En estos tiempos en los que parece que, en muchos aspectos, cada uno mira solo por sus intereses, surgen nuevas fórmulas que nos hacen replantearnos nuestra relación con los demás. Un ámbito en el que tenemos que relacionarnos con otros obligatoriamente es el laboral. En este terreno, surge un nuevo paradigma asoma en el mundo empresarial: el coworking.
Imaginad una empresa donde cada persona ejerce aquello que más le apasiona en la vida, y que por lo tanto lo hace bien, con ilusión, y todos están felices y comen perdices. Parece un cuento, ¿verdad? Pues parece que empieza a surgir en el mercado laboral una forma de hacer las cosas que sugiere un esbozo de eso. De hecho, para muchas personas eso ya es una realidad, y se llama coworking.
Con la crisis actual, mucha gente ha experimentado un cambio en su situación laboral, sea por haberse quedado sin trabajo o por un empeoramiento del entorno laboral tras numerosos despidos. Personas con carreras especializadas y consolidadas –otras, quizás no tanto–, se han visto obligadas a buscar una alternativa discurriendo nuevas ideas para ganarse la vida y haciéndose emprendedores. Las agencias de impulsión de negocios han multiplicado la oferta formativa por el aumento de la demanda por consultoría y apoyo para llevar adelante nuevos proyectos. Sin embargo, mucha gente ha visto sus últimos esfuerzos desvanecerse en el intento, por la falta de experiencia en el asunto o, simplemente, por darse cuenta de que la realidad emprendedora no era nada de lo que se había imaginado.
«Hacer piña» para salir de la crisis
A raíz de esa situación, empieza a surgir una nueva perspectiva en el mundo corporativo. El concepto de coworking nace en EE.UU., a principios de este siglo XXI, y se está extendiendo muy rápidamente por otras partes del mundo. El movimiento consiste en reunir a personas con diferentes habilidades como expertos dando la luz a proyectos innovadores, creativos, multidisciplinares y con una capacidad de adaptación y respuesta a la demanda del mercado.
Sin embargo, el coworking no es solo compartir un despacho. Hacer coworking es una actitud de compartir lo que sabemos, aportar diferentes puntos de vista a un proyecto, es ver a los demás como compañeros de viaje, que hoy pueden estar haciendo algo completamente distinto de lo que hacemos nosotros, pero mañana pueden ser nuestros socios o colaboradores. Como célula independiente y autónoma, cada profesional tiene la posibilidad de elegir los proyectos en que participa y colabora para que le generen crecimiento, experiencias y vivencias acordes con su voluntad y necesidad.
La práctica del coworking también tiene la ventaja de generar ecosistemas donde cada integrante reclama su espacio, aprende a valorarse, a reclamar sus límites y establecer relaciones que nos permiten trabajar también la madurez emocional. Muy distinto del ambiente corporativo común, donde el esquema de jerarquía paternalista es propicio a crear un ambiente donde adoptamos actitudes infantiles e irresponsables o, en el otro extremo, actitudes represivas o dictatoriales.
Por eso, la filosofía del coworking rompe con los viejos conceptos de emprendimiento y competencia. Para César Llorente, psicólogo, profesor y autor del libro Coworking: compartir para crecer, un emprendedor es una persona que, tras una reflexión previa, sabe qué puede aportar a la sociedad, porque reconoce su valor y sus aptitudes, muy diferentes del viejo concepto donde emprender significaba buscar una financiación, alquilar un local y arriesgarse, endeudándose por un largo periodo de tiempo y conviviendo con la incertidumbre del futuro. Según explica en una entrevista realizada por el Diario de Mallorca, hacer coworking «es una actitud que pasa por dejar de ver a los demás como posibles competidores para ver cuál es su valor añadido y qué podemos hacer conjuntamente». El reto del emprendedor está en hacer tangible lo que le gusta en una idea de negocio. Dado que cada uno de nosotros podemos aportar algo único, deberíamos quizás dejar de mirar hacia los demás como competencia y empezar a verlos como posibles colaboradores y tratar de «hacer piña» para levantarnos todos juntos.
Platón: idealizador coworker
Hace 2400 años, Platón decía, en su obra La República, que en el Estado ideal cada persona haría aquello para lo cual había nacido, aquello que fuese su naturaleza. Así, aquellos que valiesen para ser comerciantes, por ejemplo, ejercerían de comerciantes, los médicos serían médicos, y así sucesivamente. Y finalmente, el gobernante ideal sería el sabio, ya que sería él quien poseería un conocimiento global para poder gobernar con buen criterio, aplicando la justicia para todos.
El concepto de coworking, con ese enfoque, nos permite hacernos una idea de algo parecido a esa idea de Platón, ya que si cada uno de nosotros hiciese lo que es nuestra naturaleza, podríamos encajar perfectamente unos con otros, creando sinergias, siendo complementarios y felices cumpliendo nuestro rol, haciendo nuestra parte en un proceso de desarrollo de una unidad homogénea, fuerte y armónica.
La crisis, en este caso, puede ser considerada una dicha que nos hace salir de nuestra zona de confort, y nos impulsa a mirar dentro de nosotros mismos, a buscar la coherencia interior y a hacer aquello que sentimos y pensamos.
Quizás deberíamos aprovechar esta oportunidad tratando de observar cuál es nuestro valor diferencial, explorarlo y vivirlo en toda su integridad. De esa forma podremos ser la mejor versión de nosotros mismos, transformándonos en el cambio que queremos ver en el mundo.
http://www.diariodemallorca.es/part-forana/2012/05/09/saldremos-crisis-cambiamos-actitud/764521.html