Libros — 31 de diciembre de 2015 at 23:00

«El balcón en invierno» de Luis Landero

por

A través de El Balcón en invierno (2014), novela sin ficción, Luis Landero nos invita a pasear por sus recuerdos en un viaje zigzagueante, que va, viene y vuelve a ir, desgranando hoja a hoja su historia.

Con un lenguaje muy cuidado y lleno de poesía, nos participa su vida; sus primeras vivencias en el campo extremeño; su familia, padres, abuelos, tíos, primos, en especial el primo Paco, todos labradores, descendientes de los hojalateros; nos sentamos a comer a su mesa, garbanzos con repollo, tocino y morcilla, gazpacho, migas, caldereta…; nos deleitamos con los olores del campo en primavera, con la siega y la trilla en el verano, con la lluvia y la niebla en el otoño; civilizamos tierras bravías con el abuelo Luis; participamos en las pláticas familiares sobre lumbres altas y lumbres bajas, dándole mil y mil vueltas a las cosas, y nos sumergimos de lleno en el mundo mágico de la abuela Frasca.

Le acompañamos en su éxodo a Madrid, al piso que su padre había comprado vendiendo un buen pedazo de la finca para que sus hijos no se embastecieran en el campo, un piso y una sepultura de seis cuerpos. Mal estudiante, le vemos trabajar de mecánico, repartidor en una tienda de delicatessen y de oficinista en una central lechera. Le contemplamos mientas toca la guitarra y miramos sin tapujos el taller de tricotar que instalaron en la casa y en el que trabajaban su madre y sus hermanas. Asistimos a sus desencuentros con el padre, a la muerte de este y a la lenta reconciliación a través de los años.

Leemos por encima de su hombro el único libro que había en su familia y que estaba en su casa, y vemos cómo despierta su amor por las palabras, su primer poema, y con él, su lugar en el mundo.

¿Por qué hay que leer este libro? Porque es un libro bellísimo, escrito con una prosa impecable donde las palabras producen música, colores, aromas, sabores, texturas y sensaciones, y nos deleitamos con cada línea de sus hojas, sumergiéndonos en el placer de su lectura hasta desear que no se acabe, que no termine el autor de contarnos sus memorias. Porque sus evocaciones no son solo suyas, son también las de todos, son los recuerdos colectivos de un país —hasta hace muy poco rural— que se está olvidando, si no se ha olvidado ya, perdiendo palabras y expresiones que hemos oído pronunciar a nuestras abuelas, dichos y recuerdos de todas las familias.

Y por debajo de todo ello, el autor nos plantea un debate: «…hoy casi nadie lee novelas, o al menos novelas literarias, y que hay placeres y modos de entretenimiento, y ofertas de ocio en general, más fáciles, baratas e instantáneas». Para continuar arguyendo: «…y no es que uno crea que la novela va a desaparecer, como tampoco desaparecerán el sueño y el recuerdo, que son las formas más divulgadas de narración, pero cada vez habrá menos lectores, y luego menos, y así poquito a poco hasta que se vean convertidos en una especie de secta, como los cristianos de las catacumbas».

Luis Landero nació en Alburquerque (Badajoz) en 1948. Se Licenció en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Fue Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa en 1990, con Juegos de la edad tardía. Otras obras suyas son Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007), Retrato de un hombre inmaduro (2010) y Absolución (2012). Publicó, además, un ensayo, Entre líneas: el cuento o la vida (2000) y numerosas piezas cortas agrupadas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero?

Etiquetas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish