A orillas de un pantano había un escorpión que tenía muchas ganas de cruzar al otro lado.
–Por favor, ¡súbeme a tu espalda ayúdame a cruzar! –le pidió a una rana.
–¡Anda, tú estás loco! –replicó la rana–. ¡Si te subo a mi espalda, me picarás y moriré!
–¡No seas tonta! –respondió el escorpión–. ¿Qué interés iba a tener yo en picarte? Si te pico, te hundes, y si te hundes me ahogo yo también, porque no sé nadar…
Por fin, a fuerza de insistir, el escorpión convenció a la rana y esta emprendió la travesía del pantano cargando al escorpión sobre su espalda.
Pero ya habían llegado a la mitad del río cuando la rana sintió el intenso dolor de un pinchazo y el veneno que le impedía moverse.
–¿Lo ves? –protestó–, ¡me has picado y me voy a morir!
–Ya lo sé –contestó el escorpión–. Y lo siento muchísimo… pero nadie puede actuar en contra de su naturaleza.
Y también a él se lo tragaron las aguas del pantano.
Fábula Africana
Cuento recopilado por Elena Sabidó