Sociedad — 1 de junio de 2011 at 00:04

Musicoterapia: la música cura y el silencio también

por

Entrevista a Sebastián Pérez, profesor titulado en guitarra, con amplia formación en piano, dirección coral y orquestal.

Desde 1999 es director, en España, del Instituto Internacional Tristán para la música y la danza, donde, junto a otros profesionales, desarrolla actividades tanto educativas como culturales, retomando el aporte filosófico de las artes.
Pedagogo, conferenciante, investigador, arreglista, compositor y articulista. Ejerce la docencia en la Escuela Municipal de Música de Roquetas de Mar, en Almería.

Además es autor del reciente libro “Música para la salud. Prácticas de musicoterapia para la vida cotidiana”, que puedes adquirir por Internet (www.tristan-instituto.es).

¿Qué has aprendido en todos los años que llevas trabajando con la música?
Su tremenda capacidad para influir sobre el ser humano. Ya sea en la educación o en los momentos de ocio, la música es uno de esos elementos esenciales para el ser humano. No hay cultura que no haya ejercitado ese aspecto, el del desarrollo sensible a través de la música, al igual que no la hay que no haya utilizado la ciencia, la mística o la política. En definitiva, que el hombre es naturalmente musical.

«el hombre es naturalmente musical»

¿Por qué un libro de musicoterapia?
He de aclarar que no es un trabajo sobre musicoterapia, sino una recopilación de las experiencias que he realizado con alumnos en cursos, talleres y programas de radio durante muchos años en torno a los efectos beneficiosos que la música aporta a la vida cotidiana.
El contacto con la música, ya sea al escucharla, interpretarla o escribirla, produce un efecto, y hacerse consciente de los beneficios que esto aporta me pareció importante.

¿Cuál es la finalidad del libro?
Mejorar la calidad de vida de todo el que lo lea. Así de sencillo. Como he dicho, al cabo de años de trabajo uno sintetiza los grandes beneficios que el contacto cotidiano con la música aporta, aprende a diferenciar lo que la música actual o los grandes clásicos producen en nuestro cuerpo, en la psique, en la mente o en el mundo de la espiritualidad. Por ejemplo, ser consciente de que Mozart es muy equilibrado y cristalino me permite elegir su música para crear un clima de armonía, tranquilidad y equilibrio.

En tu libro hablas sobre todo de música clásica. ¿Crees que la música moderna aporta algo para la juventud?
Naturalmente, hay mucha música actual interesante y de buena calidad; sin embargo, los efectos que la llamada música comercial produce en los jóvenes no siempre son beneficiosos.
Recuerdo que en una entrevista de radio pregunté a un médico sobre el efecto que el volumen excesivo de la música producía, y fue tajante: el primer efecto era el de producir cierta sordera de los agudos y medios, con lo cual el sonido envolvente era como un zumbido grave; el segundo era producir ansiedad y, por tanto, sed, un efecto requerido para seguir bebiendo.
Quiero decir con esto que la energía del sonido es tan potente y sus efectos tan inmediatos que mucha música moderna utiliza esta energía con objetivos mercantilistas que dañan la salud de quien se expone de continuo a ella. Sin embargo, la llamada música clásica toca otros elementos, produce sentimientos, imágenes, etc., enriquece en vez de perturbar.

«la música es una poderosa energía; en sí misma no es ni buena ni mala, depende de cómo se la utilice»

¿Qué falta para que la música moderna pueda aportar valores atemporales a los jóvenes?
Como decía, la música es una poderosa energía; en sí misma no es ni buena ni mala, depende de cómo se la utilice. Por tanto, lo que se precisa actualmente es una finalidad más noble y humana que el hecho de servirse de ella para generar recuerdos, como en el caso de los anuncios, o producir ansiedad.
La música actual está, en su gran mayoría, al servicio de un medio que no es el desarrollo de las capacidades humanas y es precisamente esto último lo que puede devolverle, como diría el poeta, su perdida dignidad. Actualmente hay muy buenos músicos que están trabajando con una estética novedosa y actual, pero no son conocidos simplemente porque no están en las grandes corrientes de producción, no quieren ser perecederos y tratan de crear caminos estéticos no solo novedosos sino duraderos. Estoy seguro de que el tiempo pondrá cada cosa en su lugar.

En el mundo de hoy, sobre todo en las grandes ciudades, los medios de comunicación están por todas las partes. Parece que las personas nunca están solas, siempre tenemos los ordenadores o los móviles conectados… ¿Te parece que nos falta la práctica del silencio?
En realidad nos da cierto miedo el silencio porque, inevitablemente, nos vuelve sobre nosotros mismos. Incluso hay personas a las que el silencio les resulta agobiante porque lo relacionan con la soledad, con cierto vacío. Sin embargo, es como la matriz desde la cual surge todo sonido y, desde luego, el prólogo y el epílogo de toda buena música.
En cierto aspecto, el silencio es un principio femenino, pues revela que la persona está preparada para oír, está receptiva y abierta. Sin embargo, aquel que habla está en la posición opuesta, muestra iniciativa, actividad y exteriorización, está en función masculina. Por eso el silencio es un bien tan escaso en nuestra sociedad, porque hacer silencio es hacer espacio, amplitud, hueco, lugar, y esto, con las continuas llamadas desde el exterior (ordenadores, teléfonos, ruidos, música ambiente, etc.), resulta verdaderamente difícil. Sería muy beneficioso simplemente dedicarnos unos minutos a escuchar, ya sea música o lo que ocurre alrededor. Aprenderíamos mucho.

Tú perteneces al Instituto Tristán, ¿por qué?
Tristán promueve la unión de dos aspectos: la disciplina técnica y el desarrollo humano y filosófico.
Cuando hace años acabé la carrera de guitarra, sentí que eso estaba muy bien pero que faltaba una finalidad, un proyecto para esa técnica que ya poseía. Durante el aprendizaje se olvida trasmitir los valores éticos, estéticos e incluso místicos que la música y el arte producen, y desatender esto en el desarrollo de los jóvenes artistas es un error que origina grandes técnicos que tocan a una velocidad increíble y con una precisión pasmosa, pero a los que les falta capacidad de trasmisión. No llegan, pareciera que no tienen nada que decir o que no han comprendido la idea del compositor.
El trabajo del Instituto Tristán me llamó la atención porque señalaba este error y promovía la necesidad de añadir a la buena técnica elementos filosóficos que permitan desarrollar al ser humano, ya sea intérprete u oyente, y darle una visión trascendente de las artes.
Ver la música no como un mero elemento de ocio o algo de lo que se pueda prescindir, sino formando parte esencial del ser humano me parece una maravillosa vuelta a lo esencial. Es ser consciente de que todo ser humano es un ser musical y que más allá de la vocación y de la voluntad que cada cual ponga en desarrollar sus capacidades, el potencial estético está en todos, absolutamente en todos.

A través de tu larga experiencia pedagógica, ¿cómo ves a los jóvenes de este convulso principio de siglo?
En una dolorosa búsqueda.
Trabajo con jóvenes desde hace muchos años y cada vez se percibe con más claridad cierto abandono y una cierta falta de esperanza.
Hace unos meses leí un informe donde se aclaraba que una seña de los jóvenes actuales es su falta de compromiso, su participación social es bajísima, el 81% no pertenece absolutamente a ningún tipo de asociación u organización y casi la mitad de los jóvenes (46,3%) declara su falta de confianza en un futuro prometedor para ellos, independientemente de la crisis económica actual.
Sin embargo, cuando los jóvenes llegan al mundo laboral, se encuentran grandes dificultades; una de ellas, la gran distancia existente entre su vida estudiantil, cómoda y descomprometida y la vida laboral, rigurosa y asfixiante.
El esfuerzo, el trabajo y el tesón ya no son requeridos por un profesor o por un examen sino por un jefe ante el que hay que responder y al que le importa poco si tienes o no habilidad, si estás capacitado o si tienes un mal día. Quiere resultados, logros, objetivos cumplidos y si no… a la calle.
Todo esto crea muchos dolores y una necesidad de respuestas.
Creo que una educación que incluyera valores ayudaría a dar herramientas para el futuro de estos jóvenes.
Una buena educación general a la que yo añadiría una buena educación musical, pues cualidades como el esfuerzo, la disciplina, el trabajo en equipo, la capacidad para resolver problemas, la creatividad, la atención, la concentración, etc., son y serán fundamentales para el futuro y se desarrollan en contacto con la música.

Para saber más:

www.tristan-instituto.es

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish