Todavía sentimos en la redacción de Esfinge la satisfacción por la buena acogida de nuestro número de diciembre dedicado a La guerra de las galaxias, la serie firmada por George Lukas que desde hace más de treinta años nos ha venido asombrando con sus episodios, hábilmente dosificados para no saturar a las audiencias.
Una vez más hemos comprobado la fuerza narrativa del cine, y su eficacia para contar las historias que cada época ha diseñado para alimentar el imaginario de los espectadores. Una vez más hemos comprobado que seguimos necesitando de los mitos y los símbolos, para vernos reflejados en esas historias y descubrir algo más profundo en nosotros mismos, como lo es el mundo de sueños y aspiraciones.
No deja de ser sintomático en nuestra sociedad que tales inquietudes interiores solo encuentren reflejo en el cine o la publicidad, mientras que los programas educativos dejan de lado las necesidades creativas que todos los seres humanos sentimos, en mayor o menor medida y el desarrollo de la imaginación, la gran protagonista del universo simbólico.
Mientras seguimos esperando que estos errores se subsanen, en Esfinge estamos decididos a continuar alimentando debates sobre los mensajes que descubrimos en el mundo de la imaginación, porque ahí se encuentran claves decisivas para conocernos a nosotros mismos, que después de todo es el primer paso para ser mejores.