Entrevistas — 1 de octubre de 2013 at 00:00

¿Sirve para algo la educación platónica en el siglo XXI?

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La carencia de eficacia de algunos sistemas educativos propuestos en los últimos años es algo evidente, así como la falta de consenso en cuanto a las metas que debe perseguir una buena educación. Platón propuso su fórmula ideal educativa en la Grecia clásica. ¿Tiene alguna utilidad 2400 años después de haberla planteado?

Entrevistamos hoy a Miguel Ángel Padilla, filósofo, experto en coaching y vicepresidente de Cultura de UNESCO Málaga Prodiálogo. También es presidente de la Red Internacional Ética Universal y director de la organización Nueva Acrópolis en Málaga. En los cientos de conferencias que ha dictado en España y Portugal ha tratado sobre temas de filosofía, antropología, civilizaciones antiguas y arte. Hoy nos habla sobre la actualidad de la educación platónica.

¿De verdad está de actualidad la filosofía de Platón?
– La sorpresa para todos los que nos acercamos a su filosofía es que el planteamiento que hizo Platón hace 2500 años fue tan atemporal que hoy se está empezando a redescubrir, porque es evidente que en cuestión de educación necesitamos cambiar algunas cosas. Platón nos puede aportar la posibilidad de mejorar el mundo a través de la educación. No en vano, fue un precursor de la enseñanza universal, la escuela pública y los jardines de infancia. Aunque la mayoría de la gente piensa que Platón se centró mucho en la política, paradójicamente, La República es uno de los tratados de educación más extensos y profundos que se han escrito a lo largo de la historia.

¿Cree usted que Platón y nuestro siglo XXI persiguen lo mismo? ¿Cuál sería la finalidad de la educación?
– En la Grecia clásica era el concepto de paideia, que aúna dos factores: educar, que significa instruir, y educir, que presupone que hay un potencial dentro del ser humano y que el educador tiene una responsabilidad importante a la hora de ayudar a sacar ese potencial. Paideia engloba cultura, identidad civilizatoria y la idea de transmisión del patrimonio cultural como herencia. Tal vez nosotros sí tendríamos que replantearnos la finalidad de la educación.
Miguel Ángel Padilla considera que una de las dificultades de hoy para aprender es la motivación, ya que no es lo mismo obligar a aprender algo que registrar ese algo en la conciencia. Por eso valora la preferencia de Platón por despertar capacidades más que acumular saberes; con este objetivo adquiere importancia la habilidad de hacer nacer en el educando el amor por el conocimiento y el espíritu de superación.

¿Por qué tenemos que mejorar en educación nosotros?
– En el enfoque actual de la educación hay algo que no funciona. Habría que ver hasta dónde es útil acumular información sin más. Hay muchos factores que en lugar de propiciar el desarrollo de nuestras facultades, lo que hacen es volvernos más inconscientes, con menos capacidad de decisión. Lo que propone el pensamiento platónico es formar seres humanos libres, con una verdadera capacidad para elegir, para diferenciar lo secundario de lo principal.
Platón divide la naturaleza humana en una parte biológica, una psique o alma (que el individuo tiene que transformar con las herramientas adecuadas) y una parte superior o nous (el espíritu). El problema está en que dentro de la psique humana hay tres áreas en conflicto y no están armonizadas de forma coherente, que son los impulsos instintivos, las emociones y la razón. Para Platón, lo que nos hace humanos es nuestra capacidad de dar dirección y sentido a lo que hacemos, es decir, de ser proactivos y no instintivos.

¿Y hay alguna fórmula para conseguir esto?
– Pues, según Platón, sería interesante desarrollar cuatro cualidades. Con la primera de ellas, la templanza, podríamos controlar nuestros impulsos e instintos utilizando la voluntad. Precisamente, uno de los déficits actuales de nuestros niños (y mayores) es la falta de autocontrol. Potenciando la segunda, la fortaleza, seríamos capaces de soportar los embates de la vida y transformarlos en oportunidades de crecimiento. Desarrollando la tercera, la prudencia, aumentaríamos la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario. Y el culmen sería conseguir la cuarta, la justicia que lo armonice todo, una justicia con nosotros mismos, que nos permita dar al cuerpo, a las emociones y a la mente lo que corresponde a cada una según su naturaleza y de imaginarnos en nosotros mismos la parte mejor. Lo interesante de Platón es que realmente es universal, habla de unos valores universales.
Para nuestro experto en Platón, el modelo propuesto por el filósofo griego despierta el valor intrínseco que cada uno tiene, porque no se trata de amansar el carácter, sino de desarrollar la capacidad de decidir y de construir las propias metas, por lo que se aleja de una sociedad de conformistas. Hace notar que, socialmente, las cosas posibles hoy fueron imposibles para quienes las soñaron y, aunque ellos lo sabían, no por eso dejaron de intentar conseguirlas, porque pensaban en las generaciones futuras. Esas metas, puntualiza el profesor Padilla, tienen que estar en consonancia con la naturaleza, con la vida y con los demás, es decir, con el orden natural de las cosas.

¿Existe algún método platónico que sea aplicable hoy a la enseñanza?
– Sí, y además, Platón lo plantea de forma muy sencilla. Él dice que hay que basar la educación en dos elementos: la música, como capacidad de elevación del alma, de poder ascender hacia la fuente de esas cualidades, y la gimnasia, como un descenso del alma tomando posesión de la personalidad, es decir, la voluntad sobre el cuerpo, entendido como el conjunto de nuestra personalidad. Esto nos aportará orden, disciplina, voluntad y esfuerzo (palabras que hoy se oyen poco). Es lo que permite al individuo trabajar su personalidad y parecerse a lo que desea ser. A veces nos damos cuenta del despilfarro de capacidades y energías que se da en nuestros jóvenes, justamente porque no tuvimos el acierto de enseñarles cómo canalizarlas.

Pero el mundo de Platón no es el mundo de hoy. ¿Es que no hemos avanzado lo suficiente? Muchas corrientes de investigación han estudiado la inteligencia humana y sus múltiples facetas. ¿No está desfasado el pensamiento platónico respecto a estos estudios?
– La pregunta clave es: ¿qué nos hace humanos? Porque podemos ser muy inteligentes en teoría pero ineptos para la vida, simplemente por no saber manejar nuestros miedos o nuestros desórdenes emocionales. De hecho, cada vez se habla más de la inteligencia ejecutiva, que es la que hace hincapié, precisamente, en la capacidad de autocontrol, de disciplina, de ese impulso de realización que se proyecta en la toma de decisiones y en la capacidad de elaborar las propias metas, o sea, bastante cerca de lo que Platón propone.

Usted ha mencionado que política y educación no están muy lejos en el pensamiento platónico. ¿Puede darnos más detalles?
– Platón otorga muchísima importancia a la organización del Estado, pero la clave está en que debe hacerse partiendo de individuos. Y el individuo platónico no nace, sino que se hace. Se nace persona, sí, y por lo tanto, todos merecen la dignidad que implica esta condición. Pero el individuo, es decir, aquel que ha tomado posesión de sí mismo y se ha armonizado, es una conquista de la propia conciencia. Eso es lo que realmente puede construir una sociedad armónica. Platón plantea que en la medida en que haya una justicia individual y una ética individual, puede llegar a darse una ética social y una justicia social. Voluntad, amor e inteligencia constituirían la tríada indisoluble para guiar el proceso de educación y no descompensarlo.

¿Y qué hay de los conceptos abstractos que a veces asociamos con Platón? ¿No le alejan un poco de nosotros, inmersos en la vorágine de nuestras ciudades?
– En realidad, lo que plantea Platón es que la educación no nos tiene que dar tanto ideas o conceptos, sino que tiene que servir para que toda nuestra naturaleza sea capaz de girarse y empezar a mirar en la dirección del Bien, un valor absoluto que se reflejará en los arquetipos o ideales que Platón llama lo Bello, lo Justo, lo Bueno, lo Verdadero. Esto implica una posibilidad práctica en todo momento, también hoy.
Nuestro entrevistado hace notar que Platón no solo habla de diferentes niveles de educación, sino también de diferentes grados de responsabilidad, exigiendo el mayor a los gobernantes. Ellos tendrían que ser los mejores, y por eso, en su sueño educativo plantea la necesidad de una especie de universidad, no para los políticos, sino para todos, con una educación gratuita y universal mediante la que cada uno desarrolle su potencial y elija lo que realmente le guste hacer, con igualdad entre hombres y mujeres. Todo esto, propuesto hace 2400 años.

¿Qué otras ideas platónicas destacaría usted en cuanto a la forma de educar?
– Una idea esencial en el pensamiento platónico es la importancia del sentido de la vida, es decir, el marco existencial donde se encuadra nuestro comportamiento, porque todo lo que nosotros hacemos es el reflejo del sentido que le damos a la vida. Y los valores también son una consecuencia. Los valores nacen de una cosmovisión, de una explicación del sentido de la vida donde yo, como individuo, tengo que tener una razón de vida. Si mi razón de vida es divertirme únicamente, tiene unas consecuencias determinadas. Si mi razón de vida es tener la capacidad de dominar a otros, tiene otras consecuencias determinadas.
Platón también da importancia a la potenciación del orden en las ideas, a la visión humanística, al desarrollo de la imaginación como herramienta para manejar la analogía (que es la que nos permite extraer enseñanzas de la Naturaleza) y a la capacidad de reflexión y diálogo interior (la metacognición). Otra cosa que tampoco sabe mucha gente es el valor esencial que le daba Platón a los juegos y bailes.

¿Y qué tipo de especialistas serían, entonces, los que educan?
– Como dice un proverbio africano, “Para educar a un individuo es necesaria la tribu entera”. ¿Que quiénes educan? Ese quiénes va unido a para qué. Si observamos nuestro sistema educativo, todo el sistema de cualificación nos dirige a ser individuos en un sistema productivo. Pero ¿solo educa el profesor en el colegio o los padres en casa? No. Cualquier niño recibe mucha más endoculturación a través de la televisión, el ordenador, Internet o del entorno que lo que pueda recibir del profesor o de los padres.
Platón dedica varios libros dentro de La República a explicar la importancia de la poesía y de la música en la educación. ¿Por qué? Porque el individuo adquiere modelos de forma inconsciente. La poesía para Grecia era el equivalente a lo que hoy es el cine. ¿Nos hemos parado a pensar qué es lo que se está forjando a través de los modelos que da nuestra sociedad? Nos atrevemos a legislar que no se puede poner tabaco en los escaparates porque incita al consumo y no se nos ocurre pensar a qué incita la cantidad de violencia que estamos consumiendo.

Entonces, para finalizar, en su opinión, ¿sería aconsejable un retorno a los planteamientos platónicos?
Sería una buena decisión, pero para producir cambios, hace falta que los promuevan hombres y mujeres libres, que prefieran ser ricos en dignidad, aunque les suponga un empobrecimiento aparente. Un pilar esencial en la educación platónica es el ejemplo, porque es lo que hace creíble lo que verbalizamos, y lo que crea modelos a seguir. Para Platón, el Estado solo tiene sentido si es capaz de articular los mecanismos para que las generaciones futuras recojan el potencial que les permita realizarse como individuos. Eso convierte la educación casi en un sacerdocio, en algo bellísimo, en un arte y a la vez en una ciencia, pero que exige mucha responsabilidad. Si siguiendo a Platón, educamos el cuerpo y educamos el alma, estamos asegurándonos un bienestar social y un porvenir donde no cabe que unos exploten a otros. Esa educación se reflejará en buenas costumbres que harán innecesarias muchas leyes y restricciones del futuro.

One Comment

  1. Adalgiza Marin Zapata

    Muy buena reflexión, creo que Platón fue un hombre visionario

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