Hay libros que te conmueven. Libros que rozan algún resorte de tu alma. Cuando los lees, entras en una dimensión desconocida e inesperada que jamás habías podido imaginar. Cuando finalmente pasas la última página, sientes añoranza y la sensación de que tú has cambiado precisamente por ese libro que tristemente dejas atrás.
Elizabeth Lloyd-Mayer jamás pensó cuánto iba a cambiar su vida cuando su hija perdió una hermosa arpa, cuán desesperada la buscó y buscó, hasta que una amiga le recomendó que consultase a un famoso zahorí que vivía a unos tres mil kilómetros, a ver si así podía encontrarla. Entre escéptica y angustiada descolgó el teléfono. Tras un rato de charla, la voz suave al otro lado del aparato le dio la ubicación de una calle de una ciudad norteamericana. Tras unas pesquisas y después de comunicarlo a la policía, al fin pudo devolverle el arpa intacta a su hija. Al volver con su preciado tesoro, Elisabeth pensó para sus adentros: “Esto lo cambia todo”.
El libro que quiero daros a conocer es el resultado de quince años de indagaciones en el terreno fronterizo y crepuscular de la parapsicología, neurociencias, psicoanálisis, física cuántica… donde se realizan descubrimientos que desafían muchos elementos de nuestro paradigma científico y filosófico y de nuestro sentido común. La impresionante formación académica de Elisabeth le permitió adentrarse en el mundo del conocimiento extraordinario, intuitivo o como quiera llamársele, con el paso firme de una mente bien amueblada, del sano escepticismo de quien no quiere ni que le engañen ni que le dejen en ridículo. Pero lo que más me ha llamado la atención de este libro es que emanan de él una honestidad y una curiosidad incondicional ante los descubrimientos inesperados.
Información de la mente de procedencia desconocida
Conocimiento extraordinario aborda el tema tan complejo de por qué la mente humana a veces trabaja con información que no se sabe muy bien de qué fuente proviene. Es un libro sobre la intuición, pero va más allá de eso, porque el método de abordaje de este complejo asunto ha sido el seguir el periplo de búsqueda de la autora e ir narrando, cual odisea, los descubrimientos fascinantes que se han realizado en este campo. Y habla mucho, al principio, de la paradoja de que la intuición es algo más común y cotidiano de lo que nos imaginamos. Personalmente creo que toda persona ha tenido en algún momento de su vida una inspiración, un sueño anticipatorio, la simple experiencia de pensar en alguien y que esa persona se presente o nos telefonee. La pregunta es… ¿por qué, siendo algo tan común, es también algo tan excluido de programas serios de investigaciones, publicaciones y hasta medios de comunicación? La intuición es aceptada en privado, pero rechazada en público. El libro dedica unos deliciosos capítulos a ese asunto y da información asombrosa de esta doble vara de medir, que tiene algo de hipocresía y de cerrazón y de mucho miedo ante las desconocidas consecuencias que supondría aceptar que tenemos poderes o recursos dormidos.
La investigación de los estados de conciencia avanzados tuvo una época romántica en torno a la segunda mitad del siglo XIX: el auge del espiritismo, la aparición de la Sociedad Teosófica, la Sociedad de Investigaciones Psíquicas… Figuras como William James, Henri Bergson y el propio Einstein fueron muy favorables al estudio de estos fenómenos de una manera científica. No era raro ver a grandes escritores, premios nobel, intelectuales, escribir y participar en estudios, proponer explicaciones… Tal vez la catástrofe de la Primera Guerra Mundial hizo desaparecer esas posibilidades de abordar con seriedad fenómenos tan interesantes como escurridizos.
Utilizo el término escurridizo a propósito, pues he ahí donde puede que radique una parte del problema. La escasa posibilidad de reproducir en laboratorio estos fenómenos ha sido una constante en su estudio, y pienso que, unido a ello, también cierto temor a negar que si, por ejemplo, alguien puede mover a distancia un objeto, por pequeño que sea, tan solo eso, ¿qué quedaría de nuestras famosas leyes físicas?, ¿en qué extraño universo estaríamos viviendo? Por eso, la negación de los fenómenos parapsicológicos tiene algo de extraña cruzada fundamentalista, porque es fácil negar un caso aislado, pero cuando alguien agrupa en un libro (y no es el único) cientos, y recorre las escasas pero serias investigaciones que se han realizado, pues ya a uno se le va esa sonrisa de superioridad. Recomiendo la lectura del capítulo dedicado a los escépticos porque es muy ilustrativo. Es un escepticismo de “latiguillo”, que salta con la sola mención de la palabra “psi”. Curiosamente esa cruzada siempre se realiza desde unas posiciones muy materialistas.
Donde las leyes físicas se tambalean
Las historias contenidas en este libro sugieren la posibilidad de que los seres humanos podemos establecer con los demás y con el mundo material circundante una profunda conexión que transgrede aparentemente las reglas de la naturaleza tal y como las concebimos ordinariamente. Esa conexión tal vez nos hable de terrenos inexplorados, potencialidades ocultas en cada uno de nosotros que merecerían una mayor atención por parte del estamento científico. ¿Pueden nuestras mentes estar conectadas de una forma que trasciende la mente y el espacio tal y como lo entendemos habitualmente? ¿Podemos desarrollar esas capacidades? ¿Qué pasaría si se investigasen de verdad? ¿A qué conclusiones llegaríamos? ¿Cómo modificarían estos descubrimientos nuestra forma de ver y entender al mundo y al ser humano? ¿Acaso no tenemos una visión incompleta del ser humano en la medida en que descartamos siempre ese factor misterioso que aparece de vez en cuando?
Resulta interesante conocer que la CIA y las agencias gubernamentales de diversos países prestaron apoyo y financiación a muchas investigaciones relacionadas con áreas fronterizas de la mente humana. Este capítulo resulta especialmente fascinante y terrible a la vez.
Las investigaciones de la autora, tristemente, se quedaron en este libro. Lamentablemente falleció al poco de terminarlo. Pienso que precisamente por eso, este libro tiene algo de legado y algo de semilla, que esperamos fructifique en otros científicos como ella y decidan seguir su camino. Y estas palabras quiero que tengan también un sentido de homenaje y agradecimiento. Creo que se tienen que escribir libros así, donde la búsqueda de la verdad sirva de ejemplo y se demuestre que, en cualquier área del conocimiento, no puede verse obstaculizada por ningún prejuicio, por ningún dogma ni por ningún interés concreto de grupos.
La autora no nos ofrece respuestas definitivas. Pero deja claro que nuestro paradigma científico y filosófico no está preparado para abordar estos nuevos descubrimientos, y que tal vez haya que revisarlo. Es difícil diseñar experimentos con sujetos que no pueden aportar la regularidad en sus predicciones, donde el factor emocional es muy importante. Por eso, al final del libro se abre la posibilidad de que lo que empieza a vislumbrar la moderna física cuántica y la neurociencia, tal vez pueda aportar alguna luz a los resultados de las investigaciones psíquicas. Como se dice en Hamlet a Horacio: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra que todas las que pueda soñar tu filosofía”.