Pocas veces tenemos la oportunidad de reconocer en vida a un héroe que pasa por nuestro lado. Nelson Mandela, el hombre que se elevó por encima de sus sufrimientos para liberar a los oprimidos, se ha convertido en un modelo para todos los humanos de buena voluntad de cualquier rincón del mundo.
El jueves, 5 de diciembre, murió a los 95 años el expresidente sudafricano Nelson Rolihlahla Mandela, en su casa de Johannesburgo. A pesar de que estaba enfermo desde hacía años y era ya algo esperado por la precariedad de su salud en los últimos meses, ha sido un duro golpe para todos los sudafricanos, blancos y negros, que amaban y admiraban a Mandela.
Por este motivo recordamos algunos fragmentos de un artículo de julio de 2011 sobre su vida en la revista Esfinge.
Nelson Mandela, igual que otros africanos negros de su generación, nació y creció en un país marcado por un racismo institucionalizado. Las duras políticas conocidas como apartheid del Partido Nacional Afrikáner, que era la minoría blanca que detentaba el poder, fomentaban el desprecio, la violencia y el odio racial.
No se puede clasificar a un hombre como Nelson Mandela: abogado, activista, idealista, preso, presidente de Estado… Fue alguien que, siendo adulto, pudo haber buscado la estabilidad y la prosperidad económica dentro del marco de una sociedad injusta. Pero, en vez de esto, se sintió con la responsabilidad de cambiar la situación en su país. Esta elección le costó su comodidad, sufrió la violencia en primera persona y muchas privaciones. Es en estas circunstancias donde se forja un héroe para Sudáfrica, para el continente africano en general y para el mundo entero. Dio una gran lección de lo que es capaz de hacer un ser humano que vive los valores universales y los pone al servicio de los demás.
La formación de un príncipe
Nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, una pequeña aldea del distrito de Umtata, la capital de Transkei. Formaba parte de la tribu de los Thembus, que a su vez formaban parte de la nación Xosa, un gran grupo de tribus dispersas por Sudáfrica que comparten una lengua común (el xosa) y unas tradiciones ancestrales transmitidas oralmente de generación en generación.
El padre de Mandela (Gadla Henry Mphakanyiswa) era un jefe tribal que, bajo la autoridad del rey Thembu, gobernó Mvezo. Por lo tanto, Nelson, por parte de padre, formaba parte de un linaje real. Pese a estar el país dominado por la colonia británica, estos cargos seguían siendo importantes, aunque estaban totalmente controlados. Mphakanyiswa tuvo cuatro esposas y trece hijos. La madre de Mandela era la tercera esposa y se llamaba Nosekeni Fanny. Por tradición tribal, él debía convertirse en sucesor del cargo que desempeñaba su padre.
A pesar de que sus padres carecían de una educación oficial, decidieron educar a su hijo en una escuela. Lo inscribieron en una misionera, dirigida por una Iglesia occidental. El padre de Mandela llamó a su hijo en el día de su nacimiento Rolihlahla, que significa “el travieso”, pero el primer día de clase la profesora eligió para ellos nombres en inglés. Fue así como el pequeño Rolihlahla pasó a ser conocido como Nelson, probablemente en honor del capitán de barco Lord Nelson.
El joven prosiguió sus estudios en la escuela británica y, además, aprendía de los jefes africanos durante las reuniones tribales. Tuvo la oportunidad de formarse en ambas culturas. Recibió, por un lado, una fuerte formación occidental, y a la vez, estaba fascinado por la historia y cultura de sus ancestros africanos.
A la edad de dieciocho años, Nelson accede a una universidad mixta de Healdtown, que le abrió un horizonte de nuevas oportunidades educativas.
El despertar
Nelson Mandela era un brillante estudiante, trabajador y agradecido con la vida por las oportunidades que estaba teniendo, pero en pocas semanas el destino del joven cambia radicalmente. En la universidad, es nombrado representante del consejo de estudiantes y, debido a una serie de incidentes ocurridos cuando exigieron reformas, es expulsado. Nelson debe regresar a su hogar adoptivo en Thembu. Por si fuera poco, el jefe tribal había comprometido a dos chicas en matrimonio para él y su “hermano” Justice. Esto fue para ellos una terrible noticia y, al no poder expresar su desacuerdo, porque esto no estaba permitido, deciden huir a Johannesburgo. De repente, pasa de formar parte de la élite africana y de recibir una educación que le garantizaría prosperidad y prestigio a huir a una de las ciudades más duras y violentas del país. Fue aquí donde inició su lucha política contra la opresión del apartheid. Estos primeros pasos en la vida política no fueron fáciles. Era un fugitivo denunciado y muchas puertas se cerraban, pero a la vez aparecían nuevas oportunidades de formación. Una de ellas fue conocer a Sislu, que era uno de los líderes del CNA (Congreso Nacional Africano), que ayudaba a proteger los derechos de los africanos y del cual él pasaría a formar parte. Obtuvo un pequeño empleo de oficinista y con ello pudo ir costeándose sus estudios en la universidad para acabar su licenciatura.
Justice y Nelson regresaron a su poblado al enterarse de que el jefe estaba enfermo, para hacerle una visita antes de morir.
En esta época en Johannesburgo conoció a judíos, indios, mestizos, blancos y negros que se entendían perfectamente sin que el color de la piel o la cultura tuviera ninguna importancia entre ellos. Más adelante, cuando le preguntaron cuándo se dio cuenta de que debía hacer algo, explica: “No recuerdo exactamente (…) cuándo supe que dedicaría mi vida a la lucha por la liberación… No tuve ninguna iluminación, ninguna revelación singular, ningún momento de la verdad, sino una continua acumulación de miles de desprecios, miles de humillaciones, miles de momentos no recordados que crearon en mí un sentimiento de ira, de rebeldía, un deseo de luchar contra el sistema que oprimía a mi pueblo. No hubo un día concreto en el que dijera: ‘De ahora en adelante me dedicaré a la liberación de mi pueblo’; pero sí que me encontré haciéndolo, como no podía ser de otra forma”.
Una época de compromisos
Entre los años 40 y 50, Mandela no podía estar más ocupado. Se casó con Evelyn Ntoko Mase, con la que tuvo cinco hijos, de los cuales tan solo tres sobrevivieron. Disponía de muy poco tiempo para disfrutar de la vida familiar, pues sus compromisos con el trabajo, estudios y CNA absorbían prácticamente sus energías. También pasaban por dificultades económicas y vivían en uno de los barrios más modestos de Johannesburgo. Se complicó todavía más cuando el CNA decidió endurecer su campaña contra el Gobierno de Sudáfrica.
Con las elecciones del 48, en las que solo pudieron votar los blancos, se recrudece la situación. Sale ganador el Partido Nacionalista formado por conservadores bóeres, cuyo programa electoral era el apartheid. Mandela y sus colegas del partido estaban horrorizados y, efectivamente, poco después de las elecciones empezaron a implantar las leyes que todavía reducían más los derechos de los africanos no blancos. Se abolieron los matrimonios mixtos, se clasificó a todos los sudafricanos por razas y los mestizos no tenían derecho a tener representantes en el Parlamento.
El difícil camino a la libertad
Se organizaron varias revueltas populares; una de las más famosas es la campaña de desobediencia masiva y multirracial organizada por Mandela. Miles de personas de todas las clases sociales, razas, médicos, abogados, sacerdotes, estudiantes, tomaron parte y arriesgaron sus cargos y su comodidad. Pareció tener éxito. Pero las posteriores campañas fueron duramente reprimidas por el Gobierno. Hubo un gran número de muertos, asesinados y heridos. Las protestas se extendieron a Port Elizabeth y Kimberley. El CNA inició las revueltas a través de la no violencia, pero se sentía desconcertado porque no sabía cómo parar la ola de violencia.
El 30 de julio de 1952 Mandela, junto con otras veintiuna personas, fueron arrestados. Ese mismo año, el Gobierno inhabilitó a Mandela. Esto significaba que no podía asistir a ningún tipo de reunión o encuentro y le estaba prohibido salir de la ciudad de residencia. En esta época se centra en sus estudios y en su trabajo como abogado. De todas maneras, el Gobierno recurrió a varios períodos de inhabilitación para Mandela en los años siguientes, pues lo consideraba un claro rival de su política separatista.
Entonces se emprendieron varias huelgas. Junto con Mandela, otras mil personas quemaron sus pases; hubo levantamientos, se declaró el estado de excepción… Y como consecuencia, el CNA fue declarado ilegal. Poco después, fue acusado de alta traición, pero se retiraron todos los cargos. Este hecho fue motivo de celebración para todo el país.
Hasta ese momento, intentaron llevar a cabo protestas y acciones no violentas, pero, debido a las masacres y a las medidas que estaba tomando el Gobierno, Mandela reflexionó sobre un cambio de estrategia. Optaron por el sabotaje contra instituciones gubernamentales tales como instalaciones militares, centrales eléctricas, comunicaciones telefónicas y conexiones de transporte. Confiaban en que esto obligaría al Gobierno a negociar. El MK (organización paralela a la CNA que Mandela fundó y conformada mayoritariamente por militares) perpetra el primer atentado contra las centrales eléctricas en Johannesburgo, Port Elizabeth y Durban. Al mes siguiente, Mandela se ve obligado a huir del país. Durante este viaje, busca aliados entre los países vecinos y hace un breve viaje por Europa. Tan solo Argelia y Etiopía acordaron contribuir a la formación militar, y algunos países ofrecieron apoyo económico. Mandela empieza a recibir una formación militar que considera de urgente necesidad en Etiopía. Pero recibe un telegrama del MK desde Sudáfrica y debe interrumpirla a los dos meses. La lucha armada se había iniciado en el interior de Sudáfrica y el MK reclamaba la presencia del comandante. Entra clandestinamente al país y, después de un tiempo, Mandela es descubierto y detenido.
El juicio de Rivonia
En 1963, habiendo ingresado ya en la cárcel, se celebra el juicio contra Mandela, que pasaría a la historia como el famoso juicio de Rivonia. Los acusados de sabotaje y de pertenecer a la guerrilla se enfrentaban a cadena perpetua o a la pena de muerte. Muchas de las acusaciones eran falsas y muy graves, como la de asesinato de transeúntes. Decidieron que se declararían culpables de algunos cargos pero que aprovecharían la oportunidad de hablar en la tribuna para defenderse de las acusaciones que no fueran ciertas y denunciar la postura del Gobierno. El veredicto declaró culpables a Mandela y a otros siete acusados. Todos fueron condenados a cadena perpetua.
El periodo más oscuro de su vida
A la edad de cuarenta y seis años fue trasladado junto con sus compañeros a Robben Island, una de las peores cárceles de toda África. La celda de Mandela medía dos metros cuadrados y disponía de una esterilla y un par de mantas. Había una débil bombilla y una ventanita de apenas 30 cm cuadrados.
El contacto con el mundo exterior era inexistente; tan solo podía escribir una carta al mes y el contenido de las que recibía de su esposa era prácticamente censurado. Winnie le visitó a las pocas semanas, pero estas visitas fueron realmente duras. No podían tener ni un rato de intimidad y debían conversar separados por un cristal en una sala abarrotada de visitas.
Una luz en medio de las sombras
Mandela se había convertido no solo para Sudáfrica, sino para la comunidad internacional en un símbolo de la libertad y la defensa de los derechos humanos. En la cárcel continuó exigiendo cambios y reformas, y en alguna ocasión escribió alguna carta que pudo ser publicada por algún periódico. En ellas hacía un llamamiento a la población para que continuaran luchando por la unión y contra la inhumanidad del apartheid.
A principios de la década de los 80 se inicia una de las acciones más importantes, bajo el lema de “¡Liberad a Mandela!”. En ese entonces, Sudáfrica, Estados Unidos y Europa se unieron para exigir la liberación de Mandela sin condiciones. Esta presión que ejercía la comunidad internacional empezó a notarse y hubo en un principio ciertas mejoras para los presos de conciencia como Mandela. Les cambiaron a otra cárcel, podían leer el periódico, ver las noticias, revistas, mejoró su alimentación y después de veintidós años, Nelson Mandela pudo abrazar a su esposa Winnie y a sus hijos.
El 31 de enero de 1985 se declaró que podía salir de la cárcel con la condición de que abandonara la lucha. Mandela no quería la libertad a cualquier precio, y por ello la rechazó a no ser que fuera sin condiciones. Con esto no hizo más que acrecentar su popularidad y poner al Gobierno en una situación todavía más difícil, pues estaba inmerso en una fuerte crisis económica.
El primer ministro Botha es obligado a dimitir y su sucesor, De Klerk, no cae del todo mal a Mandela. A pesar de formar parte del Partido Nacionalista, parecía un hombre bastante más razonable que los anteriores, aunque ya sabía que no estaría dispuesto a renunciar a que solo los blancos detentaran el poder.
El 11 de febrero de 1990 es puesto en libertad sin condiciones después de veintisiete años. La experiencia en la cárcel lo había transformado y fortalecido y continuaría luchando por la paz y la unión de su país, presionando al apartheid con más eficacia.
Proceso de unificación de Sudáfrica
El 27 de abril de 1994, después de un duro proceso lleno de tensión, negociaciones y conflictos durante la campaña electoral, Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica. El día del juramento del cargo dijo: “De la experiencia de una insólita tragedia humana que ha durado demasiado tiempo, debe nacer una sociedad de la que toda la humanidad se sienta orgullosa… Nunca, nunca, nunca jamás experimentará otra vez esta maravillosa tierra la opresión del hombre por el hombre”.
En los años siguientes, Mandela puso toda su energía en unificar el país. Intentó calmar a los blancos, que le temían, y crear una nueva Sudáfrica como un lugar habitable para cualquier persona de cualquier raza.
Predicando con el ejemplo
Durante toda su vida, Nelson Mandela ha dado muestras de un comportamiento ejemplar. Con esto esperaba servir de referencia para todos los que conformaran el nuevo Gobierno, y si no era así, no tenía dudas en destituir a determinados cargos. Cada día daba muestras de su disciplina, se levantaba a las 4.30 a.m., se hacía la cama, aunque estuviera en un hotel, y caminaba unos cuantos kilómetros. Ganaba un buen sueldo, del cual una tercera parte lo donaba al CNA y al Fondo Infantil Nelson Mandela. Entregó el dinero que obtuvo cuando le dieron el Premio Nobel de la Paz y los royalties obtenidos de su autobiografía a acciones benéficas. Al finalizar su mandato en 1999, Mandela no se presentó a la reelección y dejó paso a una nueva generación con más vitalidad y juventud para continuar su legado.
Para saber más:
Nelson Mandela , Andy Koopmans y Leora Matlz. Folio, 2005.
Long Walk to freedom: the autobiography of Nelson Mandela . Little Brown, 1994.
El factor humano , John Carlin. Seix Barral, 2009.
Invictus , Clint Eastwood, 2009 (película basada en el libro El factor humano).
Existe otro Mandela que aquí no se presenta.
El Mandela de la cara oculta de la Luna.