Confucio nace en una época muy turbulenta de la historia de China, entre el 522 o 551 a.C., y muere a la edad de 73 años. Su momento histórico es muy parecido al que se vive actualmente a nivel mundial: un gran desconcierto por falta de valores que sirvan de referencia para la convivencia.
Sus enseñanzas
Todo su legado va dirigido a restablecer el orden y la armonía en su país. Para ello recuperará las antiguas tradiciones como base de la futura regeneración que ha de llevar a una sana convivencia. Y uno de los elementos fundamentales será el arte de la cortesía.
Siguiendo la sabiduría china, Confucio concibe el universo creado del seno de una deidad cuya comprensión se nos escapa y a la que él llama el Dios Desconocido. De dicha deidad surgen Yin (femenino, receptivo) y Yang (masculino, activo), la primera dualidad sobre la cual se construirá todo. Hijo de la misma es Tien, un dios creador que permitirá que dicha dualidad se exteriorice y cree el cosmos, en el cual está nuestro planeta, la Tierra, donde se desarrollan los cinco elementos, base de la vida.
Primero, Tien creó el Cielo y todos los seres celestiales que en él habitan: los dioses, genios y el Sol, la Luna y los cuerpos celestes. Después creó la Tierra y, por último, Tien creó a los hombres.
Siendo los últimos en ser creados, los hombres debemos respeto a los seres celestiales o hijos del Cielo, y a la Naturaleza y a los antepasados, por ser hijos de la Tierra. Dicho respeto se manifiesta a través de los ritos: dotar de conciencia, amor e inteligencia los actos de nuestras relaciones con todo.
Para Confucio toda la vida, incluida la del hombre, viene a ser un conjunto de relaciones armónicas, relaciones que se dan sobre la base del número cinco, el número de elementos, y que han de buscar la armonía justa entre la expresión dual de la vida. Esta búsqueda de la armonía es llamada por Confucio “la Doctrina del Centro”, que más adelante veremos. Y, de esta manera, la cortesía es el primer paso para establecer una correcta relación con los demás.
Su concepción filosófica se basa en:
1. Todos los hombres son buenos por naturaleza y la bondad se desarrolla por el estudio de los clásicos.
2. El fin del ser humano es su perfeccionamiento.
3. La peor de las pasiones es el egoísmo.
La base de la virtud es: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”. Si este principio lo aplicáramos a la política y a la sociedad, nos daría buenos gobernantes y buenos gobernados.
Las cinco grandes virtudes del hombre son:
1. AMOR, base de la benevolencia.
2. JUSTICIA o equidad: “Dar a cada uno lo que le corresponde, siendo su primer deber el honrar a los sabios”.
3. SABIDURÍA, objetivo del conocimiento.
4. PIEDAD FILIAL, motor de la corrección.
5. SINCERIDAD, sobre la que se asienta la buena fe. La sinceridad es, para Confucio, la más importante de todas las virtudes, pues es el principio y fin de toda relación.
Estas cinco virtudes o valores morales del hombre tienen su contraparte en el comportamiento; de ahí las cinco relaciones más importantes en las que se desenvuelve nuestra vida en sociedad, que son:
1. “Del soberano con los súbditos.
2. Del padre con el hijo.
3. De hermano mayor a menor.
4. De esposo a esposa.
5. Las que se dan entre los amigos”.
“Las tres facultades naturales necesarias para practicar estos deberes son: la conciencia, por la que distinguimos el bien del mal; la voluntad, por la que tendemos hacia el bien; y la virtud, que es la fuerza del alma por la que superamos los obstáculos”.
Insiste el maestro chino en que tres son las bases de definen la vida humana:
a- la conservación de la familia
b- el servicio a la patria
c- el amor a la humanidad
Ya dijimos que para Confucio la principal virtud es la sinceridad. Cuando todas las relaciones se asientan sobre ella, esta se manifiesta como LEALTAD:
a- lealtad para con la familia
b- lealtad para con su patria
c- lealtad para con la humanidad
La teoría del centro
Todo comienza en el seno de uno mismo: tener una correcta vida moral. Dice el maestro: “El fundamento del amor universal se halla en el hombre mismo, y el primer deber que impone es el amor hacia los padres y familiares”.
Dicha vida moral es la “teoría del centro” que desarrolla Confucio: “La situación en que nos hallamos cuando todavía no se han desarrollado en nuestro ánimo la alegría, el placer, la cólera o la tristeza, se denomina CENTRO”… “El camino recto del universo es el centro, la armonía es su ley universal y constante”.
La vida moral del ser humano, centro, viene a ser una vivencia del principio ordenador de las leyes del universo: “El camino recto o ley ordenada del universo es el centro, la permanencia en él es la perseverancia”. “La norma de conducta moral, o camino recto, regula la conformidad de nuestras acciones con la naturaleza racional”.
Confucio recomienda el estudio de los clásicos, pues para él vida moral equivale a cultura: solo los sabios pueden vivir una moral plena, pero todos debemos esforzarnos por alcanzarla.
¿Cómo podemos llegar a alcanzar una correcta cortesía? El maestro insiste en la piedad filial, que es mucho más que respeto a los mayores. Si tenemos una real piedad filial, basada en la sinceridad (lealtad), se va abriendo un camino ascendente ante la persona:
1- Primero, se comienza por el amor a los padres.
2- Madura por el servicio al Estado.
3- Culmina en lealtad total y sin excusas ante toda verdad.
Actualidad de Confucio
Un pensador japonés del s. XIX definía la cortesía como “El arte de hacer las cosas de la manera más bella posible y con el mayor ahorro de energía”.
Para el filósofo de finales del s. XX, J. Á. Livraga, la cortesía sería el primer y necesario paso para profundizar en las relaciones humanas, pues la cortesía nos permitiría desarrollar la convivencia (la capacidad de vivir CON los demás, de “vivir y dejar vivir”, respetando al otro); una vez lograda esta, llegar a la concordia (vivir “corazón con corazón”, vivir la fraternidad, sentirnos realmente hermanos, hijos de la “familia humanidad”). La cortesía vendría a establecer el espíritu de las relaciones entre los humanos.
Livraga señala que cuatro son los grandes enemigos de la cortesía: el miedo, la prisa, la falta de vida íntima por la intromisión de los medios de comunicación en nuestra privacidad y la sensación de impotencia y soledad que nos provoca un fuerte estrés, el cual se expresa generalmente como ira o “pasotismo”.
Sobre el problema actual de la prisa o “falta de tiempo”: siempre podemos sacar algo de tiempo. Livraga dice que cuando no hay “cantidad” tenemos que poner “calidad”: que el poco tiempo de que disponemos sea de calidad, a conciencia, cuidando los pequeños detalles y entregándonos sin reservas. Y no caer en el grave error de querer comprar afectos con regalos físicos: los regalos de calidad son metafísicos, compartir cosas íntimas de nuestro corazón. Vale más una flor y una palabra cariñosa a nuestra pareja que una joya sin cariño o mucho tiempo juntos pero aislados.
Siguiendo a Confucio, la clave de las cordiales relaciones humanas, la cortesía, está en uno mismo, siendo de gran importancia la educación. Y si hoy se reconoce el fracaso escolar y la falta de educación, su consecuencia es la DESCORTESÍA: la falta de cortesía. Y de aquí el vandalismo, el no respetar nada porque nada se valora ni se considera propio.
PRECISAMENTE AYER ESTUVE EN UN TALLER DE LECTURA DE CLASICOS, DONDE ESTUVIMOS VIENDO LAS ANALECTAS. EL SABER ESTA SIEMPRE Y POR SIEMPRE.