Los mitos son fuente de significados de distinta índole cuando se analizan detenidamente. A través de su reflejo en las distintas artes, podemos comprobar su universalidad y su atemporalidad, más allá de un lugar o una época en concreto, demostrando que hay algo en el mito que le da un carácter permanente.
“… La flexibilidad del mito es tal que puede adaptarse a otro arte del tal modo que parezca el más apropiado” (José Manuel Losada Goya).
Más allá de la impermanencia de Gilgamesh, héroe de la mitología mesopotámica, el mito logra arrebatarle al tiempo la permanencia latente que se manifiesta a través del arte; es así como el argumento que dio origen a la expresión, ya sea literaria, plástica o musical, se repite una y otra vez. Por lo visto, el tiempo mítico es infinito en su permanencia argumentativa, y son las formas expresadas en el arte las que dan cuenta de su diacronía. Lo anterior, brinda una dimensión sobre la idea central de la obra que aquí reseñamos: Mito e interdisciplinariedad. Los mitos antiguos, medievales y modernos en la literatura y las artes contemporáneas, estudios coordinados por José Manuel Losada Goya y Antonella Lipscomb, Bari (Italia), Levante Editori, 2013, 458 p. ISBN: 978-88-7949-623-0.
Es una propuesta novedosa, que genera nuevos elementos a considerar en el análisis crítico del mito, apuntando a implicaciones metodológicas como lo ideográfico, inductivo, el comprender, lo subjetivo, el tiempo mítico y secularizado, lo factual, la identificación, la dinámica (el proceso), la flexibilidad, la reflexibilidad, la comunicabilidad, la franqueza, lo holístico y lo transmutable.
Comprender cómo el mito transmuta y evoluciona en el arte es el propósito más importante en la obra. A través de las exposiciones que aquí se encuentran, el lector se va familiarizando con la complejidad del pensamiento abstracto, con notables técnicas de comparación constante, análisis semiológicos, semánticos y estructurales, en los que se visualizan el contraste y la semejanza entre los mitos y las proyecciones en diferentes formas del arte; se hace relevante cómo se conserva el fondo del mito, incluso cuando se altera la forma de manera drástica, en lo cual radica precisamente su flexibilidad y transmutabilidad.
¿Cómo identificar la evolución del mito en el arte?
Desde la perspectiva que nos ofrece José Manuel Losada Goya (2013: 11), el mito, en su interacción artística, pone de manifiesto el dinamismo; no obstante, el proceso de adaptación mítica de un arte a otro es complejo, considerando que cada mito posee idiosincrasia, lo cual explica la resistencia del mismo a una modificación que le despoje de sus propiedades. Si se considera que a partir de la experiencia interna el mito se constituye en la experiencia práctica o externa, lo cual implica un autoconocimiento psicológico, siendo el relato de una verdad psicológica y en ningún modo histórica, he ahí que sea transmutable y evolucione, se volatilice y parezca renacer continuamente en diferentes sociedades a través del arte.
Por otra parte, José Manuel Losada Goya propone que, además de la complejidad de adaptar el mito de un arte a otro, es necesario tomar en cuenta que cada arte tiene sus características inconfundibles; en ello es necesario considerar, por ejemplo, que la escultura es un arte demostrativo por excelencia, la música no tiene olor, y que la discursividad de la literatura no existe en artes como la escultura.
La obra deja claro desde un inicio que el dinamismo es un elemento clave para la evolución del mito; para ello es necesaria la interacción en el arte. Para otros autores, el mito se reproduce o sobrevive a través de la tradición oral, en la socialización primaria, perdida en parte, transmitiendo saberes de una generación a otra, como los cuentos de hadas, que son una transposición de una sociedad campesina, o los bailes populares. Efectivamente, hay un eco de las monarquías del Medioevo, de las creencias paganas y cristianas. De esto se puede tomar como referencia el estudio antropológico realizado por Rosa Affatato (2013: 255) sobre el baile de la tarantela de Gargano. A través de diferentes tipos de bailes, que varían según la región en Italia, se transmite en esencia el mito de Aracné y su conflicto con la diosa Atenea, ocasionado por las relaciones de poder y género; aquí se manifiestan el mito y sus características, la tradición y contemporaneidad.
Mito e interdisciplinariedad es una obra que está desarrollada con un enfoque mitocrítico limitado a un modo de expresión, literaria o artística, en la búsqueda por descifrar en qué consiste la versatilidad del mito y su relación interdisciplinar. El objetivo de la obra es explicar la evolución del mito, cómo en algunos casos este se resiste a transmutar de un arte a otro, indagando en los elementos que facilitan su evolución y permanencia en las culturas.
Para comprender la evolución del mito en el arte es necesario familiarizarse con algunos conceptos clave, como dinamismo, transmutación, adaptación, transferencia, flexibilidad, imbricación, recurrencia.
El dinamismo, como categoría dialéctica y siendo parte fundamental de la teoría de sistemas, aborda los problemas de relación, de estructuras y de interdependencia. Esto indica que en la evolución del mito en el arte, el dinamismo presente se origina en el proceso de relación y la interdependencia entre las estructuras internas y externas; asimismo, el mito en el arte se visualiza como un sistema abierto, que en la medida que transmuta va imbricando nuevos elementos al mitologema original.
En el dinamismo es necesario reconocer los mitologemas o esquemas, como el caso de la “caída”, lema de una interpretación entre Eva e Ícaro por su caracterización como símbolo catamorfo, según los regímenes de imágenes de Gilbert Durand. El lema de la caída es un mito que se conserva en diferentes culturas y se ha transmitido en el tiempo, a través de artes diferentes; una y otra vez es representado el ángel caído, la persona que ha ascendido y cae producto de las tentaciones, las visiones y las malas decisiones. En la historia, “el mitologema de la caída” se reproduce en los grandes personajes y en la vida cotidiana.
El dinamismo es observable en el mito de Ariadna, Teseo y Dionisos, en cuyas imágenes significativas habitan lo transpersonal, transcultural y metalingüístico. La redundancia resulta ser el mecanismo que transmite mejor el sentido cifrado. De un arte literario, el mito transmuta al arte de la ópera y el teatro. El fondo no sufre alteraciones sustanciales, si se reconoce que es el planteamiento iniciático de un nuevo modelo de amor que surge en la sociedad griega. En este ejemplo, el mito está unido a los asuntos más terrenales, el surgimiento del matrimonio y la institucionalización de la mujer como propiedad privada del hombre. Podría decirse que los efectos del mito (lo simbólico, lo enigmático y lo profético) cumplen con su función de ser un poder oracular: en el mito de Ariadna, la institucionalización del matrimonio, uniendo lo espiritual a lo material, muy evidente en mitos clásicos. En este mismo plano se puede considerar el cuento de los hermanos Grimm, La Cenicienta, que transmuta en el arte cinematográfico, en los cuentos de Disney, cuyo argumento está dirigido a una población infantil específica.
El mito transmutade medio, sigue siendo mito y conserva las características que le brindan la cualidad de ser mito. Sin embargo, del arte receptor conserva elementos incrustados; en esto radica la transmutabilidad y adaptabilidad, que se genera en el proceso de imbricación. Es muy frecuente encontrar mitos que nacieron como obras literarias y son transmutados a otros medios artísticos, no sin antes haberlos remodelado. La metamorfosis de Narciso nace como un relato en la mitología griega, proyectada con el tiempo en la pintura de Salvador Dalí (1937) y en la obra de Nazuhiko Nakamura (2005); ambas conservan en su fondo las diversas manifestaciones del ser humano, pese a las drásticas alteraciones formales. El mito, que se inició como relato, se transmuta y se adapta a otro arte.
Según la obra, la flexibilidad, como parte elemental del mito es tal que puede adaptarse a otro arte de tal modo que este parezca el más apropiado, pudiendo conservar sus características originales. El artículo “Nuevos caminos de la metamorfosis”, desde un análisis sincrónico y diacrónico, muestra cómo el mito sobre el complejo de Narciso ha evolucionado desde la mitología griega, en la cual surge primero como un relato y aparece nuevamente en una pintura al óleo de Salvador Dalí (1937) y el arte del surrealista de Nakamura (2005). De igual forma se puede citar la novela del irlandés Oscar Wilde El retrato de Dorian Gray, que luego fue llevada al cine. En este caso, el autor de la novela retrata la vanidad, la locura y la enajenación a través del personaje principal, que tiene la obsesión de conservarse siempre joven y hermoso, como se viera a través del lienzo, captando de manera crítica el reflejo de la sociedad del siglo XIX. El retrato de Dorian Gray es reconocido como un mito en la cultura occidental, donde los argumentos principales son los rasgos narcisistas de la personalidad (vanidad y deseo de perpetuar la belleza). La metamorfosis es un tema que está presente de forma manifiesta en el lienzo, como un mensaje claro y preciso: “La belleza y la juventud, además de relativas, son impermanentes”.
La transmutabilidad y la flexibilidad son elementos básicos de la metamorfosis, que además de flexible, presenta todas las características necesarias para ser representada en diferentes formas de arte, adaptándose incluso a contextos culturales particulares. Así surge nuevamente como texto literario con la obra de Frank Kafka, donde cambia el escenario, el tiempo y el actor. Entre diálogos que interrumpen el monólogo del personaje alrededor de sus incomodidades, hay nuevas preguntas sobre la génesis de la metamorfosis y cómo fue el proceso. El mito conserva su esencia básica, “el ser humano y sus eternas preguntas existenciales”.
El análisis sobre la metamorfosis interactúa con el mitologema de la caída: suele ser en algunos mitos la caída de los dioses a causa de un castigo, la transformación de un hombre o una mujer a un ser inferior en su estado evolutivo. En este caso, si la metamorfosis debe ser vista desde un ángulo moral (positiva o negativa), está relacionada directamente con el ojo que la juzga. El mito del “Rey Colibrí” de la cultura del México Antiguo en Coetepéc lo representa como un guerrero que fue concebido en el vientre de su madre por la pluma de un colibrí; es una metamorfosis evolutiva, que en su esencia no lleva el mitologema de la caída, sino la imbricación de un ser humano con las cualidades del colibrí (según la mitología de estas culturas, el colibrí fue creado por los dioses). La presencia del rey colibrí en la cultura es la renovación de la sociedad, nuevos valores, nuevos tiempos y la reanudación del pacto entre el mundo social y la naturaleza. En este mito la cosmovisión del mundo, ligada a un profundo respeto por la naturaleza, imprime a la metamorfosis una dimensión que tiene el propósito de renovar lo existente.
Así como la metamorfosis, el tema del amor es abordado en los mitos clásicos como un modelo espiritual-material, que se renueva constantemente en diferentes tipos de arte. Es un tema bastante flexible y recurrente. En Ariadna es abordado desde diferentes dimensiones: la iniciación, la inmortalidad, la soledad, la desesperación y la transformación. En este caso, a través de la ópera de Strauss, son claras las imágenes nucleares constitutivas del mito, con una secuencia lingüística clara: verbo (transformar), adjetivo (transformado) y sustantivo (transformación), dejando evidente que en la mitología clásica, mucho antes que el nombre del dios, el atributo es lo que le caracteriza. Interesante es que en este mito, igual que en el de Medusa y Aracné, quede manifiesta la relación de poder que existe en esa época entre hombres y mujeres, relaciones de poder que están definidas por los aspectos sociales y económicos.
En la obra no pasan desapercibidos los elementos del ser humano que se quieren destacar en el mito. En el caso de Lacoonte, se ejemplifica como símbolo de impotencia y del dolor sobrehumano, de las dificultades de la vida, de los sufrimientos del individuo, de su soledad social, de su impotencia frente a las fuerzas incontrolables. En los textos bíblicos se encuentran historias parecidas, por ejemplo, la historia de Job, cuando dice: “Mi alma está cansada de mi vida. Daré rienda suelta a mis quejas. Hablaré con la amargura de mi alma. Diré a Dios: No me condenes. Hazme saber si tú contiendes conmigo…” (Job, 10, 1-3).
El cine moderno es un ejemplo muy a propósito para visualizar cómo los mitos se han reproducido de obras literarias a obras cinematográficas, no solo de la mitología griega: algunos mitos han sido tomados de los egipcios, persas, celtas o sumerios, entre otros.
La relación del mito entre dos o más artes es de particular importancia para su evolución, o sea, su imbricación en al menos dos disciplinas, sin olvidar su dinamismo en la relación que existe entre las estructuras, su flexibilidad y adaptabilidad, elementos que le facilitan transmutar.
El mito de Eva en la tradición hebrea es análogo al mito de Ícaro en la mitología griega. Es frecuente encontrar en las culturas estos cuentos que previenen el castigo destinado al orgullo desmedido, a la desobediencia. Para comprender esta parte es necesario identificar los mitologemas, esquemas que son inmutables en su argumento, el mitologema de la caída, el amor, el narcisismo, el poder; o temas mitológicos con una carga mítica procedente del imaginario mítico transmitido por el imaginario sociocultural.
Dicho lo anterior, el mitologema puede verse como la esencia de un discurso simbólico, que por sí mismo tiene la capacidad de otorgar inmediato sentido de significaciones analógicas, manteniendo la capacidad de evocar valores indiferentes al espacio y al tiempo, así como de brindar cohesión psicológica e ideológica al entramado social. Asimismo se ha de tener en consideración que estamos refiriéndonos a un tiempo mítico, que tiene una estructura homogénea, una continuidad, y su característica distintiva, la integridad. La manifestación de lo que sucede en el tiempo mítico es un modo de existencia en el mundo que es íntegro y autosuficiente.
La mitología griega (Ícaro), la mitología hebrea (Eva), así como otros mitos hebreos (Lucifer), presentan entre sí un elemento común: el tema de la caída. La caída no es realmente un mito, es un mitologema, o sea, es un esquema. No está de más recordar que el mitologema de la caída es universal, se encuentra en distintas culturas, sobre todo, en aquellas que tienen una tendencia a lo sagrado.
Haciendo una interpretación del mitologema de la caída como esquema, entre los ejemplos mencionados, algunos aspectos comunes que se identifican pueden ser: la idea del libre albedrío, como una nueva fase en la evolución de la conciencia y de la inteligencia humana, la responsabilidad del ser humano en las decisiones que toma, la pérdida de la conciencia de lo colectivo, la debilitación de la visión lunar de la vida (según la historia de estos pueblos, la tradición judía se inicia en el s. X antes de C., cuando la literatura judía comienza a producir sus mejores obras y aparece el movimiento de los profetas que lucha con clara conciencia contra los sincretismos del pueblo; sincretismo entre la doctrina mosaica y los cultos agrarios de los cananeos).
En contraposición al mitologema de la caída está el mito de Venus, que analiza Miguel Ángel González Manjarrés en el artículo “Venus en las canciones de Georges Brassens”, donde es posible ver los usos semánticos de Venus (diosa, sexo y mujer). Sin embargo, se asocian a ella otras funciones, como melancolía del tiempo, desprecio del presente, matrimonio, celebridad, individualismo. Es un tanto confuso identificar si el mito evoluciona o se resiste a transmutar en este arte particular. Venus o Afrodita, en esencia, representan el amor espontáneo unido al deseo físico. A diferencia de la historia de Ariadna, Venus no está relacionada con el contrato matrimonial, sino con el amor en las primeras etapas de vida griega, cuando el matrimonio como constructo social aún estaba en proceso de institucionalización. En el análisis de González Manjarrés no se expresa la identidad del mitologema, y el mito se reproduce, pero no evoluciona el argumento, probablemente confundido en las formas modernas de expresar el amor y el deseo sexual, sujeto a las condiciones materiales. En la mitología griega es frecuente encontrar el tema de las relaciones de género asociado al mitologema de la caída y la metamorfosis, por ejemplo, Aracné, Medusa, Eurídice.
La mitocrítica, con toda la implicación metodológica que representa, conduce, a través de un minucioso proceso de interpretación, a conceptos y símbolos encriptados en mitos que se expresan a través del arte. Es el umbral hacia nuevas dimensiones y nuevos paradigmas, a través de la comprensión de los arquetipos y mitologemas como configuradores básicos de muchos sistemas de pensamiento, los que han estado presentes en el imaginario colectivo.
Los mitos griegos y romanos, imbricados en la cultura cristiana, han generado normas de acción que se aplican en la vida cotidiana a través de la religión. Siendo el arte, en sus diferentes expresiones, el medio por el cual han logrado su permanencia, importantes expresiones artísticas como la pintura, la escultura, la ópera, la música, van dando forma al mito, logrando conservar su esencia.
A manera de conclusión, la mitocrítica se constituye en una metateoría para interpretar, tiene como objeto de estudio la evolución del mito, los elementos que facilitan su transmutación de un arte a otro, su resistencia a transmutar debido a que tiene idiosincrasia, principios y características propias. La mitocrítica es parte de la sociocrítica; por tanto, los postulados de esta última no le son ajenos: unir lo que ha separado la modernidad (conocimiento y práctica). El conocimiento debe contribuir a la emancipación de la sociedad, todo conocimiento debe ser analizado atendiendo a los diferentes campos simbólicos en que son generados.
La obra Mito e interdisciplinariedad tiene un importante valor teórico y metodológico, en tanto realiza aportes a la teoría sobre la mitología, introduce conceptos dinámicos para la interpretación de la evolución del mito, específicamente en el arte y la literatura. A partir de la metodología que ofrece la obra, es posible incursionar en mitos que tienen su génesis en otros espacios geográficos, como los mesoamericanos, los norteamericanos, suramericanos, africanos y asiáticos, que no han sido abordados en la obra.
La aplicación de la metodología puede generar resultados significativos en la interpretación de datos empíricos que surgen a través del método biográfico, como relatos de vida, análisis del discurso, grupos de discusión y focales, análisis de diarios personales, fotos, testimonios, historias orales, iconos y toda una variedad de técnicas cualitativas que tienen el propósito de encontrar las normas subyacentes en la vida cotidiana de la sociedad.
Bien