Roald Engelbregt Gravning Amundsen, nacido en un pueblito cercano a Oslo, Noruega (por aquel entonces todavía unida a Suecia) el 16 de julio de 1872, de familia tradicional marinera y dedicada al comercio marítimo en el Mar del Norte, era un apasionado ya desde muy pequeño de las aventuras polares, admirando a héroes como Fridtjof Nancen y otros personajes de la época que habían realizado gestas heroicas en sus distintos viajes en busca de lo desconocido.
El comienzo de su carrera como explorador polar se produce cuando contaba veinticinco años y participa en la famosa Expedición Antártica Belga (1897), cuya finalidad era realizar un reconocimiento del continente antártico. Dicha expedición quedó atrapada en el helado invierno austral y muchos de la tripulación llegaron a padecer de la «peste del marinero», el escorbuto. Pasaron dos años atrapados en el hielo, y con esa experiencia, Amundsen vuelve teniendo en mente su propio proyecto: el Paso del Noreste.
El Paso del Noreste se encuentra entre el Atlántico y el Pacífico, siguiendo la costa norte de Canadá, un empeño nunca antes realizado y que había costado un alto precio en vidas y expediciones fracasadas hasta la fecha. Fue durante esta expedición cuando Amundsen, en un pequeño velero y con solo seis hombres, entra en contacto con los Inuits (esquimales), y en su convivencia con ellos aprende todas las técnicas de supervivencia que le llevarán a alcanzar sus éxitos en viajes posteriores. Aprendió cómo vestirse, cómo alimentarse correctamente, conoció nuevas técnicas de desplazamiento y construcción de trineos, haciéndolos mucho más livianos y flexibles, nuevas técnicas de caza para sobrevivir y muchas otras herramientas fundamentales. Debemos recordar que estamos hablando de una época particular, cuya concepción del mundo, tal como ahora, tenía sus propios prejuicios y enajenaciones, que le otorgaron ser una época de grandes conquistas y desarrollo en todos los campos: industrial, ciencia, medicina, etc. Pero a la vez poseía otras carencias: imperaba el desprecio por otras culturas a causa de las teorías materialistas que impregnaban todos los ámbitos. Las corrientes neodarwinistas, basadas en la supervivencia del más apto y que justificaban esa «superioridad y derecho por encima de los demás», habían sustituido otros dogmas igualmente dañinos del reciente pasado. Por todo ello, es importante destacar en contraparte que siempre han existido personajes que han estado por encima de concepciones limitadas de época y, siguiendo una coherencia, han mantenido una integridad y humanidad, a pesar del que dirán. Amundsen lo mantendrá siempre, y ello le costará estar a la sombra de otros exploradores a pesar de sus grandes logros.
En ese nuevo proyecto, que originalmente buscaba conquistar el Polo Norte, Amundsen buscó incesantemente financiación y apoyo para realizar su cometido. No consigue lo que espera, y sin embargo, no se detiene, empeña sus pertenencias y embarga su casa para poder obtener los recursos que le permitan llevar a cabo su sueño. Es así como parten hacia la aventura, pero en medio de la expedición, conociendo la noticia de que su objetivo ya había sido conquistado por otros, decide cambiar su rumbo y dirigirse hacia la conquista del Polo Sur, empresa todavía no alcanzada. Es así como su destino es fijado en esa nueva dirección. Informa a aquella expedición británica, que por entonces se proponía lo mismo, comandada por el capitán Scott, y parten hacia el Sur. No imaginaban la impopularidad que esta decisión le otorgaría por el resto de sus días, pues la prensa se le echó encima, haciendo que los pocos patrocinadores le cerraran la financiación. La situación empeoró más aún cuando posteriormente y ya conquistado el Polo Sur, la expedición de Scott fracasa. Hay que recordar que era el imperio británico quien poseía el dominio geopolítico de entonces.
Amundsen se dirige a la Antártida, y en enero de 1911 se establece en Bahía de Ballenas. Desde ahí partirá la expedición después de esperar a que pase el oscuro invierno austral que llegaba.
Amundsen había previsto este periodo de inactividad y sus posibles daños para la moral. Los hombres se dedicaron a mejorar los trineos, que habían demostrado deficiencias en los viajes de aprovisionamiento, y a preparar el equipo.
La clave de la expedición era la ligereza; en Franheim había tan solo ocho hombres, lo que reducía las provisiones necesarias. Todo había sido pensado y repensado; las tiendas de campaña a usar durante el ataque eran especiales, los cofres que llevaban los trineos tenían tapas diseñadas a propósito, la comida era reducida y pensada para ocupar el mínimo espacio y proporcionar la máxima nutrición.
El 19 de octubre parte la expedición, solo con cinco hombres, atravesando parajes completamente desconocidos, terrenos accidentados, grietas, glaciares y temperaturas de hasta -56 C . Eran alrededor de las 15 h del 11 de diciembre de 1911 cuando Amundsen y sus cuatro compañeros de expedición llegan finalmente a la posición esperada, aquella que señala el Polo Sur.
La expedición de Amundsen no solo destaca por el logro en sí, sino también por la peculiaridad de que ninguno de sus hombres sufrió siquiera una pequeña congelación. Fue una expedición, desde todos los puntos de vista, excelente.
Al regreso fue felicitado y vituperado, pero siempre permaneció un sentimiento frío hacia su persona por parte de los británicos.
Después del Polo Sur, Amundsen navegó el Paso del Noreste en un buque de investigación construido especialmente para ello, formó parte de la primera expedición en sobrevolar el Polo Norte e impulsó la exploración polar desde el aire.
Murió en 1928 al estrellarse el hidroavión con el que intentaba localizar a los supervivientes del dirigible Italia de Umberto Nobile, que había desaparecido a su regreso del Polo Norte.
Referencias bibliográficas
Historia de las expediciones polares. L.P. Kirwan. Edit. Caralt, 1965.
La Antártida, la última frontera. Laws Richard. Círculo de Lectores, 1992.