Editorial — 30 de abril de 2017 at 22:00

Las ciencias, el espíritu y los valores

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 La finalidad de una revista como la nuestra está en saber satisfacer las inquietudes de la mayor variedad de receptores, con la única premisa de que coincidan con nosotros en el amor al conocimiento y no se encuentren lastrados por el fanatismo.

 Esto nos supone aceptar muchos retos, pues debemos ser valientes y atrevernos a explorar nuevas propuestas, nuevos caminos. Pero a la vez tenemos el compromiso de no aceptar cualquier proposición, por muy llamativa que sea, si no está sustentada sobre una base sólida. Y para nosotros la base más segura está en la orientación moral de tales sugerencias, si están en armonía con los principios de una ética, que nos vienen del legado común de la humanidad, gracias a los grandes maestros de filosofía que nos los han desvelado a través de la historia. Nos reconforta especialmente encontrar el eco de la sabiduría perenne en las nuevas ideas científicas y los paradigmas que sitúan al espíritu en la fuente primigenia de todo lo que es y de todo lo que vemos y demuestran que no solo estamos constituidos de materia física, sino que somos mucho más complejos, y el universo en el que vivimos también lo es. Admitir esto está haciendo avanzar a muchas disciplinas científicas, de todos los campos, que se habían quedado estancadas por culpa del empecinamiento.

 Junto a este afán está nuestro compromiso de proporcionar reflexiones sobre los valores, tan demandados en nuestra sociedad, que empieza a tomar conciencia de su pobreza en este campo. Nuestros colaboradores nos han presentado esta vez muy buenas opciones de armonía entre las ciencias, el espíritu y los valores humanos que pueden darnos la clave para ser más felices y más buenos.

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