La exclusión de la Filosofía como asignatura obligatoria en la educación media parece propagarse en las dos orillas del océano Atlántico. Algunos países latinoamericanos como Chile, Colombia y México, entre otros, se encuentran en el mismo punto de inflexión que España. El que no busca erradicarla del programa educacional propone disminuir las horas lectivas de la materia, iniciativas ambas que, en definitiva, cuestionan la utilidad de la filosofía para el desarrollo de los jóvenes. Una propuesta que se encuentra con el rechazo de un amplio sector de la sociedad, que no puede esquivar el interrogante: pero cómo, ¿los quieren educar o domesticar?
La utilidad de la filosofía
La filosofía, palabra de origen griego que significa «amor a la sabiduría», es una ciencia que invita a la reflexión, al entendimiento e interpretación de la realidad en la que vivimos. Su función, más que intentar responder a esos grandes interrogantes que no pierden vigencia, quién, cómo, por qué, cuándo , es promover la necesidad de no dejar de hacerse preguntas. El cuestionamiento sobre nuestra naturaleza, esencia y origen así como sobre las causas y consecuencias de las cosas que nos inquietan abre el camino para alcanzar un pensamiento crítico y analítico. Es el trayecto que todo individuo debe recorrer para conocer y entender no únicamente el mundo que lo rodea y con el que obviamente interactúa, sino también a sí mismo.
La filosofía alimenta el esfuerzo de pensar por uno mismo, de animarse a sumergirse en las propias profundidades. Alienta a no quedarse en la superficie, a no dar todo por hecho y a no aceptar sin más cualquier tipo de planteamiento. Es una disciplina que busca implantar la inquietud de reflexionar en los individuos y la capacidad de llegar a conclusiones por ellos mismos.
Su objetivo es formar personas independientes que sepan tomar una posición analítica y una visión crítica sobre todo lo que los rodea y también sobre ellos mismos. No es una disciplina para que los jóvenes llenen su memoria de datos, fechas, nombres o ideas. Porque la filosofía no se aprende, como dijo Kant, pero sí se aprende a filosofar.
Otras voces
Las idas y venidas en las reformas educativas de gran parte de Latinoamérica han mantenido la filosofía entre periodos de incertidumbre y de transitoria estabilidad. En lo que va del siglo XXI, su utilidad ha sido constantemente cuestionada. Países como México o Colombia la han extraído del programa educacional para después volver a insertarla. En Panamá la carga horaria ha sido reducida. Chile hasta hace unas semanas buscaba anexarla con la disciplina Formación Ciudadana y además eliminar su carácter obligatorio, propuesta que chocó con otras voces, como la de un grupo de intelectuales que no hizo esperar su visión. A través de la publicación de una carta titulada Filosofía en peligro , expresó su contrariedad y disconformidad por la medida.
«Pretender subsumirla en una nueva asignatura de nombre vago e impreciso, o convertirla en un ramo cada vez más marginal, es un despropósito y un acto de barbarie espiritual. El pensar es hoy más urgente que nunca, sobre todo en tiempos donde abunda la información, pero donde escasean la reflexión profunda y, más todavía, la sabiduría. La tarea de la filosofía, según nuestro pensador chileno y gran maestro Jorge Millas, es convertir «la existencia sonambúlica en lúcida vigilia”. Lo que se necesita hoy son más horas de filosofía, más humanidades, y de calidad, en la formación en los colegios y las universidades, para que nuestro país no caiga en el peligro de esa existencia sonambúlica, que es el paso previo a la proliferación de los fanatismos, la violencia y la decadencia moral y política».
Una carta que, junto con otras voces de la sociedad chilena, ha logrado, de momento, que la balanza se incline hacia el no a la reforma. Los organismos educacionales chilenos no han conseguido convencer. La explicación de que no se busca anular la filosofía, sino adherirla a otras disciplinas relacionadas con ella para alcanzar una equidad en las diferentes modalidades (humanística-científica, artística y técnico profesional) para que todas cuenten con un plan común no ha tenido cabida en la sociedad chilena.
Una utopía tangible
Sin embargo, no hay dudas de que la intención es ir arrinconando la reflexión, manifiestan muchos. Tal vez hasta relegarla al olvido. Un propósito que se extiende más allá de las paredes de las aulas, pues sería incoherente negar que el virus de la inconsciencia que pretenden implantar desde la juventud hace rato que viene haciendo mella en la sociedad.
Una realidad que, sin embargo, se ha encontrado en diferentes etapas con propuestas de cambio. Ana María Vicuña, Profesora de Estado de Filosofía en Pontificia Universidad Católica de Chile e Instructora del Programa de Filosofía para Niños, sostiene que la filosofía debería impartirse en la etapa escolar en todos los organismos educacionales. Se trata de desarrollar el deseo de pensar en los niños y la confianza en sí mismos.
«La principal fortaleza de Filosofía para Niños radica en la creación de una comunidad, y la reafirmación del sentido de pertenencia a esa comunidad. Los niños aprenden a escucharse unos a otros, pedir la palabra, respetarse, cooperar con la discusión el grupo, no interrumpir, no burlarse de los otros, ser flexibles. Aprenden que sus ideas son importantes y que tienen algo que aportar al pensamiento y a la sociedad; ese es un conocimiento que no se adquiere por libros, sino por vivencias».
Tal vez suene utópico, dicen algunos, pero es una utopía tangible. Si se motiva la capacidad reflexiva en los niños, se podrían revertir muchos de los problemas sociales. Por eso es relevante añadirla al currículo en la etapa escolar. Pero no solo en los ámbitos privados, como hasta el momento viene ocurriendo, sino también en los públicos. El acceso a la filosofía, a la reflexión y al diálogo debe trascender barreras económicas y, por ende, sociales si en verdad buscamos lograr un mundo diferente.
Filosofía, una escuela de libertad
En su obra Enseñanza de la Filosofía en América Latina y el Caribe , publicación que se basa en el estudio elaborado en el 2007 Filosofía, una escuela de libertad, Enseñanza de la filosofía y aprendizaje del filosofar: la situación actual y las perspectivas para el futuro , la Unesco reafirma su convicción de la importancia de impartir Filosofía en los centros educativos. Constituye, expresan, una oportunidad única y un instrumento fundamental para su empoderamiento en cuanto sujetos, así como para fortalecer y fomentar valores y actitudes que, como la tolerancia y el respeto al otro, son inherentes a una cultura democrática.
Las páginas de Enseñanza de la Filosofía en América Latina y el Caribe informan sobre la necesidad de fomentar la formación de personas que desarrollen por sí mismas la capacidad de interpretar la realidad en la que viven. Una capacidad que, aunada al compromiso que el individuo adquiera con su entorno, puede auspiciar la formación de un mundo más justo y, sobre todo, en el caso de Latinoamérica, más igualitario. La difusión de la filosofía en el ámbito estudiantil puede contribuir significativamente, sostienen, al bienestar humano y a la paz para así poder construir un mundo mejor.
Pero entonces, ¿por qué?
Pero entonces, si organismos internacionales como la Unesco manifiestan la importancia de la filosofía en la educación así como filósofos, expertos educativos, intelectuales, buena parte de la ciudadanía e incluso una gran mayoría de jóvenes, ¿por qué la quieren erradicar del programa educacional?
No son pocos los estudiantes que sostienen que si la asignatura de Filosofía no hubiera sido obligatoria, probablemente no se hubieran interesado en su contenido. ¿De qué me podía servir el pensamiento de unas personas que vivieron hace cientos y cientos de años en una sociedad tan ajena y distante a la realidad en la que vivo? Un rechazo tal vez no del todo exclusivo, pero sí bastante habitual a lo desconocido.
Es poco probable que en esta era, en la que la vertiginosidad con la que la tecnología y el consumismo han ido invadiendo casi todos los ámbitos, se genere en los adolescentes, por decisión propia, un interés hacia una materia que nada tiene que ver con los derroteros por los que se ha ido encaminando la sociedad.
El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca, decía Immanuel Kant. Tal vez en esta reflexión del filósofo alemán se encuentre el motivo por el que se afanan en negarles a los estudiantes la opción de acceder a cualquier disciplina que les pueda fomentar un espíritu crítico y analítico. Tenerlo supone un riesgo para los dogmas, las costumbres e incluso las imposiciones establecidas por los Gobiernos, por el poder.
Las personas reflexivas, con criterio, las que se animan a cuestionar y a salirse de esas casillas que les han sido asignadas, dificultan su labor, ponen en riesgo su capacidad manipuladora para poder seguir manteniendo determinados privilegios. Las cosas son así y así funcionan bien, parece ser el eslogan. El problema surge cuando los que se atreven a preguntar « pero ¿por qué? » se empiezan a multiplicar.
La filosofía te encamina a abrir la mente, te invita a descubrir el sentido último de tus actos. Es una disciplina que responde a esa necesidad de saber, de conocer. Responde a esa curiosidad tan esencial y natural en el ser humano que se detecta tan claramente en la infancia. Pero además ayuda a comprender que hay diferentes pensamientos y que esta diferencia no está reñida con el respeto. Es decir, que induce al diálogo, a ese recurso tan útil y necesario para debatir ideas que conduzcan a la formación de una sociedad beneficiosa para todos. Porque el diálogo es la puerta que da acceso a nuevas visiones y perspectivas. Es ese ejercicio de pensamiento grupal tan alejado de la imposición, de la sumisión, de la fuerza y de la violencia.