Un personaje extraordinario, singular en la recuperación de la filosofía antigua y precursor del Renacimiento italiano.
Durante toda la Edad Media el conocimiento que se tuvo de los filósofos griegos fue muy escaso, especialmente de Platón. Apenas se conocían algunos diálogos como el Timeo, el Felón y el Menón. Sabemos que Petrarca tenía bastantes obras de Platón y que sentía un gran interés por él pero, su escaso dominio del griego limitaba sus posibilidades. También Manuel Crysaloras y Leonardo Bruni habían hecho alguna traducción pero, en definitiva, era casi un desconocido en la Italia de comienzos del siglo XV. Precisamente, el gran impulsor del conocimiento sobre Platón fue el bizantino Gemistos Pletón.
VIDA
Nacido en Constantinopla a finales del siglo XIV, hacia 1390, hijo de un sacerdote ortodoxo, fue educado para dedicarse a la administración imperial, en cuyo servicio trabajó durante toda su vida. Siendo joven parece que mantuvo algún contacto en Adrianópolis con un misterioso judío cabalista, que le habría iniciado en profundos conocimientos de filosofía, y particularmente en los llamados “Oráculos caldeos”, atribuidos por entonces a Zoroastro. A partir de entonces se consagró al estudio de la filosofía antigua y, especialmente, de Platón, por el que desarrolló un gran entusiasmo.
Hacia 1407 fue enviado como “juez general” acompañando al hijo del emperador de Bizancio, Teodoro II, en su misión de gobernador de Morea (es decir, la península del Peloponeso). Allí vivió en un castillo en el pueblo de Mistra, a pocos kilómetros de la antigua Esparta, prácticamente toda su vida, salvo el trascendental viaje a Italia entre los años 1437 y 1440. En Mistra formó una suerte de escuela de filosofía, una fraternidad filosófica, donde desarrolló su sistema filosófico que, si bien era esencialmente platónico, podríamos calificar quizá más acertadamente como ecléctico, pues también presentaba elementos propios del estoicismo, y remontaba los orígenes de la filosofía a Zoroastro, Pitágoras, etc. Su principal discípulo fue Bessarión, que llegaba a afirmar que “de creer a Pitágoras en cuanto a las reencarnación de las almas, el mismo Platón se habría reencarnado en Gemistos”. Fue en Mistra donde Giorgios Gemistos, llevado de su entusiasmo por Platón, comenzó a usar el nombre de Pletón.
El motivo del viaje a Italia fue acompañar, junto con Bessarión, a la delegación imperial bizantina, presidida por el propio emperador Juan VII Paleólogo, al Concilio de Ferrara para tratar la reunificación de las iglesias romana-católica y la griega-ortodoxa. Bizancio, acosada por los turcos otomanos, necesitaba ayuda de Occidente, y las concesiones en materia religiosa negociando la unión de las Iglesias era una de las pocas bazas que le quedaban a Bizancio para jugar. En Ferrara, Pletón conoció a otro filósofo extraordinario, en este caso procedente del norte de Europa, Nicolás de Cusa, que llegó a ser gran amigo de Bessarión, pues los dos permanecieron en Roma posteriormente. Trasladado el Concilio a Florencia a comienzos de 1439, Pletón comenzó a dar conferencias sobre filosofía en aquella ciudad. El impacto fue enorme, pues por primera vez llegaba a Italia el conocimiento directo y vital de Platón, y sus propuestas de renovar la política y la religión bajo la inspiración de la filosofía antigua (¡eso es el Renacimiento!) encontraron terreno fértil. Rápidamente se reunió un núcleo de discípulos alrededor suyo (Cosme de Médicis, Bruni, el cardenal Cesarini, etc.) que sería el germen de la Academia Florentina, protegida e impulsada por Cosme de Médicis, el viejo, y luego por Lorenzo el Magnífico, en la que poco después destacaría Marsilio Ficino y Pico della Mirándola. Hay que destacar que llegado a Roma, Bessarión formó también, en su propia casa, otra escuela de filosofía donde difundía sin cesar el platonismo de su maestro, ya regresado a Grecia, y lo defendía de las acusaciones de otros rivales, de línea más escolástico-aristotélica, como Jorge de Trebisonda. Es decir, estos filósofos intentaban difundir sus ideas donde fuera y como fuera, fundando escuelas y reuniendo discípulos en un lugar y otro, defendiéndose de los ataques que sufrían y refutándolos con gran brillantez. Al fin, el Concilio legó a un acuerdo de compromiso, redactándose una “fórmula sobre la unión de las Iglesias”, y la delegación griega retornó a su país en 1440. El clero y el pueblo de Bizancio no aceptaron la fórmula y la ayuda occidental no llegó. Poco después, el sultán Mohamed II inició el ataque finla contra los restos del imperio bizantino, cayendo Constantinopla en 1453 y todos sus demás territorios poco después. Pletón, que no legó a aceptar tampoco la fórmula de unificación, regresó también en 1440 a Mistra. Allí vivió hasta su muerte en 1464, ocupando sus últimos años en la redacción de sus obras, que se han perdido prácticamente en su totalidad, pues fueron quemadas por el patriarca ortodoxo Gennadio, mortal enemigo de su “paganismo”: Morea fue ocupada por los turcos en 1458, y años después una expedición de reconquista enviada por Venecia, al mando del condotiero Malatesta, aunque fracasó en su intento de expulsar a los turcos, sí que rescató al menos los restos de Gemistos Pletón, que reposan en el exterior de la catedral de Venecia.
OBRA Y PLANTEAMIENTOS
Gemistos Pletón, en la medida que es el primer gran divulgador de Platón en Italia, es uno de los impulsores del renacimiento italiano. Su planteamiento esencial es recuperar la filosofía antigua y emplearlo para reformar la realidad presente. No es un intento erudito y puramente “académico”, sino que, por el contrario, es un planteamiento tremendamente vital de intentar aplicar la filosofía para reformar la iglesia y el cristianismo, reformar los estados, incluida la sociedad, la economía y los ejércitos, reformar el arte, en fin, vitalizar todos los aspectos de la sociedad aprovechando los extraordinarios conocimientos y teorías de Platón y otros sabios antiguos.
Sus obras son escasas y se han perdido en su mayor parte. Destaca, en primer lugar, el Tratado para las diferencias entre Platón y Aristóteles, redactado a partir de sus conferencias en Florencia, y que al ser refutado por Jorge de Trebisonda, inició una larga polémica entre platónicos y aristotélicos. De vuelta en Mistra completó tres nuevos libros: el Código de las leyes, en el que aportaba sus fundamentos para la renovación religiosa; Sobre el Destino, que era un compendio de las enseñanzas de Zoroastro y Platón y, por último, Las Virtudes.
Pletón consideraba que Platón había sido el más grande de los filósofos griegos, pero que en realidad era tan sólo un eslabón de una larga cadena de grandes filósofos y sabios que transmitían sistemáticamente a lo largo de los siglos unas enseñanzas esenciales. De esta larga tradición formarían parte Zoroastro, Pitágoras, evidentemente Platón, los estoicos y neoplatónicos, los templos iniciáticos de Eléusis y Dodona, los grandes legisladores de la antigüedad como Minos, Numa o Licurgo… De modo sorprendente excluía, en el Código de las leyes, a los egipcios a causa de su zoolatría (posteriormente, Marsilio Ficino reestablecería la “conexión egipcia” basándose en los textos del Corpus Hermeticum e incluyendo también la tradición hebrea). Excluía también a Aristóteles, a quien acusaba de haber deformado la enseñanza de su Maestro, abusando de la erudición cuando la verdadera filosofía “tiene en poco las palabras”; le achacaba también dejar el mundo sujeto en demasía al azar, negando la providencia divina y la inmortalidad del alma.
Planteaba una suerte de emación, muy descrita por los neoplatónicos alejandrinos, en la que el conjunto de los seres constituiría una cadena continua desde lo inteligible a lo sensible, sin rupturas. Las almas habrían surgido por emanación de las ideas, sin rupturas. Las almas habrían surgido por emanación de las Ideas, que a su vez han sido emanadas de lo Uno o Dios. En el mundo intermedio de las Ideas existiría una multiplicidad finita de seres distintos que, en la filosofía esotérica de Mistra, se hacían corresponder con los llamados dioses en el paganismo antiguo, que entonces serían símbolos exotéricos de causas formales. En esa cadena jugaría un papel muy destacado el Sol, como arconte o regente del mundo visible, y el hombre que es material y divino al mismo tiempo.
Los hombres poseen una suerte de “nociones comunes” o precaptadas (reminiscencias en suma) que pueden aflorar y hacerse presentes cuando se libera la mente de las “innovaciones de los sofistas modernos” y que son relativas a los conceptos morales básicos sobre los comportamientos correctos e incorrectos, sobre la idea de Dios o los dioses, etc. una especie de “moral natural” o “ética atemporal” que sería propia de todos los hombres de forma natural, independientemente de su época y lugar de nacimiento, y que contrapone abiertamente tanto con los dogmas particulares de las religiones monoteístas (judías, cristianas y musulmanas) basados en pretendidas visiones o revelaciones proféticas como con las ficciones mitológicas de poetas como Homero y Hesíodo. Pletón consideraba que la naturaleza era reflejo de lo divino, por lo tanto debía ser respetada y valorada, pero en todo caso había que asegurar la libertad humana logrando escapar de la esclavitud de las pasiones. Nadie es voluntariamente malo, los malos se convierten en tales a pesar de ellos mismos, por no haber alcanzado su propia meta.
Por fin, en los aspectos políticos, Pletón soñaba con recuperar la gloria y grandeza de Grecia aplicando leyes inspiradas en Licurgo, el mítico legislador de esparta, y en el propio Platón. Así se fortalecerá al pueblo inculcándole virtud y valor. Las tropas mercenarias serían despedidas y sustituidas por tropas nacionales formadas por los propios ciudadanos, cuyo patriotismo compensaría su inicial falta de destreza militar. Criticaba ferozmente a los monjes (no es de extrañar que el patriarca Gennadio le odiara) por su vida ociosa y excesiva riqueza. Proponía que los latifundios de los monasterios fueran repartidos entre los labriegos que ndesearan trabajarlos, cediéndoselos a cambio del pago de un tercio de la cosecha al Estado.
Gemistos Pletón fue uno de estos personajes extraordinario que en ocasiones, pese a ser casi desconocidos, son los que realmente mueven los goznes de la Historia. Su papel en la recuperación de la filosofía antigua y en el fenómeno del Renacimiento italiano son determinantes. De hecho, el propio Renacimiento sería totalmente incomprensible sin su aportación.