Filosofía — 1 de octubre de 2013 at 00:00

Sócrates ante la crisis social de nuestros días

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Se dice que Sócrates era un sabio filósofo que sabía analizar cualquier problema de su tiempo. Se dice también que las soluciones que planteaba no son exclusivas de su época sino que se podrían aplicar incluso a nuestro momento presente. ¿Qué hay de verdad en ello?

La Historia, como el tiempo, no es lineal y sí cíclica: los mismos aciertos conducen a avances colectivos, pero los mismos errores conducen a los mismos problemas y dificultades. El desconocimiento de esta dinámica nos lleva a situaciones sociales llenas de dolor y desconcierto. A la manera de un gigantesco yoyó, unas veces nuestra sociedad se encuentra en lo que parece la cima de su desarrollo, pero vuelve a caer en un profundo pozo donde el presente se nos escapa sin dirección y el futuro no se nos muestra nada atractivo.
Hoy ya es reconocido por todos los sociólogos, políticos y educadores que nos encontramos ante una muy preocupante «crisis de valores» en los jóvenes y no tan jóvenes. Según antes señalaba, esta no sería una situación nueva en la Historia y vamos a buscar soluciones de la mano de Sócrates, el padre de la filosofía, que nació y actuó en el siglo V a.C., en un momento en que Atenas y sus ciudadanos estaban atravesando un momento de gran desconcierto y amargura por las derrotas militares y la crisis política.

Los problemas de su tiempo
Hablando Sócrates con Pericles, hijo del famoso político Pericles fallecido treinta años antes, le dijo:
–Yo tengo la esperanza, Pericles, de que, siendo tú general, la ciudad estará más preparada y será más famosa en las artes de la guerra y triunfará sobre sus enemigos.
Pericles le respondió:
–Ya me gustaría que fuera como dices, pero no puedo llegar a comprender cómo podría ocurrir.
Sócrates, tú sabes que desde que se produjo el desastre de Tólmides y los mil en Lebadea y el de Hipócrates en Delio, a partir de ese momento ha quedado tirada por los suelos la fama de los atenienses comparada con la de los beocios, y ha crecido el orgullo de los tebanos frente a los atenienses hasta el punto de que los beocios, que con anterioridad ni siquiera en su propia tierra se atrevían a enfrentarse con los atenienses sin los espartanos y demás peloponesios, ahora amenazan por su propia cuenta con invadir el Ática, y los atenienses (cuando los beocios estaban solos), que antes arrasaron Beocia, ahora temen que los beocios saqueen el Ática.

¿Cómo podríamos impulsarlos de nuevo a enamorarse del antiguo valor, la gloria y la felicidad? ¿Qué tendrían que hacer para recuperar su antiguo valor? La hombría de bien todavía está lejos de nuestra ciudad.
Pericles pasa a enumerar los males que aquejan a Atenas:

  • Porque ¿cuándo respetarán los atenienses a los mayores como lo hacen los lacedemonios, ya que desprecian a los ancianos, empezando por sus padres,
  • o cuándo se entrenarán físicamente de la misma manera, ellos que no sólo no se cuidan de su bienestar físico sino que incluso se burlan de los que lo hacen? (Entrenarse: deporte y sentido de esfuerzo y sacrificio frente al de pereza y comodidad).
  • ¿Cuándo obedecerán de la misma manera a las autoridades, ya que incluso se jactan de despreciarlas?
  • ¿O cuándo practicarán una convivencia tan grande, cuando, en vez de colaborar entre sí en lo que es de interés común, se pinchan unos a otros y se envidian entre ellos más que a las demás personas,
  • y, lo que es peor, se pelean entre sí tanto en los tratos privados como en los públicos, entablan unos con otros muchísimos pleitos y prefieren beneficiarse así unos a costa de otros antes que ayudarse mutuamente, tratando los asuntos de Estado como si fueran ajenos, convirtiéndolos en objeto de sus luchas, disfrutando muchísimo de su capacidad para estas peleas?
  • De ahí viene para la ciudad un tremendo desgaste y perjuicio, surge entre los ciudadanos el odio y la discordia, por lo que continuamente estoy temiendo que le sobrevenga a Atenas un mal tan grande que no lo pueda soportar.

¡Como podemos apreciar, estos defectos son casi idénticos a los actuales!

Soluciones de Sócrates
Primero, Sócrates llama a la tranquilidad y compara a los atenienses con sus enemigos, los beocios y tebanos, haciéndole ver que aquellos no eran inferiores a estos ni en número, ni en amor a su ciudad, ni en su historia y valor.
• ¡Toda sociedad tiene valores!
Segundo: el estado de desconcierto y decadencia se debe al egoísmo nacido del exceso de confianza y de acceso al bienestar, con la consiguiente pérdida de disciplina y sentido de la responsabilidad en el bien común.
–En mi opinión –dijo Sócrates–, lo mismo que algunos atletas a fuerza de ser muy superiores y conseguir muchas victorias acaban por descuidarse y quedar por debajo de sus rivales, así también los atenienses, como consecuencia de su gran superioridad, se descuidaron y por ello han venido muy a menos.
Tercero: considera imprescindible que quienes dirijan la sociedad sean personas de valía, para hacer de la necesidad virtud.
–Me doy cuenta de que es esta la situación, pero creo que en este momento la ciudad está en una disposición más propicia para un hombre de bien que asuma el mando, pues la confianza engendra descuido, indolencia e indisciplina, mientras que el estado de alerta nos hace más atentos, más voluntariosos y más disciplinados.
Cuarto: Sócrates le pide a Pericles que no desespere y se fije cómo aún hay cosas que están bien organizadas y funcionan correctamente. También hay jueces que son incorruptibles y no se venden. Por ello le dice que no hay que desmoralizarse pensando que los atenienses no son disciplinados. Y que la clave está en colocar en los cargos públicos y sitios de responsabilidad a personas que realmente estén preparadas y hayan demostrado previamente su valía en otros puestos de responsabilidad.
Quinto y último: a manera de síntesis, Sócrates señala claramente de dónde extraer ejemplos y cómo aplicarlos:
–No creo que sea ningún secreto: si redescubren las maneras de vida de sus antepasados y las practican tan bien como ellos, serán tan buenos como lo fueron los otros, pero de no ser así, que al menos imiten a los que ahora están a la cabeza, que practiquen sus costumbres, y si se aplican a ello con el mismo cuidado no serán inferiores, pero si ponen mayor interés serán incluso superiores.
Estas últimas palabras del sabio filósofo recogen en breves líneas todo un tratado práctico de ciudadanía: vive las mejores cualidades de tus antepasados, que les permitieron vencer dificultades y crear el país en el que vives. Pero si no puedes porque las ignores o te sean muy elevadas, no te desalientes: ¡imita el comportamiento de los mejores seres humanos de tu tiempo!
Los textos han sido extraídos de Memorias de Sócrates, de Jenofonte.

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