Continuamente oímos hablar de la crisis que nos aflige. Damos por hecho que no afecta solamente al sistema económico o financiero, o al desempleo, sino que son los valores, el modelo de sociedad, las costumbres, los modos de vida, los que están cambiando. No debemos ver algo negativo en esto, sino natural pues, como observaban los antiguos sabios chinos, todo lo que existe está sometido a un cambio incesante, de tal manera que lo importante es que seamos capaces de intuir la dirección que van tomando los acontecimientos, su “sentido”. Se ponen en evidencia los errores cometidos, la inconsciencia, la falta de responsabilidad, la codicia , la insensatez, con sus desdichadas secuelas.
Hablamos mucho de la crisis, pero lo cierto es que en la mayoría de los casos, se hace en un tono lastimero o derrotista, el dolor y el miedo ante los efectos devastadores nos paralizan y generan un sentimiento de impotencia y fatalidad. Sin embargo, muchas personas están considerando posibles salidas, que aporten soluciones para superar los efectos nefastos que la crisis general produce en nuestras vidas individuales.
Los que hacemos Esfinge sentimos que tenemos el deber de informar sobre las iniciativas y propuestas que se vienen haciendo desde diferentes ámbitos, como invitaciones a reorientar el rumbo de las cosas. Nos parece fundamental contribuir a una reflexión colectiva, serena e independiente y escuchar a quienes tienen algo que decir para enriquecer los debates y salir de los lugares comunes y las opiniones en exceso apasionadas. De algunas de esas propuestas trata este número que abre un nuevo año, un nuevo ciclo del tiempo, como una hoja del libro de la vida aún en blanco, esperando que queden reflejadas en ella nuestras acciones. Deseamos que sea feliz para todos, especialmente para nuestros lectores y amigos.
El Equipo de Esfinge