Libros — 30 de junio de 2015 at 23:01

«El lector de Julio Verne», de Almudena Grandes

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Los ojos de Nino, un niño de nueve años, nos llevan al año 1947, a Fuensanta de Martos (Jaén). Vive en la casa cuartel de este pequeño pueblo de sierra, donde el grosor de las paredes le permite escuchar todo lo que no debería oír y en el que parece estar predestinado a convertirse en guardia civil como su padre.

La llegada de Pepe el Portugués a una casa apartada en el pueblo le revelará verdades que aún desconoce por su corta edad y que le llevarán a la conclusión de que no seguirá los pasos de su padre.

De la mano de este hombre aparentemente solitario y neutral ante lo que ocurre en la posguerra, disfrutará como el niño que es, pero también se hará más mayor de lo que pide su edad, aunque no las circunstancias, porque en el monte, batalla escondido Cencerro con sus guerrilleros, aunque el fin oficial del enfrentamiento en España esté marcado en el calendario en 1939.

Almudena Grandes, en este nuevo Episodio de la Guerra Interminable, machaca en el mismo clavo, demostrando que las fechas nada tuvieron que ver con la realidad. En pequeños pueblos y no tan pequeños como Fuensanta, la contienda seguía tan viva como las muertes que causaba, con huidas clandestinas al monte, sangre por doquier, rencor y odio a mansalva y mezcla encontrada de sentimientos que sufrieron muchos, como el propio padre de Nino, que oculta tras el verde de su uniforme secretos que confirman que nadie es bueno o malo del todo.

Con Pepe el Portugués descubrirá el cortijo Las Rubias y a sus habitantes: mujeres que tienen ese color rojo del otro bando y que acogen a doña Elena, esa mujer sabia con la que Nino descubrirá –con la excusa de las clases de mecanografía– la pasión de la lectura con las aventuras de Verne y Stevenson, y la historia, con Pérez Galdós. A quienes amamos el olor y el tacto de los libros y hemos tenido la suerte de conocerlos como acompañante natural en nuestras vidas, se nos hace la boca agua al ponernos en la piel y las circunstancias de Nino, cuando mira embelesado aquellas piezas llenas de letras y aventuras en las baldas de la casa de doña Elena.

Nino aprende y descubre un mundo que nunca hubiera soñado. Tanto es así que sufre como el adulto que no es, cuando con el paso del tiempo va alcanzando los once años. Lo que no se ve, lo que no se oye, en el pueblo y en esa guerra que está tanto en el aire como en la tierra, también existe, por mucho que le quieran contar la milonga contraria.

Almudena Grandes vuelve a contarnos más historias de anónimos que no vienen en los datos e historias «oficiales» de la guerra civil, con personas y, sobre todo, muchas mujeres valientes, que quieren ser, estar, opinar, sentir y vivir aunque tengan que cargar con tantas piedras en el camino como las que dibujan el perfil de la sierra jienense, un paisaje hostil que se alía con los fríos y calores extremos de sus estaciones.

El lector de Julio Verne tiene una estructura menos compleja y densa con respecto a los otros Episodios de Almudena Grandes, y es cierto que se agradece por esta vez. Pero esta escritoramaga a la hora de ordenar datos y organizar esas historias en las que novela personajes que no son tan inventados (en ocasiones), sigue sumando puntos con una prosa magistral, que nos lleva a la emoción a cada paso. A quienes nos autodenominamos «forofos» del club Grandes, nos sigue maravillando su infinita capacidad para describirnos sentimientos similares. No repetirse es muy complicado, más cuando hablamos de una autora que se suele explayar largo y tendido.

Numerosos personajes conviven en Fuensanta, con distintos niveles de protagonismo, y hasta los pequeños detalles de algunas de sus discretas historias son notas e información a tener en cuenta. No obstante, sí tengo que reconocer que me he enamorado de Pepe, al que ya «calé» desde el principio. Aun así, ¿quién no quisiera encontrarse en su vida con alguien que simbolice tan bien la amistad? ¿Con ese amor que es más que amor, como dice Almudena Grandes? He logrado visualizar perfectamente en muchos tramos los ratitos que pasaba con Nino, esos baños fríos de río y esas conversaciones «silenciosas» a dúo, con ese niño loco por aprender, al que te dan ganas de abrazar para rozarle el pelo en un intento de consolarle. Y para qué vamos a hablar de esas damas valientes que siempre nos trae Almudena Grandes en sus Episodios,mujeres con más de un par de ovarios, hechas de una pasta especial que solo puede dar la generación a la que pertenecieron.

Solo puedo decir, que ya –con el consiguiente descanso con otros libros y otras temáticas que necesito para separar el tipo de lectura– queda menos tiempo para el siguiente Episodio de una Guerra Interminable. Almudena, gracias por escribir.

Cortesía de «El club de lectura El Libro Durmiente» www.ellibrodurmiente.org

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