La importante herencia cultural de esta figura de la historia universal ha motivado que el año 2016 haya sido declarado por la UNESCO «Año de Aristóteles». Aunque estamos situados en otro milenio distinto al suyo, todavía podemos apreciar las huellas de los pasos pioneros de este filósofo en muchos campos del conocimiento.
Esta conmemoración ha motivado a muchas asociaciones filosóficas internacionales, entre las que destaca la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía (FISP), a organizar varios congresos y homenajes en torno al gran filósofo. Algunos de ellos ya se han celebrado en lo que va de año, como es el caso de los dos congresos que representan los puntos culminantes de las celebraciones: el Congreso Mundial de Tesalónica del pasado mes de mayo, llamado Aristóteles, 2400 años, y el Congreso Mundial sobre la Filosofía de Aristóteles, que tuvo lugar en Atenas entre el 10 y el 20 de julio.
Son muchos los temas que se han ido debatiendo en los citados congresos, y sería imposible reasumirlos en unas pocas líneas de un artículo, con lo cual nos limitaremos a destacar los dos «descubrimientos» que nos parecen más significativos.
Los restos de Aristóteles
El primero de ellos se anunció el pasado 26 de mayo en el marco del congreso de Tesalónica. En dicho acto, el arqueólogo Konstandinos Sismanidis reveló una noticia que rápidamente iba a dar la vuelta al mundo, al menos en el ámbito cultural. A siete kilómetros de la ciudad actual de Stagira, en el emplazamiento de la antigua Estagira, anunció haber encontrado un santuario o templete recubierto en piedra que conserva unos restos que pertenecerían al cuerpo del admirado filósofo, el ciudadano más famoso de Estagira.
Ahora bien, el equipo de arqueólogos no aportó muchas evidencias al respecto, pero el descubrimiento es seguramente merecedor de atención, quizás no tanto por el descubrimiento en sí –los filósofos que más se precian no tienen apego al cuerpo físico–, sino más bien por el aspecto romántico de poder seguir los rastros físicos de una figura tan destacada de la historia universal.
En cuanto a las pruebas aportadas, la primera hace referencia al hecho de que en el mismo templete se habían encontrado unas monedas pertenecientes al periodo de Alejandro Magno, y la segunda a que los restos del recinto fúnebre se remontarían justo al siglo IV a.C., esto es, el siglo de Aristótele s . Finalmente, también se alega como evidencia unos documentos antiguos que afirmarían que, tras la muerte de Aristóteles en la ciudad de Calcis (en el año 322 a.C.), se habrían madado trasladar sus restos a su ciudad natal por deseo suyo. Las pruebas parecen elocuentes, pero nos permitimos conservar algunas reservas sobre la veracidad del descubrimiento, ya que, por lo que se sabe hoy en día, el documento antiguo que habla de ese tema es la ya citada Vida de filósofos ilustres . En ese texto encontramos el siguiente pasaje: « που δ’ ἂν ποιῶνται τὴν ταφήν, ἐνταῦθα καὶ τὰ Πυθιάδος ὀστᾶ ἀνελόντας θεῖναι, ὥσπερ αὐτὴ προσέταξεν »; es decir: « Cuando se construya mi sepulcro, allí se depositarán también los huesos de Pitia [1] , como ella ordenó ». Así pues, no habría ninguna referencia clara al hecho de que Aristóteles mandara trasladar sus propios huesos; solo se presume por la expresión « καὶ », que podemos traducir como « también ». Sea como fuere –y a pesar de que un gran número de historiadores ponen en entredicho la autenticidad de muchas afirmaciones del documento en cuestión [2] –, el hallazgo ha cautivado la atención de expertos de todo el mundo, y muchos medios de información internacional se han hecho eco de la noticia.
Aristóteles filósofo
En cuanto al Congreso Mundial de Atenas, que en el momento de redactar este artículo aún no se ha celebrado, sabemos a a estas alturas que hará especial hincapié en unas excavaciones arqueológicas que recientemente han sacado a la luz los restos del Liceo, la institución del saber que el propio Aristóteles abrió en Atenas en el año 335 a.C.
En espera de saber más al respecto, queremos aprovechar la ocasión que nos brinda este aniversario para recordar los motivos que, según creemos, llevarían a Aristóteles a abrir una escuela para amantes de la sabiduría y a dedicarse a la filosofía como estilo de vida.
Como sabemos, nuestro querido Estagirita ya había conocido previamente tan noble ciencia en los tiempos de la Academia, cuando, de la mano de su gran maestro Platón, aprendió durante unos veinte años a moverse por las intrincadas redes del camino del conocimiento interior, y sobre todo, sintió la obligación moral de transmitir un método filosófico milenario cuyas herramientas estaba recibiendo con mucho esmero.
Su preocupación de base fue la misma de todos los sabios que le precedieron: proporcionar a todos los que se acercaban a las puertas de la filosofía las herramientas necesarias para conocerse en profundidad y motivar a buscar respuestas a los más grandes interrogantes del ser humano: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿qué hacemos aquí?, ¿adónde vamos? Todo ello para que todos, ayer como hoy y como siempre, sintamos la necesidad interior de mejorar la sociedad en la que vivimos participando en ella de forma altruista.
Hoy, en medio de nuestras múltiples ocupaciones diarias, quizás apenas nos quede tiempo para la reflexión y la filosofía práctica y vital que tanto recomendó Aristóteles, pero preguntémonos: ¿estamos tan seguros de que tan noble ciencia merece ser arrinconada como si fuera algo inútil? Y también: ¿queremos seguir el juego de aquellos que quieren convertirnos en unas máquinas sin almas que transiten por la vida contaminados por ideas que nos llevan al enfrentamiento, al materialismo y al consumismo desenfrenado?
El camino que Aristóteles y tantos filósofos nos proponen recorrer es empinado, abrupto y posiblemente esté plagado de dificultades, pero es el camino que una parte de ti, lector, es muy posible que esté anhelado recorrer.
El deseo del que escribe es que no dejemos pasar en vano la oportunidad que nos brinda este aniversario de los 2400 años del nacimiento de Aristóteles y recordemos siempre dedicarle un hueco diario a la filosofía, que no es otra cosa que la práctica de la areté (los valores morales), la reflexión interior y la realización de una labor social altruista. Al respecto, quizás nos sea útil tener presente las que, según cierta tradición [3] , fueron las últimas palabras pronunciadas por el sabio estagirita poco antes de que su alma emprendiera el camino celeste.
« Quien conoce la ciencia filosófica conoce la vida en este mundo y en el otro. Bienaventurada es el alma que entiende esta ciencia » [4] .
[1] Pitia fue la primera esposa de Aristóteles, fallecida a los dos años de matrimonio.
[2] Por nuestra parte, también desconfiamos del hecho de que un filósofo como Aristóteles, seguramente convencido de la inmortalidad del alma, pidiera que se conservaran sus huesos.
[3] El texto a que nos referimos es conocido como La muerte de Aristóteles o El liber de pomo . Actualmente conservamos versiones del s. XIV en latín y en catatán.
[4] La muerte de Aristóteles , 310-315.