El estudio de la historia a veces nos depara algunas sorpresas: gentes y pueblos que ocuparon lugares distantes y vivieron en épocas remotas, se vieron en la tesitura de enfrentar retos que afectaban a su supervivencia como civilizaciones y a la pervivencia de sus culturas. Por eso, tal vez, sea interesante analizar posibles analogías que nos permitan interpretar algunos desafíos de las sociedades modernas.
Dice B. Franklin que la clave del éxito consiste en descubrir que detrás de una gran dificultad se esconde una gran oportunidad.
Ya sabemos que esto es cierto, tanto por haberlo experimentado en nosotros mismos como por las enseñanzas al respecto de todos los sabios, santos y grandes pensadores sobre «las dificultades como pruebas que sí podemos superar».
Si yo supero algo, está muy bien; pero si todos juntos, como un solo ser, superamos algo, entonces ¡es la civilización!: encontrar nuestro lugar en la Historia, conectar con la corriente de vida y poder aportar aquello que la Humanidad necesita en ese preciso momento.
Un ejemplo histórico de trabajo colectivo: los aztecas
Salieron de su tierra, Aztlán, pero llevaron consigo a sus dioses y la firme convicción de que su tierra de origen era la heredera del gran Imperio tolteca que construyó Teotihuacán y dio a Centroamérica la civilización en su grado más elevado.
Fundaron su ciudad, Tenochtitlán, en el lugar donde los dioses se manifestaron en la forma de un águila devorando a una serpiente sobre un cactus. Y la levantaron sin importarles que dicho acontecimiento fuera en una laguna: construyeron terrazas artificiales de tierra donde poner las casas y donde cultivar. Y en el pequeño montículo donde se dio el prodigio construyeron el Templo Mayor dedicado a sus dioses.
Para poder instalarse allí hubieron de someterse a una ciudad poderosa que entonces dominaba la zona. Como un azteca fuera nombrado por primera vez en la historia sumo sacerdote del dios principal de todo Méjico, temiendo que esto provocara alianzas de los pueblos descontentos con dicha ciudad poderosa aliándose con los aztecas, los poderosos dieron un golpe de mano, y en la fiesta que se preparó en Tenochtitlán para recibir al sumo sacerdote asesinaron al rey de los aztecas como aviso para frenar cualquier futura pretensión. Sin rey, los ancianos eran partidarios de no hacer nada y enviar presentes a los poderosos para evitar males mayores, pero los jóvenes se rebelaron y salieron a defender su ciudad, eligiendo caudillos decididos: al poco se enfrentaron todos los aztecas, mujeres y niños incluidos, en una batalla con los poderosos, a quienes derrotaron. Lo que estuvo a punto de ser la pérdida total del pueblo azteca se tornó el inicio de su expansión y supremacía: ¡acababa de nacer el Imperio azteca!
Pocos años después de esta gran victoria, toda la zona fue castigada por lluvias que inundaron los canales y echaron a perder la mayoría de los cultivos. Para evitar nuevas inundaciones, construyeron grandes embalses y canalizaciones de agua para aliviar el cauce de los ríos y arroyos. Al poco sobrevino una gran sequía, que no afectó a los aztecas porque sus embalses y canales contenían todo el agua sobrante de las lluvias: Construyeron previendo el máximo de necesidades, no una sola.
Para que no se olvidara que la finalidad del Imperio azteca era transmitir la herencia tolteca, dando a los hombres una vía de realización espiritual, el sumo sacerdote constituyó la Orden de los Guerreros Jaguares y Guerreros Águilas. Para acceder a ser Caballero Jaguar no importaba el origen ni la condición, pero había que haber servido destacadamente en tres campañas militares y tener un comportamiento altamente solidario y participativo en la comunidad, desde pequeño. Los que pasaban las duras pruebas y exámenes de teología, matemáticas, astronomía, poesía y estrategia, tras haber demostrado su valía mandando pequeños grupos de tropas en varias campañas militares, entonces se recibían como Caballeros Jaguares y eran ellos los llamados a ocupar los más altos cargos del Imperio, incluido el de rey, que no era hereditario. Solo los que demostraban una alta espiritualidad y equilibrio y aportaban a la sociedad cosas positivas para la buena marcha de la comunidad, o sea, solo unos pocos de los Caballeros Jaguar, alcanzaban el grado de Caballero Águila, el máximo ejemplo a seguir. Al darle un sentido espiritual tornaron la fuerza bruta en fuerza de ejemplo y ciudadanía para los demás.
Hubo un levantamiento de los mercaderes que estuvo a punto de acabar con el Imperio azteca, cambiándolo en un sistema confederal basado en el comercio y donde lo prioritario fuera la acumulación de la riqueza. Una vez dominado el levantamiento, se adoptó la medida de dotar a los comerciantes de un código de honor similar al requerido para poder aspirar a ser Caballero Jaguar, con cargos de responsabilidad sacerdotal y civil para los más destacados, y formación militar. A partir de entonces, los comerciantes, que se aventuraban en todas las regiones de Centroamérica, pasaron a ser la mejor fuente de información y los mantenedores de las vías de comunicación del Imperio azteca.
Estos son algunos ejemplos de Filosofía de la Historia.