Pluricelulares, con un cuerpo segmentado en dos partes, son famosas por su carácter de tejedoras.
UN BUZO SIN ESCAFANDRA
Todas las arañas secretan seda, aunque no todas la usan para cazar. Todas envuelven sus huevos con ella, pero unas cazan a la carrera, otras prefieren hacerlo al acecho; las hay que fabrican marañas informes, y verdaderas reinas del corte y confección que, guiadas por un extraño instinto, son capaces de tejer redes poligonales perfectas, que intercalan entre ramitas para cazar animales voladores. Lo que quizá no todo el mundo sepa es que existen arañas que fabrican con seda hogares subacuáticos.
La pequeña araña de Europa y Asia, conocida como “argironeta” (Argyroneta aquatica) ha resuelto, por instinto, un problema que ha desvelado a los sabios durante siglos: el de la supervivencia en la inmersión para los seres de respiración pulmonar. Esta arañita construye, debajo de la superficie del charco que ha elegido como hogar, un nido de seda en forma de cúpula, fuertemente sujeto a tallos u hojas de plantas acuáticas. Posteriormente realiza innumerables viajes a la superficie, donde atrapa burbujas de aire que transporta a su cubil mediante las patas y los pelos de su cuerpo. Así, poco a poco, este nido se convierte en una campana de inmersión en miniatura, como un pequeño batiscafo. La argironeta, cuando recorre sus dominios subacuáticos a la caza de pequeñas larvas y renacuajos, lo hace acompañada por una reserva de aire suficiente para sus necesidades. Luego, con la caza cobrada, sube a devorarla a la superficie porque es incapaz, cosa curiosa, de hacerlo en el agua. Posteriormente se retira a su palacio subacuático, donde espera a la próxima partida de caza, y en donde efectuará la puesta.
Con la llegada del invierno, la argironeta desciende a mayores profundidades. Construye una campana con una buena reserva de aire, y pasa en ella cuatro o cinco meses en letargo. La reproducción tiene lugar en primavera. Antes de dispersarse, las crías se instalan en la campana maternal durante varias semanas.
UNA FÓRMULA CODICIADA
El hilo de seda que usa la argironeta se parece bioquímicamente al de cualquiera de las otras arañas. El hilo de una araña está compuesto de proteínas, un compuesto bastante complejo de aminoácidos. A su vez, un aminoácido es una molécula formada por un grupo amino (nitrógeno e hidrógeno), y un grupo ácido carboxilo (carbono, hidrógeno y oxígeno). Los aminoácidos construyen las proteínas, que son como bloques con los que se construyen los seres vivos. El cuerpo humano, por ejemplo, está compuesto en un 20% de proteínas.
En el caso de las telarañas, los aminoácidos principales son la glicina y la alanina. La araña los produce por medio de unas glándulas llamadas “hilanderas” situadas en la parte posterior de su abdomen. Estas glándulas unen las proteínas para crear una seda flexible y resistente. Cuando a esta seda se añade una sustancia pegajosa, el resultado es una trampa muy eficaz.
Las denominadas glándulas seditíferas se encuentran en el abdomen, en forma y número variables, de manera que estos animalitos pueden producir diferentes tipos de seda. La seda, viscosa, fluye por las hileras y se solidifica al instante. Cada glándula emite un hilo fundamental, y los hilos más tenues que conocemos resultan de la unión de varios de estos filamentos simples. Haciendo funcionar una u otra glándula, esta o aquella hilera, la araña tiene a su disposición toda una paleta de tipos de seda. Y cada uno de ellos de una increíble tenacidad y elasticidad.
Una telaraña verdaderamente sorprendente y compleja es la orbicular. Corresponde al tipo que solemos contemplar cuajada de rocío, una mañana húmeda de primavera, simulando la redecilla recamada de piedras preciosas de algún hada del bosque. Tienen forma de red poligonal, y guardan una compleja forma geométrica.
La telaraña orbicular está constituida por dos tipos de hilos procedentes de dos glándulas diferentes. Los vientos, el marco y los radios están fabricados por seda procedente de la denominada glándula ampollácea mayor, y es el mismo hilo de seguridad que la araña segrega durante sus desplazamientos para evitar caídas. La seda que constituye la espiral (hilo víscido) se segrega en la glándula llamada flageliforme. Sobre este hilo es sobre el que la araña vierte un adhesivo procedente, a su vez, de otra glándula distinta.
Como vemos, hasta en la aparente simpleza de una ocasional telaraña, que quizá tanto molestan en las esquinas de los techos, la laboriosa araña demuestra unas dotes de constructor poco corrientes. Insólitas si pensamos que el tamaño de su cerebro, si lo podemos llamar así, es insignigicante, microscópico. La única explicación dada es la del “instinto”, del que aún no se ha podido señalar dónde reside.
Y lo más fascinante no son las complejas técnicas matemáticas, químicas, mensoras o ingenieras que el grupo de los arácnidos maneja a la perfección desde el instante en el que nacen. Lo realmente asombroso son las propiedades del hilo en sí.
MATERIAL PERFECTO
Una telaraña es asombrosa por más de una razón. Su estructura es muy eficiente, pero no es su única propiedad. El hilo de una araña puede ser cinco veces más resistente que un filamento de acero de igual grosor. Las telas de araña, y materiales similares inspirados en su composición, se usan en los chalecos antibalas. Se ha sugerido incluso que si se tuviera un hilo de araña del grueso de un lápiz, se podría llegar a detener un avión Boeing 747 en pleno vuelo. Además, el hilo de una araña se puede estirar hasta el 30% más de su longitud original sin romperse, cosa que no hace ningún material descubierto por el hombre. Ni siquiera el keblar.
En definitiva, podemos afirmar que la tela de una araña es uno de los materiales más resistentes que se conocen. Se han estado haciendo esfuerzos, hasta ahora sin éxito, para crear materiales artificiales semejantes. La seda producida por una araña es un ejemplo asombroso de lo que la vida ha llegado a producir, y que la tecnología de materiales sintéticos aún no ha llegado a imitar.