Domingo Ramón Menargues fue plusmarquista de 3000 metros obstáculos. Nació en Crevillente en 1958, y participó en los Juegos de Moscú en 1980 y en los de Los Ángeles en 1984, consiguiendo diploma olímpico en ambas ocasiones. Mantuvo imbatido durante diecinueve años el récord de España de esta especialidad y fue subcampeón mundial europeo en su modalidad.
Domingo Ramón fue un habitual en la selección española de atletismo de su época, y consiguió numerosas medallas a nivel europeo y mundial. Militó en diferentes clubes, como el Club Atletismo Hércules Benacantil, el Valencia Club Atletismo o el Club Atletismo Benacantil-Puerto de Alicante, consiguiendo sus mayores éxitos teniendo como entrenador a Joaquín Villar Ceniceros.
Hablar de lo que ha hecho Domingo dentro del atletismo español nos llevaría más de una entrevista por sus numerosos éxitos a lo largo de su carrera. Hoy en día sigue en forma, ya que compite en categorías de veteranos consiguiendo buenos resultados.
¿Qué supuso para ti participar en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980?
Dos años antes había conseguido la marca mínima para poder asistir; cada año había que renovarlo para conseguir confianza. Era un sueño lejano, quedaban dos años, pero llegó el momento. Tuvimos muchos entrenamientos y competiciones para estar preparados para aquel futuro olímpico.
En Moscú, lo viví intensamente durante doce días, como el resto de la expedición española, deportistas de todos los deportes. Para un muchacho como yo, de un pueblo pequeño como San Vicente, fue especial. En los años 80 no había en Alicante pistas de atletismo.
Estábamos en una villa olímpica que habían construido para nosotros a las afueras de Moscú. En la inauguración, era de libre elección el desfilar o no. Muchos de nosotros, como competíamos al día siguiente, decidimos no desfilar para estar más frescos y tranquilos. Yo anteponía mi estado físico y concentración a otras cosas, me gustaba estar concentrado. De hecho, de las cosas que más me cansan es estar de pie, y estar horas de pie durante un desfile no era lo mejor en aquel momento. Prefería seguir la disciplina de una vida ordenada.
¿Cuántas horas entrenabais?
En el periodo olímpico entrenábamos tres horas al día. Le dábamos más intensidad a las series, tanto largas como cortas, y le dábamos menos relevancia a la carrera continua, para conseguir un buen ánimo y condición física para competir.
También competíamos mucho antes de las Olimpiadas, para tener muy ensayado ese estado de ánimo y sana tensión de correr en competición. Participábamos tanto en competiciones locales como nacionales.
¿Qué se siente al defender a tu país en esos instantes previos al pistoletazo de salida y corriendo contra atletas que tienen mejores marcas?
Yo gané una eliminatoria y pasé a la semifinal, pero mi juventud me jugó una mala pasada. Había sido campeón junior de Europa en el 77 e iba sin presión, pero era tanta la tranquilidad con que me tomé los juegos –cosa extraña porque yo soy muy inquieto– que todavía no me explico cómo iba tan tranquilo en la eliminatoria y en la semifinal.
Yo estaba con mi compañero Sánchez Vargas, nos llevábamos muy bien, y compartimos habitación siempre desde la época de juniors. Cuando llegó el día de las eliminatorias, en el túnel que da acceso a la pista donde iba a competir me di cuenta de que se me habían olvidado las zapatillas de clavos. Me las había dejado en la villa olímpica.
Me puse a buscar al juez de línea, a preguntar a todos, tratando de encontrar una solución. A esto hay que añadir que mi compañero y amigo Sánchez Vargas se había clasificado para la final, y no solo eso, había batido el récord de España de 3000 obstáculos. Lo que no era nada de presión antes, se convirtió en todo lo contrario, presión desbordada…
Y entonces apareció un atleta polaco, Malinowski. Se enteró de lo que me pasaba y me dejó unas zapatillas de repuesto nuevas que él tenía, un número mayor que el mío, pero me sirvieron. Tengo que contar que en aquella época los atletas solo teníamos un juego de zapatillas de clavos, que se nos mojaban al saltar sobre la ría, pero al día siguiente competíamos con las zapatillas mojadas. Él, que tenía dos pares, me ofreció uno de ellos. Él quedó primero y yo segundo de nuestra semifinal. Gracias a él pude pasar a la final.
Dos días después, en la final, es cuando llegó con mayor intensidad la presión: el saber que había atletas con mejor tiempo que yo, que mi compañero había batido el récord de España, que estaba en una forma magnífica…
En la final no perdí de vista a Malinowski. Él llegó el primero y yo el cuarto, batiendo el récord de España, y mi compañero Sánchez Vargas, el quinto.
Desgraciadamente, Malinowski falleció un año después en un accidente de tráfico en Polonia. Me invitaron a ir al funeral. Me unía y me une un lazo especial con él desde aquellos juegos.
Dos años más tarde, en los campeonatos de Europa de Atenas en 1983, yo quedé tercero, el representante polaco, segundo, y el alemán, primero. En homenaje a Malinowski, le dejamos en su honor los ramos de flores de la entrega de medallas en el pódium.
¿Entiendes el espíritu olímpico como una actitud ante la vida? Esa experiencia de juego limpio, ¿ha marcado tu vida?
Los valores que te transmite el deporte no solo lo vives en el deporte, sino que realmente tratas de llevarlo a cualquier situación de tu vida. La vida deportiva como atleta de élite (si es que queremos decirlo así) tiene una duración limitada.
El juego limpio de los Juegos Olímpicos yo siempre lo he vivido. Da lo mismo que seas de un país u otro; entre los deportistas, siempre he vivido ese respeto entre todos.
La vida no es solo correr y entrenar; la vida es eso y muchas más cosas. Es ser coherente en el deporte y en la vida normal. Se habla del espíritu olímpico o la filosofía de vida, pero es todo lo mismo. Tratas de compartir, de transmitir a los demás esas experiencias que has vivido, ver qué necesidades tienen los demás y tratar de ayudar a resolverlas. Eso lo han hecho por mí; a mí me han ayudado a resolver situaciones difíciles mi entrenador, los compañeros, los amigos, la familia. Y eso es una forma de vida muy digna.
¿Cuál fue tu experiencia cuatro años después en los Juegos de Los Ángeles?
La presión que no tuve en los de Moscú, sí la tuve aquí. Ya era un atleta conocido y se esperaba mucho del grupo de atletas que fuimos: Abascal, que fue medalla, Marín en marcha, que fue quinto, González en 1500, yo en 3000 obstáculos y muchos más.
En Los Ángeles estaba mejor preparado. En la final, durante la carrera, en la última vuelta iba en la posición 11 y me dije: tanto entrenar, tanto esfuerzo para esto… En la última vuelta me cargué de valor y me lancé con todas mis fuerzas hacia delante. Acabé en sexta posición. El que quedó detrás de mí, el keniata Julius Kariuki, cuatro años más tarde fue campeón en Seúl, lo cual me alegró mucho.
¿Qué aprendiste de aquellas Olimpiadas?
Para mí es de las mejores carreras que he hecho en mi vida y también una en la que he aprendido mucho. Uno, en muchas ocasiones, se lo juega todo a una carrera o a una carta, pero eso no es justo, no es del todo real. Lo real es todo lo que has ido viviendo a lo largo de tu vida que te ha llevado a esa situación, a la experiencia de vida, lo que acumulas como fracasos y éxitos. Uno no es mejor por ganar una carrera. Uno es mejor por tener una actitud determinada ante la vida.
En Moscú quedé cuarto, a 6 centésimas del tercero. Yo he llegado a pensar en algún momento que me faltó experiencia, pero es difícil de describir el quedar cuarto en unos Juegos a 6 centésimas del tercero. Eso me ha enseñado que los pequeños detalles también son importantes en la vida. Todo es importante.
¿Qué haces actualmente?, ¿sigues corriendo?
Yo sin correr no sé vivir. De igual manera que mi mujer se va al gimnasio, yo necesito correr. No hace falta que sea mucho, ni en una competición, pero sí necesito correr. Es un momento en que estás contigo mismo, en tu intimidad, que te ayuda a pensar, a reflexionar. Te ayuda a encontrar cierto equilibrio, cierta paz interior.
Trabajo en el Patronato de Deportes del Ayuntamiento de San Vicente. Colaboro en los eventos deportivos de la ciudad. También voy como invitado a hablar a algunos colegios. La verdad es que soy bastante tímido, pero cuando me llaman de un colegio, no puedo dejar de ir; todo lo que pueda hacer por los niños es positivo.
Mi entrenador, Joaquín Villar, me llama todos los años el 31 de julio para felicitarme, porque es la fecha en la que conseguí el récord. Yo muchas veces no me acuerdo. Me llama y me dice: «oye, Domi, felicidades».
Yo corrí con Domingo Ramón Menargues el los años 75-76-77 .Corri los campeonatos nacionales con la seleccion de Alicante capitaneada por Domindo Ramón y entrenados.por Toribio. Fueron unos años inolvidables corriendo con el gran Menargues,Constantino Esparcia y rozandote con los Gonzalez y Abascal,en una epoca dorada del atletismo de medio fondo en categoria juvenil y junior. Mi nombre es Armando Ferre,de Alcoy.Un fuerte abrazo a todos los atletas de la época que continuan practicando este bello deporte