Recibimos con interés las nuevas propuestas que nos llegan de los nuevos paradigmas de la psicología, por fin interesada en el alma, tal como el mismo nombre de la disciplina viene a indicar. Con interés y con esperanza, porque con frecuencia sentimos que las explicaciones que venía ofreciendo la ciencia a las vivencias de nuestro interior, se perdían entre contradicciones y prejuicios de todo orden y tendían a limitar, cuando no a ignorar, las interpretaciones de nuestras vivencias más profundas.
Como una saludable reacción, vamos descubriendo que los nuevos enfoques se centran en el núcleo central de la conciencia, y en torno a él se elaboran las rutas que pueden llevarnos no solo al interior de nosotros mismos, a través de nuestros laberintos profundos, sino también a poder transitar los caminos de la vida con mayor firmeza y felicidad.
No cabe duda de que ha tenido mucho que ver en este renacimiento haber integrado el profundo conocimiento que a lo largo del tiempo han ido atesorando las escuelas orientales, mucho más precisas a la hora de definir los procesos y las experiencias del alma humana, en toda su rica complejidad. Tal habilidad ha ido diseñando ejercicios prácticos, de probada eficacia a lo largo de muchos siglos, para lograr el ansiado equilibrio y la necesaria serenidad.
Muy sugerentes estas propuestas en estos tiempos en los que tendemos a olvidar lo esencial.