El conjunto de los países del mundo se enfrenta a circunstancias que demandarán nuevas respuestas si pretendemos que el futuro no se ensombrezca con problemas medioambientales, económicos y políticos mayores que los que conocemos. Tal vez sea un buen momento para reflexionar sobre las posibles salidas a estas situaciones.
No intentaremos hacer profecías, sino tan solo observar tendencias que están subiendo en el ranking de los riesgos a los que se enfrenta nuestra humanidad.
Para señalar estos riesgos que ensombrecen nuestro horizonte, nos fundamentaremos en los informes presentados y consensuados por casi 900 expertos de muy diferentes países, en el Foro Económico Mundial de este año. Es un foro cualificado y muy amplio, más allá de que pueda ser tachado de globalizador y elitista.
No vamos a enumerarlos todos; solo, destacar algunos riesgos y tendencias que están ascendiendo a los primeros puestos y que nos pueden sorprender por su naturaleza de «sintomáticos». Tal vez, síntomas de una sociedad enferma o que atraviesa por un ciclo histórico difícil…
No es para asustarnos, pues para cada peligro que acecha al devenir humano, siempre surgirán la voluntad y el ingenio para sortearlo… Y al abrir nuevas ventanas en la búsqueda de soluciones, pueden aparecer nuevos aires y nuevas posibilidades para corregir las malas prácticas al uso, y para adoptar en nuestras formas de vida unas pautas de comportamiento más sanas o mejor sintonizadas con las leyes naturales.
Llama la atención el incremento de los riesgos medioambientales y de los riesgos «sociales».
– La crisis del agua. Se comienza reconociendo que el aumento descontrolado de la población provoca múltiples presiones sobre el medio ambiente y tensiones entre las poblaciones por acaparar los recursos. Se genera un gran aumento de la demanda y una insuficiente cantidad de agua limpia y saludable, además de la gran dificultad material para poder distribuirla a todos, creando las infraestructuras y canalizaciones necesarias… Si añadimos las alteraciones del clima (con sequías persistentes) y alteraciones de cauces hídricos, nos encontramos cada vez mayor tensión afectando a más pueblos y zonas del planeta.
– Peligro de una expansión descontrolada de alguna enfermedad infecciosa grave. El hecho de que aparezcan nuevas y extrañas enfermedades, además de su aparente facilidad de mutación genética, que las torna más virulentas o que les permite dar «el salto» de animales a humanos, unido a las enormes carencias sanitarias de muchos países y la moderna movilidad e interconexión entre poblaciones, nos hace sentir vulnerables. Por ejemplo, si un virus tan letal como el ébola se pudiera transmitir por el aire con la facilidad de la gripe, estaríamos hablando posiblemente de una pandemia catastrófica.
– Armas de destrucción masiva. Un fallo de cálculo o un error humano en cualquiera de los escenarios geopolíticos existentes… en las tensiones entre Corea del Norte-Corea del Sur-EE.UU., o de Irán-Israel-Arabia Saudí-EE.UU., o de Rusia-Ucrania-Occidente, o de India-Paquistán, o de China-Japón-EE.UU., o China-Taiwán-EE.UU., o recientemente en la de Yemen-Irán-Arabia Saudí… Son riesgos geopolíticos de un alcance escalofriante si llegaran a desembocar en conflicto nuclear, si bien la mayor probabilidad es de un conflicto tan solo «convencional». Pero las guerras tienen un comienzo más o menos conocido y no se sabe cómo terminan. Aun manteniendo el supuesto conflicto en los cauces de las armas convencionales, podría tener alcances devastadores, con los medios actuales.
Hay que incluir el yihadismo radical creciente entre los riesgos de agresión a nuestro mundo occidental, sin descartar armas químicas o biológicas, pues acrecientan sus capacidades y se conoce su expresa intención de conseguir atentados todo lo llamativos y espectaculares de que sean capaces, es decir, con el único límite de la efectividad de las fuerzas del orden para detectarlos e impedirlos.
– La concentración de la población en las grandes ciudades. El 54% de los humanos ya vivimos en ciudades, y las llamadas «megacities» (ciudades de más de 10 millones de habitantes) se han triplicado desde 1990, adquiriendo algunas de ellas más poder e influencia que muchos Estados. Estas poblaciones tan concentradas son muy vulnerables a cualquiera de los riesgos ya enumerados, porque, además, hay que añadir que en estas urbes avanza gradualmente cierta fragmentación debido a las diferencias económicas y también a las diferencias de creencias y valores, pues al disminuir lo que más une, que son los valores compartidos y una justicia en las oportunidades, se va conformando una masa social muy heterogénea y cada vez más compleja de gobernar.
– El aumento de la desigualdad es para el Foro Económico Mundial la tendencia más clara de los últimos tiempos. Ya no es solo la diferencia entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, entre los cuales se instala una brecha abismal; también se observa el deterioro de la clase media, la cual era la garantía de estabilidad para cualquier país.
– El desempleo, que se está cebando especialmente con la juventud, negándoles un futuro decente. Se manejan unas cifras de paro escalofriantes, incluso en países donde la economía parece que prospera. Ello aumenta el peligro de la brecha social, de la desigualdad, pues la sociedad moderna no encuentra la adaptación laboral de su fuerza de trabajo a las nuevas tecnologías y a nuevas situaciones, ya que, por ejemplo, gracias a Internet se hacen cada vez menos necesarios los intermediarios en los procesos de ventas y prestación de servicios. Falta liderazgo e imaginación para adaptar el sistema y para reconducir la formación laboral o la educación en general para que sepa prepararnos para la vida con más realismo y aportarnos esperanza y herramientas para superar las inevitables dificultades.
– Riesgo social por la falta de liderazgo individual e institucional… Un llamativo riesgo en ascenso que ocupa ya la 5.a posición. Nunca los etiquetados como «líderes» (en todos los ámbitos) han tenido una valoración tan baja por parte de los ciudadanos, ni las instituciones han generado tanta desconfianza entre los administrados. Además, se percibe como una tendencia en aumento. No es asunto de risa o baladí, ya que según los estudiosos, esto genera una enorme debilidad e inoperancia en la gobernanza nacional e internacional, pues se pierde confianza en las instituciones, en los gobernantes, en las normas, en los tratados, en todo «el sistema». Y esta falta de ejemplaridad incrementa las conductas erráticas e insolidarias con la sociedad.
Esto va a generar «vacíos de poder» (mencionan especialmente a las democracias representativas) y crea cierto caos a causa de unos gobernantes que andan perdidos tratando de averiguar «qué quieren sus votantes», esos sufridos ciudadanos que, en buena medida, «no los quieren a ellos». Así, veremos más inestabilidad, mayor improvisación y demagogia, con desembarco de populismos y una desafección en general hacia un sistema que discute mucho pero que soluciona poco.
Insistiendo en este último peligro de nuestra lista… Se habla de una «crisis de liderazgo», o sea, que por la carencia generalizada de auténticos líderes, la sociedad no encuentra referentes, ni pautas ejemplares a seguir y camina sobre el desconcierto, sin una ruta perfilada hacia alguna parte.
Lo interesante es cuando se ponen los expertos a estudiar «qué cualidades necesitaría un verdadero líder para serlo», y nos hablan de coraje, de integridad moral, de capacidad de entender el mundo y de capacidad real de preocuparse por la justicia (que no es lo mismo que hablar costantemente de ella). También señalan la capacidad humana de comunicación, que no es solo marketing… y de cierta naturaleza colaborativa o altruista… ¡Emocionante! ¡Son valores de siempre, buscados y en parte ya practicados por la gente auténtica y por los buenos filósofos!
Si en este ejercicio de vislumbrar peligros en el horizonte, buscando desesperadamente los antídotos eficaces para prevenirlos o eficaces para sanar la sociedad, fuera capaz la humanidad de restaurar ciertos «valores clásicos» muy necesarios y que la mentalidad materialista ha mantenido sepultados y minimizados –como el mencionado coraje, la fuerza moral, una eficaz comunicación, el altruismo, sentido de justicia más allá de intereses personales–, tal vez entonces «el mañana» amanezca preñado de vivos colores que vuelvan a llenarnos de alegría y esperanza a todos.
Bibliografía
Artículos en la web sobre el Foro Económico Mundial, principalmente:
IEEE. El mundo en 2015. Jose M.a Blanco Navarro.
La agenda global del Wold Economic Forum 2015: Las diez tendencias…
El Foro Económico Mundial 2015 se centra en la crisis del agua. Eco portal.net