Arte — 31 de octubre de 2016 at 23:00

La rosa púrpura de El Cairo: Ilusión y realidad

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La rosa purpura de el cairo

¿Qué cinéfilo no ha visto alguna película de Woody Allen? El genial actor y director neoyorquino ha dirigido más de cuarenta películas a lo largo de toda su carrera artística, muchas de ellas como protagonista. Nacido como Allan Stewart Konigsberg en 1935, cambió su nombre artístico al actual y, siendo adolescente, comenzó su carrera como humorista. Con el tiempo ha conseguido fama mundial y multitud de premios.

Una película y una realidad

La rosa púrpura de El Cairo es una película suya del año 1985. Ganadora del premio BAFTA y del César de la Academia Francesa de Cine, está protagonizada por Mia Farrow (Cecilia) y Jeff Daniels (Tom Baxter). Ambientada durante los años de la Gran Depresión estadounidense, cuenta la historia de Cecilia, una camarera explotada por su jefe y maltratada por su marido. Para escapar de la cruda realidad acude al cine a ver La rosa púrpura de El Cairo y se enamora de uno de los actores que aparecen en el film (Tom Baxter). Cecilia ve la película varias veces más y nota que Tom la mira varias veces de reojo. Finalmente, en un genial giro del guion (escrito por Woody Allen), Tom entabla un diálogo desde la pantalla con Cecilia, sale al mundo real (el de Cecilia) y se va con ella, deseoso de tener una vida real y cansado de interpretar el mismo papel en el celuloide miles de veces.

Cecilia desea tener una vida de película, mientras que Tom desea escapar de su rutina de personaje repitiendo las mismas escenas una y otra vez. En suma, anhela una vida real con sensaciones y emociones reales. Ambos se enamoran, pero al final del film Cecilia debe escoger entre el actor real que interpreta a Tom Baxter y el personaje Tom Baxter. No quisiera estropear la historia, así que espero que el lector la vea y juzgue por sí mismo.

De entre las varias escenas planteadas por Woody Allen, merecen citarse dos; en el interior de una iglesia, Tom Baxter le pregunta a Cecilia quién es él (aparece una imagen de Cristo). Cecilia le responde que es Dios. Tom pregunta quién es Dios, Cecilia contesta que es el Creador de Todo. Entonces Tom lo compara con los guionistas de su película, La rosa púrpura de El Cairo . Cecilia le responde que no es así, que es mucho más grande, que sin él la vida no tendría sentido. Tom insiste en su idea de guionista.

El personaje se escapa

La otra escena sucede cuando Tom sale de la pantalla y deja a los personajes de la película sin su interpretación ni guion que seguir. Empiezan a improvisar dialogando entre ellos y con el público. El público está cansado de ver la discusión y los reproches que los personajes dirigen a Tom. Uno de los personajes insulta al público, y entonces piden que se apague el proyector. Entonces otro de los personajes pide que por favor no lo hagan, pues eso supondría su inmediata desaparición.

Como vemos hay un juego constante entre la vida de película y la vida real. Cecilia le reprocha varias veces a Tom que su relación no puede seguir porque no es real, y este contesta que él puede aprender a ser real. Sorprende la ingenuidad de Tom al vivir en el mundo real. No conoce el valor del dinero, su candor es sorprendente. Por otra parte, los avatares de la vida no le causan daño. Apenas se ve afectado por los motivos por los que sufre Cecilia, su imagen no cambia, tampoco sufre heridas… En suma, es un personaje de película pero que anhela profundamente «volverse humano». Cecilia, empujada por sus duras circunstancias vitales, desea tener una vida diferente y huye con Tom.
Merece la pena destacarse el rol de los personajes secundarios dentro de la película proyectada y cómo se sienten perdidos una vez que Tom se va y se rompe el guion. La crítica ha destacado la influencia de tres obras de Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de autor, Cada cual a su manera y Esta noche se improvisa. Muy posiblemente Woody Allen, que es un gran lector, conociera las obras del escritor italiano y sobre ellas improvisase esta situación.
woody allen 1¿Qué diferencia hay, entonces, entre los dos protagonistas? Ambos desean tener una vida diferente, tienen sueños e ilusiones para salir de su dura realidad. Me gustaría traer a la memoria del lector el mito del Golem; cuenta la tradición judía que el Golem fue creado por el rabino y cabalista Loew de Praga. Es un autómata de barro que defendía el gueto de Praga de los pogromos y atendía al cuidado y mantenimiento de la sinagoga. Sobre este personaje escribió una novela de gran éxito Gustav Meyrinck. En la novela, el Golem se escapa y produce catástrofes. El Golem es mudo y carece de alma. Para comunicarse con él hace falta escribir en un papel e introducírselo por la boca, o bien grabar en su frente (es una criatura formada originalmente de barro) las cuatro letras sagradas del tetragrammaton .

Ahora imagine el lector que un guionista se inventa un personaje, le escribe diálogos y le planifica todas sus acciones. Este personaje es representado por un actor, se graba su actuación y se monta una película. En el rollo de película el personaje ideado por el guionista representa su papel millones de veces, cada vez que la película es proyectada en algún cine, emitida por televisión o reproducida en el hogar. Si todas las emociones que despierta el personaje en los espectadores se pudieran encarnar y dar vida al personaje, este cobraría sentimientos e ideas propias, querría tener su propia vida y no la escrita por el guionista. En este caso el personaje de cine saldría de la pantalla para tener una vida real, como Tom Baxter en la película de Woody Allen. El Golem y Tom Baxter buscan pasar del plano de los sueños de sus creadores al plano de la realidad, tener su propia alma.

Cómo combinar ilusión y realidad

Los sentimientos de Cecilia despiertan en Tom ese anhelo de vivir y le permiten dejar de ser un autómata en la pantalla y tomar cuerpo en el mundo de Cecilia. Esta proyecta sus anhelos y sueños en Tom y consigue darle vida. Hacia el final del film, Tom lleva a Cecilia «dentro» de la pantalla y le muestra el mundo glamuroso en el que vive y actúa. Mas la cruda realidad la reclama. Hay un diálogo entre Tom y el actor que lo representa. El actor le recuerda que ha sido creado por él y que debe volver a la pantalla para continuar la representación. Tom le contesta que sus verdaderos creadores son los guionistas y que él es un simple intermediario. Ambos declaran a Cecilia su verdadero amor y le piden que elija. Cecilia opta por fin… y se topa con la vida real, que poco tiene que ver con lo que ella soñaba.

Así pues, Tom y Cecilia, ambos, son ilusos. Uno es la obra de un actor sobre el rol de un guionista, la otra huye de sí misma y de su circunstancia hacia un mundo ilusorio donde todo es maravilloso. Rehúsa trabajar sobre el mundo y la circunstancia que la rodea.

woody allen 3

Podemos terminar con palabras de un maravilloso libro escrito por la filósofa Delia Steinberg Guzmán, Los juegos de Maya , y con ellas cerrar estas breves líneas animando al lector a ver la película de Woody Allen con otra perspectiva que la simplemente humorística.

«Maya es una vieja deidad oriental, cuyo significado es Ilusión. Se trata del velo con que la Naturaleza cubre todas las cosas para que los humanos no podamos descubrir fácilmente sus ocultas leyes, y así, la belleza de Maya y sus múltiples juegos engañan, seducen y ayudan a pasar los años de vida que nos corresponden sobre la tierra.

La ilusión juega con nuestros sentidos. Y nosotros participamos, más o menos conscientemente, del juego. Ilusión no es exactamente algo que no existe, aunque nosotros percibamos. Los juegos de la ilusión se basan en cosas ciertas, pero no duraderas; son verdades que alcanzan a vivir lo que una burbuja… lo que una ilusión. Sin embargo, en nuestra ignorancia, suponemos que esas verdades momentáneas lo son todo.

Poniendo nuestros esfuerzos y nuestras máximas esperanzas en los juegos de Maya, es como llegamos a conocer el dolor. Todo aquello que queremos se nos escapa de entre los dedos, y nos volvemos ciegos a la posibilidad de ver aquellas otras cosas que son más duraderas, menos falibles, más cercanas a la inmortalidad.

¿Por qué jugamos? ¿Por qué aceptamos la ilusión de Maya sin advertirla? Contestar esta pregunta equivaldría a saber con precisión por qué juega un niño. El niño juega, aunque sepa que es mentira el juego que realiza; pero necesita ensayar, necesita probar sus fuerzas y prepararse para el otro juego mayor que es la misma vida. Los humanos somos siempre un poco niños. Inseguros ante el destino final que nos aguarda, jugamos durante la vida, tratando de probarnos a nosotros mismos que somos capaces de realizar actos acertados.

Todos nosotros participamos en los “juegos de Maya”… ( Los juegos de Maya , Delia Steinberg Guzmán. Ed. NA, 2002).

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