Arte — 1 de julio de 2013 at 00:00

Facundo Cabral, las lecciones de la vida hechas poesía

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Facundo Cabral es un poeta de la vida que con sus palabras es capaz de deshacer las graves preocupaciones y convertirlas en pasos necesarios en el caminar cotidiano por la existencia. Su pensamiento, pero sobre todo su ejemplo, convierten sus escritos y canciones en motivo de inspiración para muchos.

No soy de aquí, no soy de allá
«Nacemos para vivir; por eso, el capital más importante que tenemos es el tiempo. Es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites y con un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos» (Facundo Cabral).
Sidharta Gotama, el Buda, nos enseña que el dolor no es algo malo, sino que puede ser una herramienta muy positiva que nos hace aprender de los errores cometidos, levantar y seguir, que el dolor es vehículo de conciencia, que posee un sentido y una finalidad, aunque no lo veamos fácilmente. Facundo Cabral, desde su nacimiento, tuvo una vida bastante dura, una infancia desprotegida, una juventud problemática, y a la edad adulta, tuvo que soportar duras pruebas, como la muerte de su mujer y su hija en un accidente de avión y un cáncer por el que los médicos le diagnosticaron pocos meses de vida. Ante situaciones tan extremas como estas, el ser humano reacciona básicamente de dos maneras distintas: cae en un cierto agujero negro existencial, adoptando una actitud victimista-derrotista, o, con mucho valor, acepta la prueba, aprovechando el sufrimiento en beneficio propio y de los demás. Cabral asume estoicamente la segunda postura, acepta a pecho abierto el reto que la vida le impone, tratando de aprender la lección y de transmitirla a través de la música y de su paso por el mundo.
Trovador espontáneo, filósofo natural y amante de la naturaleza, Facundo Cabral, nacido en Argentina en 1937, nos enseña que la vida, de la cuna a la tumba, es una escuela, y lo que llamamos problemas son lecciones; que nos encerramos y nos limitamos solos, que debemos, a la manera tibetana, escuchar al sabio que llevamos dentro, este sabio que tiene siglos y que está más allá de nuestras caprichosas medidas, mas allá de los efectos, porque está en lo esencial, en lo invisible de donde surge todo…; y que cuando lo escuchemos, estaremos tan atentos a la causa, que todos los efectos serán luminosos. La vida le hizo estar atento a lo que le pasaba, y él supo aprovechar la oportunidad.
Afirmaba que la felicidad es responsabilidad de cada uno y, aunque no perteneciera a ninguna religión, recomendaba: «Dios te puso un ser humano a cargo, y eres tú, a ti debes hacerte libre y feliz, reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esta creatura que estás viendo es obra de Dios y decide ahora mismo ser feliz, porque la felicidad es una adquisición y no vendrá de afuera, no busques nada fuera». Y no lo decía como algo abstracto, sino que tuvo que encargarse de sí mismo desde muy temprana edad. A los nueve años tuvo que salir de casa y enfrentar el mundo por su propia cuenta, pues su padre había dejado a su madre con siete hijos, de los cuales cuatro ya se habían muerto por las duras condiciones de vida que enfrentaban en la Tierra del Fuego, extremo sur de Argentina. A los catorce años, por «causalidades» de la vida, conoce a un jesuita que le enseña a leer y le pone en contacto con los grandes clásicos de la Humanidad, algo que le produjo un verdadero cambio en su vida.
Por entonces, se acerca al ambiente musical argentino y empieza a escribir canciones de protesta, afirmando años más tarde: antes, mí fuego quemaba, ahora ilumina, lo que denota una verdadera madurez espiritual. Durante toda su vida no hizo más que recorrer el globo tratando de aprender de la vida y transmitiendo, al igual que los grandes filósofos de la Antigüedad, a todo aquel que se interesase en escuchar, sus experiencias y reflexiones. Lo hacía de forma directa o a través de conciertos-charlas, en los cuales, mientras cantaba canciones de su autoría, también hablaba con el público. Siempre con buen humor y alegría, realizó innúmeros conciertos por casi todos los principales teatros de Europa y América. Para Cabral la música es un hecho de amor y decía que: «uno canta porque está enamorado de la vida». Realmente hacía lo que amaba y esto le convertía en una persona realizada, en paz y llena de entusiasmo. En su último concierto, a los setenta y cuatro años, afirma: «¡Caramba!, ahora sé por qué canto… para devolver parte de la vida que te dieron, para despertar el fervor por la vida, para contagiar la felicidad de estar vivo, en la circunstancia que fuere…».

La vida, un motivo para estar agradecido
El «simple» hecho de estar vivo era para él la fuente de una enorme gratitud. Solía cantar por las mañanas una canción que se llamaba Este es un nuevo día, para agradecer la gentileza de un nuevo día, de una nueva oportunidad de comenzar otra vez, de rever un amigo, de hacer nuevos amigos, de tomar un café, de respirar y sentir la vida vibrar… «La felicidad está en las cosas simples» y en vivir el presente «que es la estación donde pasaremos el resto de nuestras vidas». Para Cabral, parafraseando a Francisco de Asís, el secreto de la felicidad estaba en desear poco, y lo poco que deseemos, desearlo poco. Tal como nos enseña el clásico hindú Bhagavad Gita, entendía que el exceso de deseos nos llevaba a la desgracia y que cuantas menos cosas necesitemos para vivir más libres nos sentiremos y más felices seremos.
Estuvo en contacto con grandes personajes de la actualidad, como fue la Madre Teresa de Calcuta, y el teósofo hindú Krishnnamurti, y con su ayuda pudo aprender algo fundamental para el momento histórico que atravesamos: que debemos encender nuestra luz interior y ser protagonistas de la Tierra. Que hay demasiados mártires, pero que necesitamos verdaderos héroes, que por tanto no podemos dejarnos abatir por los tropiezos, sino que debemos levantarnos y caminar. Que estamos distraídos de nuestra tarea, de la vida que nos puebla, de la buena información… porque la vida es movimiento, acción, altos y bajos y debemos estar listos para el cambio. Así, con este espíritu revolucionario y una filosofía de puro fuego, escribe uno de los poemas escritos más bellos… No estás deprimido, estás distraído, donde defiende un retorno a la inocencia, un reencuentro con el niño que llevamos dentro, que se renueva cada día, que ve todo con asombro y vive la magia de la vida como una gran fiesta.
Facundo Cabral era un idealista que creía en un ser humano mejor, en un verdadero cambio de actitud, y soñaba la sociedad como una gran familia basada en el amor, en el respeto y en la confianza. No solamente soñaba, sino que actuaba para la plasmación de sus sueños. Su vida es un ejemplo de valor y de coraje, de buenos y malos momentos, de generosidad, de búsqueda filosófica, pero sobre todo, nos ofrece una prueba suficiente de lo que un día escribió Victor Frankl: Todo puede ser quitado al ser humano, menos una cosa: la última de las libertades humanas, elegir su actitud en cualquier circunstancia, elegir el propio camino. Nada trajo de nuevo, nada podemos decir que no existiera antes; sin embargo, le debemos las gracias por inspirarnos con tan bello ejemplo de superación personal y por reforzar nuestra creencia de que un ser humano y un mundo nuevos y mejores son realmente posibles, ¡Sí, señor!

http://www.youtube.com/watch?v=MqIuDyzM70g  (poema recitado por él: no estás deprimido, estás distraído)
http://www.youtube.com/watch?list=RD02wIB3YwVyle8&NR=1&v=eWQNolrpj4c&feature=endscreen  (canción: Vengo de todas partes)
http://www.youtube.com/watch?v=ni9hGq-hM2U  (canción: Dios va contigo a todas partes)

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