hallar un modo de ofrecer una alternativa al mundo de hoy, abriendo nuevos cauces a la filosofía del futuro.

Su libro más ambicioso es, sin duda, “La edad del espíritu”, en el cual determina el ser del límite y la razón simbólica que le corresponde, explorando los distintos modos de aproximarse al “hecho religioso” -o al ámbito de lo sagrado- a través de las distintas épocas históricas. Un recorrido peculiar y una reflexión sobre las formas simbólicas y las ideas a través de la historia. Convencido platónico, Eugenio Trías es en la actualidad uno de los más ilustres pensadores del panorama español.

Inserto a continuación  un encuentro abierto, durante una hora, que realizó el filósofo a través de Internet para el periódico “El Mundo” en su versión digital del 14 de Enero de 2002, seguido de algunos párrafos recogidos de dos de sus obras: “El árbol de la vida” (2003), un libro autobiográfico de memorias en el que describe los primeros años de su infancia, adolescencia y madurez hasta los treinta y tres años, y de “El canto de las sirenas” Argumentos musicales (2007),  su última publicación.

ALGUNOS TEXTOS DE EUGENIO TRÍAS

1) De su autobiografía “El árbol de la vida”, Memorias (2003):

“Ignoro si yo elegí la filosofía o la filosofía me eligió a mí… Tardé en comprender que mi vida estaría marcada por este insólito y singular oficio de raíz socrática y platónica”

“Mi abuela materna fue la verdadera hada madrina de mi vida, mi principal educadora durante mi infancia… Con ella recorrí todos los museos de la ciudad e hice mi primer viaje fuera de Cataluña, a Madrid, visitando el Museo del Prado y el Museo Lázaro Galdeano, así como el Museo Sorolla… Consciente de mi afición musical, mi abuela decidió que debía aprender algún instrumento, el piano por ejemplo; así fue como quiso que se encauzara y orientara mi decidida afición por la música clásica.”

“La música clásica, para bien o para mal, selló mi ya íntimo, reconcentrado y contemplativo carácter en un perpetuo ensimismamiento lírico y reflexivo que nunca he podido modificar… He sido toda mi vida un gran solitario.”

“Toda la vida he sido un convencido calderoniano…. Siempre he preferido a Calderón en su duelo histórico con Lope de Vega (cuya irreflexiva espontaneidad acaba exasperándome)… También leí con avidez a los grandes escritores españoles de este siglo, a Unamuno, a Ortega y Gasset, a Machado y a Azorín, a poetas como Juan Ramón Jiménez y García Lorca, a Guillén y Salinas… Mi actitud ante la lectura ha sido siempre activa y productiva”.

“Quería mostrar (en la tesina para mi licenciatura sobre el alma y el bien en Platón), la conexión entre la definición platónica del Alma en Fedro como lo que siempre se mueve o lo que se mueve por sí mismo y el carácter del Bien platónico, afirmado en La República como instancia que se halla más allá de la esencia o sustancia (ousía)”… “Siempre he creído que filosofía y tradición platónica son términos casi sinónimos”…

“Siempre que he escrito algo sobre Platón, he acudido a esta vieja “tesina” y me he inspirado en ella para desarrollar tal o cual punto. Deposité en ella muchas horas de trabajo de buena ley. Hice esfuerzos ingentes por actualizar mi escaso y precario griego, hasta disponer de un conocimiento suficiente para orientarme en la hermosa escritura platónica.”…“Tenía la idea, creo que correcta, de que era necesario conocer perfectamente la obra de un gran filósofo para poder penetrar por la puerta grande en el mundo de la filosofía. Y opté por Platón porque me parecía el más cercano a mi sensibilidad y a mi propia concepción del mundo. Reconocía mi propia existencia en la alegoría de la caverna”… “Había descubierto, además, que el camino de la liberación de la caverna platónica no se producía por razón de una conversión religiosa sino a través de una compleja y metódica andadura en la que la erótica y la dialéctica se conjuraban con el fin de suscitar la “reminiscencia” (de las Ideas). Yo había aprendido al fin que mi “liberación” corría pareja a mi dedicación a la filosofía; y que esa vocación, o profesión, era la que me podía suplir con creces lo que vanamente había buscado a través del atajo de una experiencia religiosa poco meditada, o vivida de forma inmadura. Ahora era imprescindible apartarse de la religión y dedicarse de lleno a la filosofía. Pero como primera medida era preciso penetrar en sus arcanos mediante una incursión en profundidad en un clásico como Platón.”

… “Tenía claro que mi vocación filosófica se iba a sustentar en una sólida formación enciclopédica. Me revolvía las entrañas el especialismo intransigente en que se hallaba sumida la filosofía (y en general toda la cultura). Yo no caería en ese error, aun cuando esa ambición enciclopédica fuese objeto de toda suerte de incomprensiones. Para mí la filosofía era  el pináculo del conocimiento; era filosofía primera, metafísica. Y ésta debía tener siempre como base la totalidad de las experiencias culturales, del saber y la sensibilidad, de la ciencia y del arte, de la literatura y de las aventuras del conocimiento (especialmente en el ámbito de las “ciencias humanas”).

Como Hegel, como Aristóteles, yo también quería ser “el alma que quiso saber todas las cosas”.

“Albergaba la intención de efectuar una especie de “arqueología” de la estética occidental (proyecto del cual quedan esparcidas huellas aquí y allá en Drama e identidad”). Finalmente me decidí, creo que con muy buen criterio, hacia la fórmula ensayística, que era la única que me permitía combinar mis disposiciones por la inventiva estilística con mis inclinaciones filosóficas, teóricas y analíticas”.

“Fue entonces cuando volví a leer a Thomas Mann y a Goethe, a los románticos alemanes, cuando volví sobre Hölderlin y Rilke, o cuando descubrí a Ficino, a Pico della Mirandola y demás “grandes” del renacimiento italiano (que de paso removían mi memoria platónica, o mis antiguas inclinaciones hacia el Banquete y el Fedro, o hacia La República y el Sofista).

“Volvía a mi tan anhelada soledad. Sólo en ella y desde ella podía dar cauce e iniciativa a una nueva singladura vital, y filosófica, que debía reconstruir de forma radical, desde sus mismos cimientos.”

“De pronto esa vida mía se me apareció como una auténtica vida filosófica: una vida que debía extraer del gran laboratorio de experiencias vividas los grandes temas y motivos de su reflexión y meditación. La filosofía no podía girar, en mi caso, sobre asuntos “objetivos” cuyo vínculo y ligazón con mi propia experiencia no fuesen nítidos o expresos. Si escribía sobre temas artísticos o culturales, o sobre filosofías del pasado o del presente, sería a partir de entonces sólo y en la medida en que podían servir de vehículo hermeneútico y transferencial de mis propios desvelos y afanes vitales.”

…”Finalmente lo que de mí quedará es, creo, sobre todo esto: un conjunto trabado y complejo de textos literarios, que como tales deberán leerse, ya que en ellos sobre todo resplandece una escritura y un estilo. Y una aventura singular, ambiciosa y muy peculiar, que se interna por los misterios más escondidos de nuestro mundo, y de la philosophia perennis, con la intención de lograr, a través de ese conjunto de singladuras que son mis obras, hallazgos en el ámbito del conocimiento.

2) De su libro “El canto de las sirenas”: Argumentos musicales (2007)

Este es un libro que todo amante de la Música y aspirante a filósofo le gustará tener siempre a mano. Pueden extraerse de él muchas y muy buenas reflexiones como la que cita a propósito de la música de Schönberg, que valdría para toda la Música en general:

“Y es que para gozar esa Música de verdad no basta oírla en estado de somnolencia o como música ambiental; exige concentración; exige estudio. Lo mejor, en esta vida, tiene siempre este carácter: requiere atención, esfuerzo y concentración para que desprenda toda su belleza y verdad.”. Toda una recomendación para vivir cada día.

Coda filosófica

“Hay que encontrarse con Platón para hallar una completa y convincente caracterización de la filosofía, o de la determinación de su naturaleza y esencia. ¿En qué consiste, cuál es su finalidad, dónde tiene su arranque, su punto de partida? ¿Qué itinerario es indispensable seguir si se quiere llegar a poseer una vida filosófica? ¿Qué debe hacerse para que la filosofía, como sugiere al joven Sócrates el viejo Parménides en el diálogo platónico que lleva su nombre, tome posesión de uno mismo, de manera que impregne y se esparza por todos los entresijos del alma de quien aspira, anhela, quiere alcanzar la más deseable de todas las formas de vida?

La filosofía posee carácter medianero y daimónico, a mitad del trayecto entre la ignorancia y la sabiduría, aunque siempre imantada por ésta. Se revela capaz de redefinición de todos los asuntos que nos atañen, de manera que nuestra relación con nosotros mismos, con nuestros conciudadanos, con el cosmos, con los dioses, todo queda –en virtud de esa instauratio magna que es la filosofía- radicalmente modificada, transmutada.

Y en esa redefinición dispone la filosofía de una ayuda extraordinaria, una suerte de hilo de Ariadna: la música como ciencia de la armonía, en ensamblaje intrínseco con las matemáticas y la astronomía, ciencias que investigan la concordancia entre las armonías del cielo y las que son propias del alma –alma y mundo, alma y ciudad- que Platón sancionó de forma genial en La República.

Sócrates, en el Fedón, lamentaba que los cosmólogos que le precedieron se hubiesen dedicado a contemplar los cielos en detrimento de ese cuidado –ético- de la propia alma. Pero Platón logró la armonía de ambas tendencias: en virtud de la enseñanza socrática y de su reencuentro con la tradición pitagórica, concibió el cuidado de alma como cuidado del propio mundo: epimélesthai tês kósmou. La música –junto con las matemáticas y la astronomía- le facilitó esa armonización de alma y cosmos, o de alma y ciudad. Por eso la filosofía se pudo concebir como forma musical (o como la mejor música).

La filosofía tiene el carácter de una actividad siempre en movimiento. Se halla en concordancia con la esencia y naturaleza del alma, según se la define en Fedro y en Leyes X. Y es congenial, por lo mismo, con las ciencias del movimiento, la astronomía y la música.”

“Los números matemático-musicales con que fue creada toda alma en el Timeo, y que pueden descubrirse por la vía de la reminiscencia, permiten la sintonía de alma y cosmos.”

“Sin posesión erótica, sin entusiasmo amoroso, la filosofía y la música no consiguen su finalidad.

La salud mental, la felicidad, la eudaimonía, exigen el concurso de ambas orientaciones, mimética y catártica, apolínea y dionisíaca, armoniosa y orgiástica, dirigidas hacia el cántico, a través de la lira, o inductoras de la danza –con su frenesí específico- mediante la flauta.”

“Se dispone de tres métodos entrelazados para aproximarse al mundus intelligibilis: éros, anámnesis, lógos; o lo que es lo mismo: locura divina de naturaleza erótica, reminiscencia –que implica la creencia en las transmigraciones a través de diferentes cuerpos-, y como ayuda necesaria la filosofía dialéctica, que conduce la vía erótica y del recuerdo por cauces ajustados a las Formas.

La música, del mismo modo que las ciencias auxiliares de la filosofía (matemáticas, astronomía), facilita ese triple método: ayuda a la reminiscencia y a la erótica; siendo ambas las que posibilitan el ejercicio de la filosofía dialéctica.”

“La filosofía era para Platón la mejor de todas las músicas, según lo atestiguó en el Fedón y en La República. Esta constituye un anillo en el que el trivium y el quadrivium se anudan, o en donde retórica y poética, por un lado, y matemáticas, astronomía y armonía musical, por otro, hallan una posible conjunción. La filosofía constituye, en este sentido, la más noble de las formas musicales.”

Finalizo este breve recorrido por la obra de Eugenio Trías con sus propias declaraciones:

“Dos de las grandes pasiones de mi vida han sido la música y la filosofía. Desde siempre he adivinado una afinidad radical entre esas dos formas espirituales aparentemente tan distintas y distantes”… “Al fin y al cabo me inauguré en lides filosóficas con un trabajo de licenciatura sobre Platón. Y he sido siempre un platónico convencido.”

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