Nos encontramos ante un modelo de sociedad perfecto, ¿o no? Todo parece estar previsto, hasta la felicidad de quienes la componen. El dilema se establece entonces con el papel del individuo y cuál es su grado de libertad. Esta cuestión ocupa y preocupa a muchos intelectuales en la actualidad. ¿Debemos renunciar a una parte de nuestras libertades por ganar en seguridad o hay un límite en el que cabe asumir un cierto grado de incertidumbre (uno de los aspectos que definen la vida), donde no todo quede regulado?
Cuidado, estamos avisados contra la trivialidad como forma de vida. El ser humano, por evolución, se ha ganado la capacidad de ser algo más que un simple televidente, un ser que vive sin encontrar un sentido, una persona que ocupa su tiempo en conversaciones vacías, alguien que desatiende la cultura como si de agua hirviendo se tratara…
El autor dibuja un mundo que surge como consecuencia de no atender a las advertencias expuestas. Así, ahora a la realidad se le ha dado la vuelta y nos encontramos bomberos con lanzallamas, barras por las que se deslizan hacia arriba, rechazo a la palabra escrita como reflejo de la cultura… Nuevamente cuidado, pues podemos hacer algún paralelismo con nuestro mundo que no resultaría demasiado forzado.
El autor, al comienzo del libro, cita a Juan Ramón Jiménez: “Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado”. La frase es una advertencia y, a la vez, encierra un contrasentido. Tiene la forma de una frase imperativa y, sin embargo, recomienda lo contrario.
“La palabra intelectual se convirtió en el insulto que debía ser”. Desde luego, los modelos de éxito que inundan los medios de comunicación tienen más que ver con la farándula y el deporte como objetos de entretenimiento que el mundo científico e intelectual. Quizás sea exagerado, pero esta frase nos pone sobre aviso de cuáles son los riesgos que corremos.
“No todos nacimos iguales y libres como dice la Constitución, sino todos hechos iguales”. Esta es una de las consecuencias en las que puede devenir una mala gestión de la democracia. Cuando se trata de igualar, puesto que no todos somos igual de altos, solo cabe hacerlo cortando las extremidades inferiores, así se logra que todos estén a la altura de los más bajos.
“Cada hombre, la imagen de otro. Entonces todos felices”. Es inevitable que nos preguntemos dónde queda la genialidad. Qué habría de pasar con los gigantes que han impulsado a la humanidad; hombres de la talla de Buda, Sócrates, Newton, Da Vinci…
“Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión para preocuparle; enséñale solo uno. O, mejor aún, no le des ninguno”. Esta teoría podría suscribirla cualquier tirano actual o pasado. Someter gracias a la ignorancia de la masa es una tentación demasiado grande para quienes ostentan el poder.
“Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares…”. ¿De qué mundo estamos hablando: del que ha recreado Bradbury o quizás nos sugiere algo de este que consideramos real? Estemos atentos, no vayamos a descubrir demasiado tarde que los bomberos no portan mangueras sino lanzallamas.
“Atibórralos con datos que no combustibles, lánzales encima tantos hechos que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a la información”. En la Edad Media se mantenía sometida a la gente, entre otros motivos, a causa de una limitación extrema en la transmisión de conocimientos. En la actualidad se ha conseguido prácticamente lo mismo con una estrategia distinta. El volumen de información que recibimos es tan exorbitante que impide poder atender cualquier noticia. En el espacio de un telediario podemos asistir a tantas guerras, atentados, epidemias y hambrunas que al finalizar tendríamos dificultades si quisiéramos recordarlas todas.
Una vez más, nos encontramos ante uno de los mitos más recurrentes del pensamiento y la literatura. Nos referimos al “mito de la caverna”, expuesto por Platón en su obra La República. Unos pocos mueven los hilos y todos los demás asistimos a la representación convencidos de la autenticidad de lo allí contado. Afortunadamente, siempre nos queda la esperanza de que alguien, con las condiciones adecuadas, pueda romper las cadenas, descubrir la realidad de las cosas y tener la generosidad necesaria para transmitírnoslo a los demás.
Cuando se ha llegado a un punto como el dibujado por el autor en su libro, la regeneración es posible si el cambio es lo suficientemente drástico para conseguirlo. Los intelectuales de este mundo confían en los efectos de la guerra para volver a un punto de partida donde el mundo pueda volver a inventarse, esta vez mejor y más justo.
Las tiranías y las dictaduras, juegan con el conocimiento y la información, la manipulan según su conveniencia. La falta de querer aprender de las personas es un caldo de cultivo para estas manipulaciones, ya que al no preocuparse en su propio aprendizajes, se dejan llevar por lo primero que oyen o ven, sin ningún atisbo de investigación y argumentación de su parte.