Historia — 31 de mayo de 2017 at 22:00

Atila, el huno

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Atila está en campaña, y le precede el terror. El general romano Aecio reúne a todos los pueblos bárbaros de las Galias en un poderoso ejército, aunque no demasiado bien organizado, ya que son eso, pueblos coaligados: visigodos, francos, burgundios, alanos, cada uno con su armamento propio y sus tácticas de combate propias. Hay jinetes, infantes, arqueros, lanceros. Valor, sí. Disciplina militar a la romana, ninguna.

Los hunos cuentan con caballería ligera que combate con arco y espada o lanza, y al parecer no se protegen con escudos. Su táctica de combate es rápida: con cargas de caballería deshacen las formaciones enemigas y entonces entra la caballería pesada, con guerreros protegidos con cascos y cotas de malla. Su infantería actúa de forma muy parecida a la romana, y la forman ostrogodos, hérulos, turingios: pueblos germánicos sometidos.

Aecio los conoce bien, porque había vivido con los hunos como rehén, e incluso había hecho amistades entre ellos y utilizado en Roma a mercenarios hunos. Hasta que llegó Atila al poder y puso fin al traspaso de soldados.

En la primavera de 451 Atila avanza saqueando el norte de la Galia, llegando a sitiar Orleans, asedio que tiene que levantar ante la llegada de Aecio, que le persigue durante varios días. Hasta que el caudillo huno llega a un terreno llano, al este de Orleans, que recibe el nombre de Campos Cataláunicos. Allí se van a enfrentar dos ejércitos de entre 30 y 40.000 hombres cada uno.

No tenemos descripciones de la batalla. Solo el historiador bizantino Jordanes ofrece una descripción de los hechos, aunque no muy clara. Al parecer, Aecio colocó a los alanos en el centro, a la derecha a burgundios y romanos y a la izquierda a los ostrogodos.

El combate dio comienzo a mediodía. Aecio lleva ventaja porque está desplegado entre una colina y un bosque, que impiden a los hunos atacar por los flancos. La única opción es el asalto al frente, y así se hace en un primer choque. Caballería e infantes, pueblos contra pueblos: hunos, alanos, visigodos, francos, romanos, ostrogodos.

Son los visigodos los que lanzan el postrer ataque y derrotan a los hunos. Atila se repliega a su campamento, y la noche le protege.

Le protege en su huida, de la que Jordanes nos aclara poco. Lo mismo que del resultado, que parece que fue en tablas, con miles de muertos por ambos bandos. Atila prefiere no continuar, y se retira, reconociendo así su derrota, pero llevándose un cuantioso botín, y ya sin problemas, porque la coalición de Aecio se deshace tan rápidamente como se formó.

Al año siguiente Atila invade Italia, atraído por la riqueza de Roma. Si creemos la tradición, y Madre Historia piensa que toda tradición, como toda leyenda, tiene una base real, el papa León I le sale al encuentro, y los dos hombres hablan. No sabemos nada de esa conversación. Dicen que el Papa le asustó con un infierno en el que, de un modo u otro, creían los hunos. Otros, que le ofreció un tributo a cambio de su retirada. Sea como sea, Atila marcha a sus tierras.

En 453, un año después, el caudillo se casa, no sabemos con quién. Pero, excesivo en todo, los excesos en comer y beber en su banquete de bodas le provocan la muerte. Sus hijos pelean por el imperio, y este se desvanece. Los hunos ya no son, otra vez, sino tribus bárbaras enfrentadas.

Aecio, su vencedor, solo dura un año más, precisamente al perder el apoyo de  sus mercenarios hunos. Valentiniano III lo apuñala, por haberse querido acercar demasiado a su trono.
Atila se ha llevado la fama de una enorme ferocidad. Pero era solo un conquistador más en una época de ferocidades.

¿Cuántos Atilas conoce Madre Historia?

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