Las artes marciales proporcionan principios éticos y promueven la superación de las propias limitaciones si se consideran algo más que un deporte. Shigeru Egami es un ejemplo contemporáneo de cómo la práctica del karate y la forma de vivir pueden ir juntos.
En estos tiempos se habla mucho de la falta de valores en la educación. Podemos acudir a los grandes filósofos que siempre responderán a nuestras necesidades educativas: Platón, Confucio, Buda, etc. Pero también necesitamos ejemplos vivos recientes y válidos, como el caso de Shigeru Egami.
Necesitamos invocar al Espíritu de las Artes Marciales para poder escribir con justicia algunos datos sobre la vida de un gran hombre.
Shigeru Egami (1912-1981) fue uno de los alumnos más antiguos de Gichin Funakoshi y uno de sus seguidores más fieles y correctos. Por eso, a su muerte, dejó su organización, la Shotokai, en sus manos. Egami conoció a Funakoshi a los dieciocho años, cuando comenzó a practicar karate-do en la Universidad de Waseda, donde ayudó a fundar su club de karate. Ya había practicado judo, kendo y aikido. Acompañó varios años a su Maestro por todo Japón y llegó a ser el instructor más joven de la época. Enseñó karate-do en varias universidades.
Tras la muerte de Funakoshi en 1957, Shigeru Egami inició la tarea de cambiar la reputación de «arte mortífero» del karate. Su idea fue hacer del karate-do una lucha contra uno mismo, con autosacrificio, dotándolo de bases filosóficas y que abarcara todos los aspectos de la vida. El concepto esencial era el de autorrealización, por encima de los combates deportivos y de las victorias. Buscó una armonía entre lo físico y lo espiritual a través de la práctica del karate-do. Para ello varió algunas técnicas, poniendo mucho énfasis en la relajación y en el desarrollo del Ki, la energía.
Durante su vida, el Maestro Egami superó difíciles enfermedades y se entregó a durísimos entrenamientos, sacrificó su salud y bienestar para llegar a la verdad, dejándonos una herencia que actualmente sigue inspirando a muchas personas en el mundo, tanto practicantes de artes marciales como buscadores de la ética y de la verdad.
Las tres fuentes que inspiraron al Maestro Egami en sus esfuerzos por dotar al karate-do de un código ético fueron el bushido de los samuráis, las enseñanzas de su Maestro Funakoshi y las que él mismo recogió y propuso en su experiencia vital.
Los orígenes del karate presentan controversias. Lo que sí está claro es la profunda huella que dejaron los samuráis en todo el territorio japonés. Para algunos, los samuráis eran peleadores profesionales y asesinos despiadados. Para otros, eran idealistas comparables a los caballeros del rey Arturo. Tenían muchos privilegios, y el código ético que regulaba sus poderes era el bushido. Nunca fue redactado, pero se empezó a “componer” a partir del siglo XII. Es el código de conducta adecuada para el caballero combatiente. Según este código, un samurái debería ser valeroso, honorable, motivado por un deseo de actuar con rectitud y justicia, misericordioso, veraz, cortés, leal, poseedor de un gran dominio de sí mismoy capaz de autosacrificio.
Muchas de estas características han pasado a formar parte de los practicantes de artes marciales de todo el mundo, especialmente en Japón. Egami observó que la falta de un código ético de este tipo producía practicantes que ponían su énfasis solo en lo físico, lo deportivo o en la competición.
Un Maestro, no un entrenador
La palabra «sensei» es la utilizada por los artistas marciales japoneses como título para su Maestro. Se compone de dos caracteres: sen, que significa previo y sei, que significa nacimiento o vida. Por lo tanto, es alguien que “ha nacido antes que tú” en lo que te está enseñando. Es distinto a la idea occidental de entrenador: un sensei puede y debe vivir lo que enseña, mientras que un entrenador puede enseñarte algo sin ser capaz de realizarlo él mismo.
De su Maestro Funakoshi, Egami aprendió que el karate es Budo, cuyo significado final viene a ser «detener el conflicto». Si el karate-do es seguido correctamente, pulirá el carácter, y su practicante apoyará la causa de la justicia, pero si se usa con malos propósitos, podría llegar a corromper la sociedad y volverse contrario a la humanidad. Por eso recomienda este Maestro usar la fuerza como último recurso, cuando la justicia no puede prevalecer, por lo que la prudencia es cosa esencial. Se debe tener dignidad sin ferocidad. El estudiante de karate-do debe considerar el buen comportamiento y la humildad como las más altas virtudes. El monumento en su memoria ubicado en el monasterio zen de Engaku-ji, en Kamakura, lleva la inscripción “Karate ni Sente Nashi”: en el karate no existe el primer ataque.
Shigeru Egami, por su parte, aporta la clarificación de las virtudes caballerescas en la práctica del karate-do. Todo empieza con cortesía y termina con cortesía no solo en el entrenamiento, sino también en la vida diaria. Un budoka debe ser mentalmente abierto y respetuoso hacia el bienestar y la felicidad de los demás. En karate-do no hay hombres fuertes ni hombres débiles, y las palabras como victoria o derrota dejan de tener sentido. Encontrar en el tiempo muerto el movimiento, y en el movimiento el tiempo muerto es uno de los secretos del karate-do.
A través de uno de sus alumnos, sabemos que Egami empezó a indagar sobre la energía (Ki) después de haber dañado su cuerpo por un exceso de entrenamiento al que se sometió cuando fue instructor de las Fuerzas Armadas durante la Segunda Guerra Mundial y quizás por una manera errónea de entrenarse. También relata este alumno que al combatir con él se podía sentir el golpe antes de que hubiera contacto. Egami descubrió que las ondas magnéticas penetran en el cuerpo humano y consiguió establecer el karate a distancia, es decir, dar un golpe sin tocar el cuerpo del adversario.
El Maestro Egami nunca aceptó la competición, a la que consideraba una contradicción del espíritu de karate-do y que luego lleva a la evolución de la práctica hacia un trabajo de fuerza y contracción. Para él, volver a la esencia del karate implicaba introducir cambios técnicos. Su idea fundamental es una búsqueda de la armonía entre los compañeros y no el deseo de vencer al adversario.
Shigeru Egami pasó de considerar que la fuerza estaba en el cuerpo y los brazos a pensar que en la armonía entre el cuerpo y el espíritu es donde está el poder.
Todavía podemos acudir a él en busca de algunos de sus pensamientos.
Sobre la práctica: En el entrenamiento y práctica reales, la ira, el odio y el temor están completamente desterrados. Cuerpo y mente no son dos cosas, sino una, esta es la verdadera práctica. Si un cuerpo está tenso y rígido es imposible ser espiritualmente sano y elástico. Si no hay una mente clara y flexible, el cuerpo no será flexible. El cuerpo y el espíritu son una unidad. Al entrenar el cuerpo, también el espíritu resulta entrenado. La mente debe estar vacía, sin pensamientos, y todos los movimientos deben hacerse de forma natural.
Sobre la práctica consciente: A través de la práctica podemos resolver los problemas que recientemente están surgiendo: el deterioro de la energía vital de las nuevas generaciones y la frialdad en las relaciones humanas. Preguntémonos a nosotros mismos y a los demás: ¿qué es la verdadera armonía? ¿Qué es la verdadera paz? ¿Qué es la verdadera unidad? ¿Qué es la vida?, etc. Es mi deseo que nuestra práctica siga ese camino.
La vida y la muerte: Cuando comencé a aprender la noción Hei-ho, sentí un gozo inmenso. Hei-ho es el arte de vivir habiendo trascendido la idea de vivir y la de morir. Es por ello el arte de estudiar y participar de la verdadera vida.
Egami ha sido una de las personas más especiales que han tenido las modernas artes marciales. Observar su trayectoria hace despertar en nosotros el respeto y la admiración. Con él evolucionó el karate hasta ser algo mucho más importante: una escuela de la vida, una forja de espíritu nobles.
Dedicó toda su vida a desarrollar su trabajo con concentración y seriedad. No tuvo reparos en dar marcha atrás, en rectificar ni en reconocerlo públicamente. A veces, después de muchos años de entrenamiento, tuvo que volver a empezar, con paciencia, con humildad.
Podemos afirmar que Shigeru Egami no solo fue un auténtico Maestro de karate, sino también un Maestro de Vida.
Obras de Egami:
Karate para el especialista
El corazón del Karate
Algunos artículos publicados por la Nihon Karate do Shotokai
Bibliografía:
El espíritu de las artes marciales . Carmelo Ríos. Ed. Obelisco, 1991. Barcelona.
Budo secreto . Michel Coquet y Carmelo Ríos. Ed. Obelisco, 1998. Barcelona.
Egami, karate-do esotérico . Por Alfredo Tucci. Artículo de la revista “Cinturón negro”, n.º 185, Madrid.
Enlaces:
Excelente el Gran Maestro Egami, fue mi inspiración en una difícil enfermedad pulmonar que padeci.
Gloria a Dios por Guerreros y Maestros como El.
Cordial saludo a tod@s.
Enhorabona