En la época en que el rey Gylfe reinaba en Suecia, llegó a visitarlo una mujer de rara hermosura. El príncipe fue seducido por la belleza de la dama y por la dulzura y armonía de su canto. Después de que ella hubo permanecido durante varios días en palacio, el rey le preguntó qué deseaba que le ofreciera él en prueba de gratitud por el placer que le había causado con su presencia y con su canto. Estaban el rey y la dama en una habitación de palacio y los servidores habían traído copas con hidromiel, con el que habían brindado. Al fin, ella respondió:
–¡Oh, señor!, grande es tu generosidad. Yo te pido solo una parte de tus tierras. No temas que vaya a mutilar tu reino; quiero solo el trozo que yo pueda labrar durante veinticuatro horas con la ayuda de cuatro bueyes.
El rey contestó:
–Poco es lo que me pides. Te lo concedo gustosamente.
Mas esta mujer no era de raza humana, sino que pertenecía a la familia de los Ases –dioses bienhechores escandinavos–, y se llamaba Gefion. Hizo venir a cuatro hijos que había tenido de un gigante en el Iothunheim, y los convirtió en bueyes; después los unció al arado. Trazó luego un surco alrededor del terreno que había elegido, y el surco fue tan profundo que toda la parte que rodeaba fue separada del continente. Entonces ella unció sus bueyes a este trozo de tierra y los aguijó de modo que la arrastrasen hasta el mar. Una vez que estuvieron en la orilla, los sumergió en el agua y los llevó hasta meter el trozo de tierra en el Øresund. Y así nació la isla que se llamó Zealand, isla donde está situada la capital de Dinamarca.
Cuando el rey supo lo sucedido, fue a ver el trozo de donde había sido arrancado y arrastrado el terreno de la isla. Allí se había formado un lago que tomó el nombre de Vänern. Es curioso notar que este lago tiene exactamente la misma forma que Zealand. Si en esta hay un cabo, en el lago se dibuja en el mismo sitio un golfo. Aún hoy la isla y el lago tienen la misma forma.
Leyenda de Dinamarca