Ayer se oscureció toda mi hacienda,
y supe del sabor de la amargura;
confusa así quedose la conciencia;
por todo mi horizonte la espesura.
¿Con quién habré yo hablado por la noche,
que traigo un nuevo rostro en la alborada?
La nube de borrasca ya se esconde;
de nuevo veo luz en la mañana.
La cruz es más liviana, y sin pesares
giramos la cabeza a la montaña.
El Sol allá a lo lejos ¡siempre sale!
¡De nuevo nos alumbra la esperanza!
En pie, con solo Dios por equipaje,
en marcha nos ponemos sin tardanza.